Solo tú

48. JoMin

Me preparo con rapidez, bajo a la cocina para tomar un desayuno ligero ante las miradas de Elenor y SuHye y, estoy a punto de salir, cuando escucho un carraspeo a mi espalda. 

Miro a la editora y después a la escritora con cara de no entender nada. 

—¿A dónde vas con tanta prisa? —Quiere saber Elenor con los ojos entrecerrados. 

—De compras —respondo sin dar más detalles. 

—¿Solo? 

—No, EunSu me acompaña. Tengo que recogerla dentro de media hora. 

—Vaya. Así que, es como una segunda cita, ¿no? 

—Podría decirse que sí —contesto con una sonrisa que ellas me devuelven con alegría. 

—Que te vaya bien. Cuidado con los fotógrafos.

—Lo sé. No os preocupéis. Os quiero —les digo un segundo antes de salir por la puerta que da al garaje.

Me atavío con la mascarilla, la gorra de béisbol y las gafas de sol, arranco el motor y salgo de la urbanización para poner rumbo hacia la casa de la chica. 

La mando un mensaje para que sepa que estoy esperándola y no pasan ni diez segundos cuando sale de la vivienda ataviada con unos pantalones vaqueros ceñidos, unos tacones que estilizan sus piernas y el abrigo negro hasta las rodillas. 

Se sienta de copiloto y me saluda mientras se abrocha el cinturón de seguridad. 

Hablamos durante el trayecto hacia el centro comercial, aparco en el garaje subterráneo y nos dirigimos hacia el ascensor con las manos entrelazadas. 

Pasamos por varias tiendas de ropa, otras de accesorios y algunas de joyería. No se me ocurre nada que pueda regalarle a TaeJoon que no tenga ya. 

Aunque tengamos las mascarillas puestas sé que la chica empieza a desesperarse por no encontrar nada. 

—¿Le gusta la cerámica? —Me inquiere con los ojos clavados en un escaparate delante de nosotros. 

—Echemos un vistazo. 

Traspasamos el umbral de la tienda y miramos con detenimiento cada pieza expuesta en los estantes. 

—¿Tiene un animal favorito? —Quiere saber EunSu cuando llegamos al pasillo lleno de animales majestuosos. 

—No se decide entre el oso y el tigre. 

—Mira, ¿qué te parece? —Me señala unas tazas con osos dentro. 

Me acerco para cogerlo y lo observo con detenimiento. Una luz se enciende en mi cerebro y recuerdo el título de una de sus canciones: Winter Bear

—Me gusta. Puedo coger dos y que le dé una a SuHye —digo agarrando otra taza. 

—Me parece genial. 

—Pago y nos vamos a almorzar. 

Se nos ha pasado la mañana mirando las cientos de tiendas del centro comercial y estamos hambrientos.

La dependienta me prepara las dos tazas para que no se rompan, las mete en una bolsa y le entrego el dinero en efectivo. 

Me acerco a la chica que se ha quedado mirando unas pequeñas esculturas de cristal y le susurro en el oído:

—¿Nos vamos? 

Asiente con la cabeza, entrelazamos las manos y salimos de la tienda para ir al restaurante de un amigo. 

Pregunto por él al jefe de sala de la entrada, lo llama y mi amigo aparece con los brazos abiertos para darme un abrazo. 

—Supongo que querrás una sala VIP —me dice mirando a la chica y, después, a nuestras manos entrelazadas. 

Nos guia hasta el fondo del local, nos deja paso hacia la sala y nos ofrece la carta del menú. 

—Me parece que no es la primera vez que has venido acompañado a este lugar —comenta ella dejando el abrigo en el perchero de la pared. 

—He venido alguna vez con los chicos. 

—Ya. Yo me refería a compañía femenina. Tu amigo y tú os veis demasiado cómplices. Curioso que haya sugerido la sala VIP al ver nuestras manos —se sienta después de quitarse la mascarilla y guardarla en el bolsillo del abrigo. 

—De acuerdo, tú ganas. He venido con alguna mujer, aparte de ti, pero ha sido antes de conocerte —me empiezo a poner nervioso, ya que la conversación va directa a una discusión. 

La chica clava sus ojos en los míos con el rostro serio y comienza a reír al ver el pánico en mi semblante. 

—Tranquilo, es una broma. Sé que no eres un monje, habrás tenido tus relaciones secretas. No me importa, siempre que yo sea desde ahora tu única relación secreta —responde apoyando los codos en la mesa para inclinarse hacia mí y quedar a pocos centímetros de mi boca. 

La imito humedeciendo mis labios y le susurro:

—Lo prometo. 

Los ojos de ella se clavan en mi boca y, de repente, posa sus labios en los míos para dejarme un beso que me hace temblar de la cabeza a los pies.

Se lo devuelvo con mucho gusto y alguien llama a la puerta, parando nuestro frenesí. 

Ambos sonreímos con las mejillas sonrojadas por la repentina alta temperatura de la estancia y le doy paso a mi amigo que nos trae la bebida y un entrante mientras esperamos el primer plato. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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