Mi reloj suena temprano para ser sábado, así que, lo paro con rapidez y me desperezo.
La maleta ya está preparada. Me levanto, bostezo y me voy al baño para lavarme la cara y los dientes.
Me visto con unos pantalones vaqueros cortos, una camiseta blanca más larga por detrás, me calzo con unas sandalias y me recojo el pelo en una cola alta.
Cojo una chaqueta vaquera por si hace frío y agarro el móvil justo a tiempo de que suene cuando llega un mensaje.
Las chicas ya están de camino, por lo que salgo de mi habitación con la maleta, la dejo en el salón y entro en la cocina para coger un vaso de café ya preparado.
Lo muevo para mezclarlo bien, lo abro y le doy un sorbo observando cómo mi padre entra por la puerta y se tambalea hasta el sofá con su mirada clavada en mi maleta.
—Buenos días. Voy a pasar el fin de semana fuera. Regresaré…
Mi frase queda interrumpida cuando mi padre contesta:
—No me importa lo que hagas. Solo procura no matar a nadie.
Me muerdo la lengua para no faltarle el respeto tan temprano por la mañana, respiro hondo y me acerco a la maleta para salir cuando mi móvil vibra al llegar otro mensaje.
—No te mueras en mi ausencia —le digo como despedida antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Bajo la pequeña escalinata de hormigón y me dirijo al maletero del coche junto a SuHye.
—Buenos días por la mañana —me saluda con la voz llena de energía y un gran abrazo que recibo con mucho gusto.
—Me habéis hecho madrugar un sábado.
—Te aseguro que valdrá la pena.
Me ayuda a meter la maleta y me siento en los asientos traseros saludando a Elenor que acaba su llamada de teléfono.
—Hola. Tenemos que hacer otra parada. No os preocupéis, tenemos tiempo para llegar —nos informa arrancando el motor.
—¿Dónde es la parada? —Quiere saber SuHye dando un sorbo de agua.
—En mi apartamento. Mi prima también va a la excursión. Sustituye a un camarógrafo —contesta la editora poniendo rumbo hacia el lugar.
—¿No puede llevarla su prometido?
—No ha regresado desde anoche y no lo localiza. Ahora le preguntaré lo ocurrido.
—No lo conozco en persona, pero por lo que me has contado, ese tío es un cabrón con todas sus letras. No entiendo por qué se va a casar con él.
—Yo tampoco. Es su decisión. Tal vez, este fin de semana pueda ver lo hijo de puta que es y cancele la boda —dice Elenor con la voz llena de esperanza.
Para delante de un edificio y una chica castaña mete su maleta en el maletero. Entra en el asiento trasero, a mi lado, y nos saluda.
—Belinda, ella es EunSu, amiga de SuHye del instituto y novia de JoMin. Ella es mi prima —nos presenta la editora mientras pone el coche en marcha para no perder más tiempo.
—Encantada. Parece que los chicos están cayendo como moscas —comenta la recién llegada estrechando mi mano—. ¿Cuántos van ya?
—Tres, de momento —contesta la escritora mirando hacia atrás para clavar sus ojos en la chica y guiñarle un ojo.
Belinda no parece entenderlo y la mira con expectación, sin embargo, su prima cambia de tema.
—¿Qué ha pasado con tu prometido? —Quiere saber con curiosidad.
—Anoche discutimos, se fue del piso y no ha vuelto aún. Lo he llamado, pero no da señales de vida. He llamado a mis suegros y me han dicho que está allí, dormido —responde la camarógrafa sin mucha convicción en su voz.
—Parece que no te lo crees —digo ilusamente.
—Por supuesto que no, pero no lo va a reconocer, aunque la torturen —añade la editora con poca amabilidad en su voz al hablar de ese hombre.
—Si no lo soportas, ¿por qué no me lo dijiste cuando te pregunté si hacía bien en casarme con él? —Le recrimina la camarógrafa intentando no levantar mucho más la voz.
—Porque yo no soy nadie para decirte lo que puedes o no hacer —responde Elenor entrando en un garaje subterráneo donde los chicos nos esperan.
—Eres mi prima, mi familia. Eso no es ser nadie. No quiero que nadie esté incómodo en las reuniones familiares.
Belinda se desabrocha el cinturón de seguridad, pero no sale hasta que su prima le contesta:
—Está bien. No te cases con él. Es un niño mimado que solo te utiliza para seguir viviendo a costa de sus padres. Y, no tengo pruebas, sin embargo, creo que te engaña con cualquier mujer que se le ponga a tiro.
—¿Tanto te costaba decírmelo?
—Pues sí. Nadie quiere oír la verdad de las cosas.
—Yo sí y, aún más, si vienen de ti. Lo tendré en cuenta para cuando regresemos —dijo Belinda antes de que los chicos llegaran al coche, preocupados.
—¿Ocurre algo? —Quiere saber JK al llegar a la puerta del piloto y abrirla.
—No, solo estábamos hablando —responde su novia al salir del vehículo para dejarle un beso en los labios.