Solo quedan dos días para volver a ver a la locutora, sin embargo, me está costando mucho estar lejos de ella y no poder siquiera hablarle por teléfono.
Estoy sentado en una silla del comedor tomando un café mientras espero a mis compañeros para ir a ensayar a la empresa, cuando veo que EunSu baja las escaleras, me saluda y se pone a buscar algo por el sofá, la mesita auxiliar y el mueble donde descansa el televisor.
—¿Puedo saber qué buscas? —le pregunto dando un sorbo a mi café con tranquilidad.
—Mi móvil. No recuerdo dónde lo he dejado.
—Espera, te llamo —saco mi teléfono del bolsillo de mi pantalón y busco su número en mis contactos.
Hago la llamada y la melodía de un cantante español se escucha en el silencio del salón. La chica mete la mano entre los cojines del sofá y saca el aparato parando mi llamada.
—Gracias. Me estaba volviendo loca no encontrarlo. Todos mis contactos están aquí —me dice respirando aliviada.
—Ya que te he ayudado, ¿te puedo pedir un favor a cambio? —inquiero intentando disimular mi emoción.
—Por supuesto. ¿En qué te soy útil?
—¿Podrías darme el número de Mónica?
Mi amiga me mira con un poco de sorpresa al principio, luego sus comisuras se elevan formando una sonrisa pícara y se sienta enfrente de mí para clavar sus ojos azul oscuro en mí.
—¿No te lo ha dado ella? —me pregunta con travesura.
—No me he dado cuenta de pedírselo.
—Es normal que al estar junto a la persona amada se te pasen algunos detalles para poder seguir en contacto con ella. No estoy segura de que pueda dártelo. En fin, estoy sujeta a la protección de datos personales al ser su agente inmobiliaria…
—¿Persona amada? ¿Protección de datos personales? —interrogo con asombro—. No creo que esté enamorado y, la protección de datos, ¿desde cuándo la llevas tan a rajatabla? —En mi voz se nota mi nerviosismo por perder la oportunidad de conseguir el número de la joven.
—Relájate. No es malo amar. Está bien, te lo daré, aunque arriesgo la confidencialidad de mi cliente por ti. Tenlo en cuenta para el futuro —me advierte buscando en sus contactos el número de la locutora—. ¿Vais a quedar de nuevo?
—Tal vez. La he invitado a que vaya el viernes a la grabación. Tendréis que hablar con ella para recogerla —la informo con mis dedos volando por los números de la pantalla.
—¿En serio? —me pregunta con el rostro iluminado—. Genial. A todas nos gusta, así que, la recogeremos con mucho gusto. Dale recuerdos de mi parte cuando la veas y discúlpate también por revelar un dato protegido —se levanta de la silla con un guiño de ojo y se marcha escalera arriba.
La observo con detenimiento y me doy cuenta de que es muy difícil ocultarle algo a esas tres chicas que se han metido en la vida de mis compañeros y, por ende, en la mía.
***
Hemos ensayado durante dos horas seguidas y estamos cansados. El coreógrafo se apiada de nosotros y nos da unos minutos para descansar. Aprovecho el lapsus de tiempo y le mando un mensaje a la locutora: «¿Te apetece almorzar conmigo? Soy YoonKi».
No estoy seguro de que esté despierta, así que, dejo el móvil en el bolsillo de mi pantalón y me uno a mis compañeros que están tomando agua sentados en el suelo de madera de la sala de ensayo.
Continuamos con los pasos de baile cuando siento que mi teléfono vibra en el bolsillo de mi pantalón y me pongo nervioso. Necesito mirarlo cuanto antes para ver si es la chica, pero no puedo dejar el ensayo a la mitad.
Intento concentrarme en la coreografía, pero se me complica cuando el aparato vuelve a vibrar con la llegada de otro mensaje.
La canción termina y paramos con la respiración agitada por el esfuerzo. Me alejo con disimulo de mis compañeros, hacia la pared del fondo, saco el móvil de mi bolsillo y desbloqueo la pantalla para leer los mensajes: «Buenos días, YoonKi. Supongo que EunSu te ha dado mi número». «Estaré encantada de almorzar contigo. ¿Me recoges o nos vemos en el restaurante?».
Una sonrisa alza mis comisuras y mis dedos tiemblan mientras respondo: «Te recojo a la una en tu apartamento».
Recibo un OK como contestación y regreso al centro de la sala para que nadie se dé cuenta de mi ausencia y, mucho menos, de mi emoción.
***
Siento las miradas extrañadas y sorprendidas de mis compañeros sobre mí a través del reflejo en la pared de espejo, pero no digo nada para no tener que dar explicación alguna.
Creo que me he salido con la mía cuando cojo mi mochila y camino hacia la salida, sin embargo, HoYung me alcanza riendo y apoya su brazo sobre mis hombros.
—¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás tan sonriente hoy? —me pregunta con curiosidad y con una mirada escrutadora oculta tras la encantadora.
—¿No puedo estar sonriente?
—Por supuesto. Solo nos extraña que no hayas dejado de sonreír durante la segunda parte del ensayo. Y has bailado con más energía.