Llamo al timbre cuando llego al antiguo apartamento de SuHye y la locutora me recibe con una sonrisa de oreja a oreja en los labios. Entro para que nadie nos vea y le dejo un beso urgente en la boca.
—Mm, qué buen despertar —comenta ella con los ojos aún cerrados.
—Te he echado de menos. Así que, ya estás totalmente instalada aquí, ¿no? —le digo mirando a mi alrededor. Es la primera vez que estoy en ese sitio.
—Aún me quedan algunas cajas por desembalar, pero se podría decir que sí. Llevo dos días durmiendo aquí y no está nada mal —la chica se dirige hacia la cocina con mi mano entrelazada con la suya y prepara un poco de café.
—¿Tienes algo que hacer la semana que viene? —le pregunto apoyando el trasero en los muebles de la cocina mientras la observo ir de un lado a otro para coger todo lo necesario para hacer el almuerzo.
—Trabajar. ¿Por qué?
—¿Por casualidad te deben algunos días de descanso o de vacaciones?
—Pues… ahora mismo no sé qué decirte. Tendría que mirarlo. ¿Me vas a decir por qué?
—El sábado de la semana que viene tenemos que viajar a Hong Kong para ir a un programa de televisión y hacer un mini fan meeting, he pensado que podrías acompañarme.
—Supongo que os quedaréis una noche allí, ¿no?
—Las chicas también vienen y, la verdad, no quiero sentir celos de mis compañeros al poder besar y abrazar a sus novias por la noche —le digo intentando recurrir a la carta de la lástima.
La locutora deja de cortar las verduras y me mira con una sonrisa divertida en los labios al ver mis labios fruncidos en una mueca infantil.
—EunSu tenía razón —comenta regresando a las hortalizas.
—¿Sobre qué?
—Eres tan encantador, tierno y divertido que los demás. Está bien, miraré si puedo pedir ese día libre, pero no te prometo nada —me advierte cuando la emoción se refleja en mi rostro al dedicarle una gran sonrisa.
Me acerco a ella para rodear su cintura y le dejo un beso en su suculento cuello. Mis labios se elevan hacia su oído y le susurro:
—Gracias.
***
Terminamos de almorzar los espaguetis a la boloñesa que ha preparado la locutora y nos sentamos en el sofá para ver una película. Dejo que apoye su cabeza en mi regazo al tumbarse a todo lo largo del mueble y me inclino para darle un beso en la frente.
—Que descanses —murmuro al saber que se está preparando para quedarse dormida en cualquier momento de la película.
Se ríe al darse cuenta de que la estoy empezando a conocer demasiado bien y me deja un pequeño pellizco en el muslo como queja.
Sonrío enamorado y clavo mis ojos en la pantalla del televisor cuando la película va a dar comienzo.
Llevamos media hora de cine cuando el móvil de ella suena encima de la mesita auxiliar delante del sofá y la locutora se sobresalta al despertarse. Alarga la mano hacia el aparato y contesta sin abrir los ojos para mirar quién es:
—¿Diga?
Me preocupo cuando se incorpora de un salto en el sofá y dice:
—EunWoo, cálmate. No pasa nada. Todo está bien. Inspira hondo y suéltalo poco a poco. ¿Qué ha pasado?
—He tenido una… pesadilla horrible. Ven, por favor. Te necesito a mi lado —escucho que habla una voz masculina por el otro lado del auricular. Tiene la respiración agitada y las palabras tiemblan en su garganta.
—Solo ha sido eso, una pesadilla. Todo está bien. Tranquilízate o acabarás hiperventilando. ¿Estás solo?
—No, Mónica. No te preocupes, yo estoy con él —responde una voz femenina con un suspiro cansado.
—Hana, menos mal. ¿Estás segura de que no debo preocuparme?
—Lo tengo todo bajo control. Estaremos bien. Gracias de todas formas y perdona por la interrupción —se disculpa la mujer por el otro lado de la línea.
—De acuerdo. Si ves que no puedes calmarlo, avísame. Estaré allí en menos de cinco minutos —le asegura mi chica con la voz un poco más relajada.
Cuelga la llamada cuando la mujer le confirma que lo hará y deja el teléfono encima de la mesita auxiliar. Se encamina hacia la cocina y coge una botella de agua del frigorífico.
—¿Quién era? —quiero saber intentando que no se me note la curiosidad.
—Un amigo. Tiene ataques de ansiedad y me llama para que lo calme.
—¿Es el mismo que te llamó cuando fuimos al restaurante? —inquiero recordando ese momento en el que la dejé delante del edificio, no muy lejos de su antiguo apartamento.
—Es el mismo.
—¿Y lleva mucho tiempo con esos ataques de ansiedad?
—Desde hace dos años. También tiene agorafobia. Si ambas cosas se le juntan, pues ya tenemos una bomba a punto de explotar —contesta al sentarse a mi lado con las piernas bajo su trasero y un vaso de agua en la mano que me ofrece.
—¿Y por qué te llama a ti si hay otra chica con él? —me intereso dando un sorbo al agua.