La melodía de mi móvil me despierta. Alargo la mano hacia la mesita de noche para cogerlo y descuelgo sin mirar quién es. En cuanto escucho la voz entrecortada de mi amigo, me incorporo en la cama de un salto y refriego mis dedos por los ojos para quitar las legañas que no me dejan ver con claridad.
Escucho su perorata de siempre con calma, le pido que respire, como siempre, y puedo oír la voz de su madre a lo lejos preguntando quién es.
Cuando el chico responde con mi nombre, la mujer suspira con cansancio y le riñe:
—¿Puedes, por favor, dejarla ya en paz? Ya no es tu novia, es más, tampoco debería ser tu amiga. Cierra ese capítulo de una vez por todas, hijo. No te hace ningún bien.
Voy comprendiendo con más claridad lo que YoonKi quería decirme sobre mi “amigo” y contesto:
—EunWoo, dile a tu madre que se ponga al teléfono, por favor. Tengo que hablar con ella de una cuestión.
—¿Qué cuestión? —quiere saber él con rapidez.
—Una importante. Que coja el móvil.
Escucho que le entrega el aparato con reticencia y la mujer me saluda cuando tiene el auricular en la oreja:
—Buenos días, Mónica. Espero que mi hijo no te haya despertado.
—No importa. ¿Tienes el altavoz puesto?
—No, ¿por qué?
—Estupendo, escúchame bien y quiero que me respondas con sinceridad. ¿EunWoo está enfermo de verdad o solo lo hace para que yo esté pendiente de él?
Oigo que la mujer respira con fuerza ante esa pregunta que le ha pillado por sorpresa, se dirige hacia la habitación para que hablemos más tranquilas y contesta:
—Hace unos meses que el psiquiatra le dio el alta, supuestamente porque ya estaba curado. La verdad, no sé qué pensar, aunque estoy segura de que aún piensa en recuperarte.
—¿Por qué no me lo has dicho antes?
—He intentado hacerlo entrar en razón, pero no hay manera. Tu novio se dio cuenta el día que vinisteis antes de ir al aeropuerto.
—Lo sé. Discutimos por ello.
—Lo siento. No lo habéis dejado por culpa de mi hijo, ¿verdad?
—No, no. No te preocupes. Está todo solucionado. Necesito que me ayudes con una cosita —le informo al levantarme de la cama para dirigirme hacia la cocina y prepararme un café.
—Por supuesto. ¿Qué necesitas?
—Quiero que tu hijo me deje en paz de una vez, así que, por favor, borra mi número de su teléfono y de todos los sitios en los que lo tenga apuntado. ¿Te parece bien?
—Me parece genial. Siento mucho perderte como nuera, pero es lo mejor para todos.
—Hana, puedes llamarme cada vez que quieras. Sin que se entere tu hijo, por favor —le pido con una sonrisa en los labios.
—No lo dudes que lo haré. Espero que te vaya muy bien, sobre todo, con tu novio. Se ve un buen chico —me desea en un susurro para que EunWoo no se entere desde el salón.
—Gracias. Es un gran chico. Cuidaos y haz que tu hijo cambie a otro capítulo de su vida —le digo con la voz rota por la congoja atascada en la garganta.
Colgamos a la vez, me echo el café en una taza y me dirijo hacia el salón para sentarme en el sofá y ver un poco la televisión. Necesito despejarme y los programas me ayudan a ello.
***
Estoy inmersa en una serie muy interesante cuando mi teléfono suena encima de la mesita auxiliar delante del sofá, alargo la mano hacia él y lo cojo, aunque no conozco el número.
—¿Diga? —pregunto sin darle mucha importancia.
—¿Señorita Val…cárcel? —me llama una chica con un acento coreano muy marcado al decir mi apellido—. Le llamo de la emisora Sagyejeol Radio. Nos gustaría conocerla en persona y explicarle las características del puesto de trabajo al que está auditando. ¿Le interesa?
—Por supuesto. ¿Cuándo le gustaría que quedemos? —respondo con la emoción reflejada en el rostro e incorporada en el sofá como un suricato.
—¿Le viene bien mañana a las doce de la mañana?
—Me viene estupendo. Muchas gracias por la oportunidad.
—No hay que darlas. Nos vemos mañana y mucha suerte.
Me cuelga y mi emoción rebosa. Me levanto de un salto y continúo saltando y bailando llena de alegría. Estoy en medio de mi baile de la felicidad cuando llaman a la puerta. Me repongo un poco para que no me crean una loca y abro la puerta.
Me encuentro con mi novio de frente y lo abrazo con fuerza, aún emocionada por lo que acaba de pasar.
—¿Qué ocurre? —me pregunta sosteniendo mis piernas cuando rodeo su cintura con ellas para quedar encima de él como un koala.
—Entra —le digo en el oído, pero sin bajarme. Cierra detrás de él y continúo—: Me acaban de llamar para hacer una entrevista mañana en la emisora Sagyejeol Radio. Llevo dos años detrás de ellos para que me den una oportunidad y parece que ahora lo harán —explico sin poder dejar de sonreír.