Solo tú

80. YoonKi

Los siete estamos esperando en la trastienda de la biblioteca más grande de la ciudad a que Elenor nos dé la señal para salir y hacer la presentación y firma de los cuentos que los chicos escribieron en uno de los episodios del programa. Yo no participé, pero soy miembro del grupo y no me han dejado escaparme. 

Miro el móvil para ver si tengo algún mensaje de mi novia y abro el chat cuando veo que sí. 

«¿Cenamos esta noche en tu casa?», leo en un murmullo mientras me alejo de todo el mundo.

Mis dedos vuelan por las teclas de la pantalla táctil para responder: «Por supuesto. Te echo de menos», escribo con una sonrisa enamorada en mis labios. 

Recibo el emoticono que lanza un beso y guardo el aparato en el bolsillo de mi pantalón para regresar con mis compañeros.

Elenor se acerca a nosotros y veo cómo JK se reprime para no besarla ni tocarla delante del director de la biblioteca. 

—¿Estáis listos? —nos pregunta la editora dando un paso hacia su novio para alejarse del director que no deja de sonreírle—. No os preocupéis, yo os guiaré en todo lo que necesitéis. 

Asentimos con una leve reverencia de cabeza, la seguimos hasta el interior de la biblioteca, donde están dispuestas las mesas, y nos sentamos en nuestros respectivos sitios para que la gente se vaya acercando con sus cuentos. 

Nuestros seguidores nos alaban por la buena causa de esos libros y todos nos sonrojamos, tímidos ante todas aquellas palabras maravillosas. 

Soy el primero en firmar y puedo ver a cada persona que va a entrar después de la que está pasando por delante de nosotros. Mis ojos se quedan clavados en el siguiente niño, de no más de cinco años, que tiene la cara llena de emoción mientras sujeta los tres cuentos entre sus manitas, pegados al pecho. 

Le dedico una sonrisa al pequeño y a su abuelo que lo acompaña. El hombre también está emocionado y muy contento de que por fin le haya tocado el turno, y mira de reojo a NamYoon, que va después de mí. 

—¿Cómo te llamas? —le pregunto al niño con una voz más suave. 

—WooJin. 

—Encantado de conocerte. 

El pequeño camina hasta el frente de nuestro líder y sus ojos brillan al clavarlos en mi compañero. 

—¿Te han gustado los cuentos? —quiere saber mi amigo estrechando la mano del niño con delicadeza. 

—Nos han encantado. Sois todos muy talentosos. ¿De dónde sacáis tiempo para hacer tantas cosas? —nos inquiere el abuelo con la voz un poco temblorosa por los nervios. 

—Tenemos a alguien que lo organiza todo a la perfección. 

—Eres fantástico. Algún día seré como tú —agrega el niño señalando a nuestro líder, con la cabeza alta y los ojos llenos de confianza. 

—¿De verdad? Guau, me honra ser una inspiración para ti. ¿Te gusta el rap? —se interesa mi amigo apoyando los codos en la mesa para inclinarse hacia el chico. 

—Mi abuelo tiene la culpa. A los dos nos gusta y tú nos encantas. Eres mi favorito.

Me doy cuenta de que mi compañero se sonroja, les dedica una sonrisa con una reverencia de cabeza para despedirse con un nuevo estrechamiento de mano a ambos cuando tienen que continuar con los siguientes miembros del grupo. 

—Vaya, tienes un admirador muy convencido de su futuro —le digo a mi compañero sonriendo a los siguientes seguidores de la fila. 

—Me alegro de ser la inspiración de las jóvenes promesas. 

***

A todos nos duelen las manos de firmar durante dos horas seguidas. Las masajeamos caminando hacia la salida de la biblioteca para montarnos en la furgoneta negra y el conductor pone rumbo hacia la urbanización para que descansemos. 

Elenor ha salido unos minutos antes y estoy seguro de que las chicas nos están preparando la cena. 

Entramos en el garaje y, después, en la vivienda. Veo a la editora que baja las escaleras ataviada con el pijama, a EunSu y SuHye preparando la mesa y me asomo a la cocina para ver a Mónica preparando una rica lasaña.

Me acerco a ella con una sonrisa en los labios, la abrazo por la espalda y le dejo un beso en el cuello y otro en los labios cuando se gira un poco para mirarme. 

—¿Qué tal la firma? —pregunta espolvoreando el queso rallado por encima de la última capa de placas de lasaña. 

—Bien. Nos duele la mano de escribir. ¿Te quedas a dormir conmigo? Por favor, quédate. Pronto empezaremos con la gira y no podré abrazarte para dormir —le pido al fruncir mis labios en una mueca infantil para que se apiade de mí. 

—¿Cómo voy a decirle que no a esta carita? —me pregunta enmarcando mi rostro con sus manos para dejar un beso en mis labios unos segundos más tarde—. Está bien. 

Le dedico una gran sonrisa, la abrazo con más fuerza y le dejo un beso en los labios.

***

Cenamos todos juntos en la mesa rectangular del comedor, nos sentamos en el salón y jugamos a la videoconsola un rato antes de irnos a nuestras respectivas habitaciones para descansar o, para los miembros que tenemos novia, lo que surja. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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