Terminamos de grabar el episodio y me acerco a Belinda antes de ir a cambiarme. Me he fijado en que se ha marchado al servicio para vomitar y me preocupa. En Canadá ya le pasó y, si ella no quiere, la obligaré a ir al médico para que le hagan un chequeo completo.
Le dedico una leve sonrisa al llegar a ella y le susurro:
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Por qué? —contesta enrollando el cable de la cámara para guardarlo.
—Te he visto salir corriendo hacia el baño. ¿Has vuelto a vomitar? —asiente con el rostro serio y evita mi mirada—. Belinda, mañana iremos al hospital para que te hagan unos exámenes exhaustivos. No es normal que no estés mejor…
—No te preocupes, no es nada malo. Sé exactamente lo que me ocurre y se me pasará en unos meses.
—¿Cómo lo sabes con tanta exactitud?
—Porque es lo normal. ¿Te importaría venir conmigo en el coche? Quiero hablar contigo a solas —me inquiere sin dejar de recoger.
—De acuerdo. Voy a avisar a los chicos para que no me esperen y a cambiarme. No te vayas sin mí —le advierto recibiendo una leve sonrisa de ella.
Me dirijo a los vestuarios, le comunico a mis compañeros que acompañaré a la chica y me atavío con mi ropa para encontrarme con la camarógrafa en el comedor.
Me tapo con la mascarilla, la gorra y el abrigo, nos encaminamos hasta el aparcamiento y me siento de copiloto. Estoy un poco nervioso por lo que me vaya a decir ella y no entiendo por qué. No va a ser la primera ni la última vez que hablemos a solas.
La joven arranca el motor y sale del aparcamiento del restaurante para dirigirse hacia la urbanización. Noto que agarra el volante con fuerza y respira con agitación.
—¿De qué quieres hablarme? —le pregunto sin poder aguantar más la intriga.
—De mis vómitos. Sé cuál es la causa de ellos desde que me pasó en Canadá, pero no he querido decir nada hasta estar segura de qué hacer.
—¿Qué te dijo el doctor?
—Jan… —me llama frenando al llegar a un semáforo en rojo—. Estoy embarazada.
Mis ojos se abren por la sorpresa y me quedo petrificado en el asiento. ¿Ha dicho embarazada?, me pregunto sin poder creer lo que he escuchado.
—Creo que no he oído bien. ¿Has dicho embarazada? —le inquiero con la voz quebrada por el desconcierto.
—Has oído bien. Estoy de doce semanas.
Mi boca se abre y cierra como la de un pez, incapaz de procesar aquella noticia tan inesperada. Me bajo la mascarilla y abro un poco la ventanilla para poder respirar hondo.
El semáforo se pone en verde y ella continúa el camino hacia la urbanización. Me mira de vez en cuando preocupada y decide aparcar en el primer parking que ve.
Cuando se mete en el hueco no aguanto más y salgo del vehículo para poder respirar mejor. Aún no puedo creerlo y la miro con la esperanza de que solo sea una broma.
Su mirada avergonzada no es buen augurio y, después de caminar de un lado a otro del vehículo, me acerco a ella y me apoyo en la puerta del copiloto, al lado de ella.
—Sé que no es una gran noticia ahora que ya no estoy con mi prom… ex prometido. También sé que, tal vez, podríamos haber llegado a ser algo más que amigos, pero te aseguro que no estaba en mis planes quedarme embarazada de ese imbécil —me explica con los ojos llenos de lágrimas que resbalan por sus mejillas al ver mi rostro pálido.
Mis ojos se desvían hacia su boca mientras habla sobre lo que podríamos llegar a ser y ya no aguanto más. Le enjugo las lágrimas con mis dedos cuando enmarco su rostro, me acerco a ella y la beso con suavidad. Sé que la he cogido desprevenida, pero no tarda ni cinco segundos en devolverme el beso con más pasión.
Nuestras respiraciones se agitan y la temperatura de nuestros cuerpos se eleva con cada latido acelerado de nuestros corazones. Sus brazos rodean mi cintura haciendo que me acerque más a ella y el beso se intensifica.
Escuchamos que un coche entra en el aparcamiento y me alejo unos centímetros para esconder mi rostro en su cuello hasta que recién llegado se marche.
—¿Creías que no querría estar contigo por estar embarazada de otro? —le pregunto con un susurro en su oído mientras la abrazo. Siento que ella asiente con la cabeza y aumento la fuerza de mi abrazo dejando un beso en su cuello—. Nada me separará de ti ahora que eres mía.
Escucho el llanto de la chica camuflado por mi abrigo, la alejo un poco para poder enjugar sus lágrimas con una sonrisa en los labios y regresamos al interior del coche.
—¿Estás seguro de que no te importa? —me inquiere mientras arranco el motor.
Entrelazo mi mano con la de ella, le dedico una sonrisa llena de felicidad antes de subirme la mascarilla y pongo rumbo hacia la urbanización para cenar con los demás y darles la noticia.
—Nunca he estado más seguro en toda mi vida —le digo sin soltar su mano y llevarla hasta mi corazón para que sienta sus latidos.
***
Aparco delante de la caseta del guardia de seguridad, nos apeamos del vehículo y voy a buscarla para entrelazar nuestras manos mientras nos encaminamos hacia la puerta de metal.