La inauguración del catering fue todo un éxito y mi socia y yo estamos desbordantes de pedidos. Nos vamos a tener que meter en el jaleo de hacer entrevistas para aumentar la plantilla de empleados.
Meto las cajas en el maletero de la furgoneta que hemos alquilado para poder movernos y entregar los pedidos por toda la ciudad, me siento al volante y miro la dirección en el teléfono de la empresa para poder llegar al lugar correcto.
Entro en el aparcamiento del edificio, saco el carro para poder llevar todas las cajas juntas y subo en el ascensor. Me dirijo hacia la sala de reuniones y preparo todos los aperitivos por la mesa rectangular.
Estoy dejando la última bandeja cuando veo que los empleados comienzan a llegar. Me saludan con una leve reverencia de cabeza que imito con una sonrisa en los labios, aunque no la vean por la mascarilla y los invito a que cojan los canapés que quieran con un movimiento de mano.
Respondo cada pregunta que me hacen al sentir curiosidad por los sabores y me doy cuenta de que una chica pelirroja no ha dejado de mirarme en los quince minutos que llevamos dentro de aquella estancia.
Veo por el rabillo del ojo que se está acercando y me pongo nerviosa. «¿No le ha gustado los aperitivos? Espero que no sea eso», pienso intentando no temblar.
—Perdona, ¿eres Elisabeth O’Mara, la chef y youtuber? —me pregunta con unas arruguitas en los ojos, señal de que está sonriendo bajo la mascarilla.
—Esa soy yo. ¿Le gustan los canapés?
—Me encantan. ¿Sabes? He oído hablar mucho de ti. Tengo una amiga un poco obsesionada con tu programa de cocina y un amigo al que le has dejado hechizado con tus ojos celestes —me informa la periodista con la voz más suave que jamás he escuchado.
—Supongo que debería agradecerle que me siga.
—¿Te importaría hacerte una foto conmigo?
—Claro que no.
Ambas nos alejamos un poco de la mesa para tener más luz natural, nos bajamos las mascarillas, ambas sonriendo de oreja a oreja y nos sacamos la foto.
La chica la observa para cerciorarse de que salimos bien, nos subimos las mascarillas para continuar en la reunión y, sin saber cómo, acabamos entablando una conversación muy amena que hace que la velada pase más rápido.
***
La reunión ha acabado después de dos horas de descanso para ellos y de trabajo para mí, pero gracias a Mónica los minutos han pasado más rápido.
Estoy recogiendo las bandejas para dejar la estancia vacía cuando veo que la periodista está en la puerta, mirándome.
—Elisabeth ¿te importaría darme tu número de teléfono? Estoy pensando en hacer una fiesta y quisiera contratar tu catering —me pide la muchacha con amabilidad.
—Te dejo un folleto y ahí puedes encontrar nuestro número de empresa…
—No me refería a ese número. Prefiero tener el tuyo, no me gustaría que otra persona se hiciera cargo del catering. Soy un poco maniática al respecto.
La miro durante unos segundos, parpadeando desconcertada, pero claudico y le entrego mi número de teléfono personal. La chica me da las gracias con una gran sonrisa que llega hasta sus ojos grises, da media vuelta sobre sí misma y se marcha con seguridad.
«Es un poco rara, pero muy amable», pienso recogiendo el carro con las cajas llenas de las bandejas vacías.
Bajo en el ascensor hasta el aparcamiento, meto las cajas en la furgoneta y vuelvo al local para soltarlo todo.
***
Al entrar en el local que mi socia y yo tenemos alquilado, la encuentro sentada en la mesa redonda cerca del ventanal, hablando por teléfono y apuntando un nuevo pedido.
Me siento enfrente de ella con un resoplido lleno de cansancio y espero a que termine para poder comentarle lo bien que ha salido la reunión de la emisora de radio.
—Esto marcha, amiga. Nos vamos a hacer de oro con tantos pedidos —me informa con una gran sonrisa de oreja a oreja.
—Me alegro mucho de que esté yendo tan bien. ¿Te ocupas de la entrega del siguiente pedido? Voy a grabar una receta para mi canal —le pido al quitarme los zapatos de tacón para estirar los dedos de los pies.
—Por supuesto. Dame la dirección.
—Gracias —le digo al levantarme cuando escucho que alguien llama a la puerta cerrada del local con suavidad. Abro y veo a mi amigo—. Bienvenido, Han.
—Veo que encontraste un buen lugar para grabar y preparar los pedidos —me dice el chico dejando un beso en mi frente, acostumbrado a mi manera de saludar a mis amigos.
—¿Lo dudabas? —pregunto indignada por esa falta de confianza—. Vamos a grabar en el primer fogón.
—De acuerdo. Voy a prepararlo todo.
—Pues yo os dejo solos para que podáis grabar mejor. Hasta luego —se despide HyeJi intentando llamar la atención de mi amigo, pero sin lograrlo.
Le dedico una sonrisa, le dejo una leve palmadita en el brazo y la acompaño hasta la salida para ayudarla con las cajas.
Dejo una de las cajas en el maletero de la furgoneta, frenó a mi socia para que me escuche y le digo: