Solo tú

127. HoYung

Estoy temblando de los pies a la cabeza, al igual que cuando le pedí a la chef la cita.

El día ha llegado y casi no puedo tenerme en pie mientras termino de ataviarme con el abrigo en la puerta que lleva al garaje.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta la voz de Mónica a mi espalda. 

La miro de reojo y veo a las demás chicas junto a ella, preocupadas por mí. 

—Estoy nervioso. ¿Y si no sale como yo o ella espera? —inquiero con la voz temblando de miedo.

—HoYung, relájate o te dará un infarto. Solo tienes que ser tú mismo. Le encontrarás si te muestras tal y como eres —contesta Elenor al dejarme un abrazo para intentar calmarme.

—Ser yo mismo. De acuerdo. Deseadme suerte.

—Muchísima suerte —responden las seis al unísono con una gran sonrisa en sus labios. 

Entro en el coche, salgo del garaje ataviado con la mascarilla y la gorra para que los fotógrafos de fuera no me reconozcan de inmediato y pongo rumbo hacia el centro comercial donde he quedado con la chica. 

La veo esperando en la puerta del centro de juegos recreativos, me acerco a ella y la saludo con una leve reverencia. 

Pasamos al interior de los recreativos y comenzamos a jugar a la máquina de baile para romper un poco el hielo. Y, de paso, los nervios se me pasen. 

Dejo que ella gane por muy poco y nos dirigimos hacia la mesa de hockey de aire para poder conversar más tranquilamente.

—Las chicas me han dicho que te gusta la cultura asiática. ¿Has viajado por toda Asia oriental o solo te has quedado en China, Japón y Corea del Sur? —quiero saber intentando apuntar a la rendija para meter el disco. 

—También he ido a Tailandia, aunque me quedan varios países aún por conocer. Estoy planeando un viaje a Filipinas, pero no sé cuándo podré llevarlo a cabo con lo liada que estoy con el catering y la dirección de mis restaurantes, además de grabar para el programa. 

—No deberías estresarte tanto. Eso no te hace bien. Es bueno desconectar de vez en cuando. Como ahora. 

La chica me dedica una sonrisa que no puedo ver por la mascarilla, sin embargo, veo las pequeñas arruguitas de sus ojos y eso hace que la imite.

—Gracias por hacer que descanse durante un tiempo. Me está sentando de maravilla. 

—No hay de qué, para eso están los amigos. 

—Es bueno tener amigos como tú —me dice unos segundos antes de meter el disco en mi ranura y ganarme el partido. 

—¿Te parece bien si vamos a cenar? Estaremos más tranquilos y podremos hablar mejor.

—Claro. ¿Tienes algún sitio pensado? 

—Pues sí. ¿Has venido en coche? 

—En taxi. No tengo mi coche en Seúl. 

—En ese caso, vamos en el mío. Te encantará el restaurante y la comida —le aseguro caminando junto a ella y controlando mi impulso de coger su mano. 

Pongo rumbo hacia el restaurante del amigo de JoMin y la chica me coge desprevenido al decirme:

—HoYung, quiero ser sincera contigo. No sé cuánto tiempo estaré en Seúl o si me quedaré para siempre. En este momento, no veo bien tener una relación porque no tendría mucho tiempo para dedicarle. Las chicas me contaron que te gusto y tú también me gustas, pero tampoco quiero darte esperanzas…

—Elisabeth, no te preocupes. Primero, en cuanto al tiempo para dedicarle a la relación, yo tampoco tendría mucho. Y segundo, sí, me gustas, no obstante, no voy a obligarte a aceptarme si tú no quieres. Podemos seguir siendo amigos si es lo que quieres —contesto para que deje la narración tan trágica que me está devastando.

La chica me mira durante un minuto que me parece una eternidad, aparco al lado del restaurante y la guio hasta el interior. Le digo al jefe de sala que quiero hablar con el dueño y cocinero y éste lo llama sin decir mi nombre por la radio. 

El amigo de JoMin aparece con una sonrisa que hace sus ojos más rasgados, me reconoce y nos lleva a un reservado. 

—Espero que todo esté a vuestro gusto. Por ese hueco podréis conseguir vuestro pedido —nos informa señalando un hueco tapado por una puerta de madera—. Que lo paséis bien.

Se despide con una reverencia y cierra la puerta del reservado para que nadie pueda vernos en el interior. 

Los dos nos quitamos las mascarillas y los abrigos, nos sentamos a la mesa y pido una botella de vino por la tableta digital en el centro de la mesa. 

—Entonces, ¿no te importaría que solo seamos amigos? —me inquiere la chica sin mirarme a los ojos. 

—Por supuesto que no. Si quieres estar segura de si te quedarás o no antes de empezar cualquier relación, lo entiendo. 

—Muchas gracias por la comprensión. 

Cenamos conversando sobre nuestras familias, nuestros trabajos, mis próximos proyectos como solista y sus próximos proyectos que incluyen un famoso concurso de cocina.

—Es increíble que hayas podido llegar tan alto en tu carrera. ¿Eras consciente de que podrías llegar a ser un artista internacionalmente reconocido? —quiere saber antes de llevar un trozo de filete a su boca. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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