Solo tu y yo, no importa que

Capitulo 3

2 Días después...

Decían que la apariencia no importaba, quién lo dijo no tenía la oportunidad de tener una. Un saco rojo elegante ayudaría a dar una buena impresión, no es muy común. Los nervios me invaden, la ansiedad se asomaba por mi espalda, mi mente producía escenarios ficticios por montones, una catástrofe.

El castillo era más grande de lo que podía imaginar, lleno de cuadros y reliquias de miles de años, era impresionante.

La realeza nos esperaba en un salón un poco grande, lleno de cuadros y ventanas enormes cubiertos por cortinas rojas colgando por los lados, un enorme sillón en medio de la sala. Nos dieron tiempo de acoplarnos, yo acomodaba las cámaras, mientras Joana acomodaba la luces. Algunos minutos después su "mayordomo" anunció su entrada. Vestían sus características vestimentas, con sus respectivas medallas.

—Bien, por favor tomen su lugar— dije, al parecer me ignoraron, por excepción de la reina, algo que agradecía —Coloquense donde los reyes esten en medio.

— ¿Por qué no puedo ir al centro?, siempre voy allí —dijo el príncipe Timothy

—Aunque sea diferente propósito, quiero mantenerme en esa línea —respondí acomodando el lente.

—Claro, con esas fotografías de la exposición, no se espera mucho— volvió atacar

"Porque no te callas y posas para que pueda hacer una maldita imagen falsa" respondí, o eso quise, es lamentable que por ser de la realeza no poder responder o ponerlos en su maldito lugar.

Tomamos un par de fotos, después nos pasamos al jardín y por último a la ciudad, específicamente un orfanato, la cual fue más difícil de lo que imaginé. Primero: no querían tocar a los niños, ¡Como demonios demostraría humanidad si no tocaban o interactúan con ellos!, segundo: hacían lágrimas falsas, por suerte también sabía algo de Photoshop, claro está que eso es algo muy reciente, y no sabía si eso funcionaría.

Después de un largo día, por fin salí, Joana había ido con unos amigos, me dirigía a mi casa, por las calles repletas de personas, difícil de caminar. Un carro apareció por mi lado, su bocina ensordecedora estalló en mi oído.

—Señorita la puedo llevar a su casa— dijo un señor bajando la ventanilla

—No gracias estoy bien así— no pensé que fuera él.

—Es una orden de tu realeza— bajó el vidrio trasero, príncipe Timothy —sube, no tienes opción.

—De hecho si lo tengo, no tengo que aceptar nada y menos de usted, además me gusta caminar—

—No creo que a alguien le guste caminar en ese revoltijo— tenía razón, pero mi orgullo me sobrepasaba —a este paso llegarás a tu casa a la media noche.

—Tal vez, pero igual no puedo tengo que ir hacer unos mandados, lo siento será otra vez— dije para seguir caminando, al parecer nadie había reconocido el auto del príncipe.

Él se bajó de su carro y me tomó por la espalda —Deja tu orgullo y sube al coche, te llevaré a donde necesites.

—Super.

— ¿Super? —pregunto confundido

—Si, el supermercado, necesito comida.

—Bien te llevaré allí.

Dijo y nos subimos al coche, nos dirigimos al supermercado, había un poco de tráfico, sin embargo todavía llegamos, agarre una carreta, no había tenido tiempo ni ganas en la semana, pero dado a que ya no tengo que comer, era necesario. No habia gente lo que facilitó la compra, parecía que él nunca había ido de compras, era un niño chiquito, tocando todo a su paso, y al llegar a la zona de dulces se le iluminaron los ojo, le ofrecí comprarle algo, este se negó, aunque igual agarre un par de dulces, la hora de pagar llegó, en ese momento él se ofreció a pagar lo cual me negué, después de una discusión accedi. Al salir de ahí su chofer nos ayudó a subir las compras, al dar la vuelta un niño se me acercó, tenía otro niño en brazos.

— ¿Hola disculpen no tienen algo de comer? —pregunto amable

—Espérame— me di la vuelta y fui directo donde el príncipe — ¿No tienes efectivo? —él me dio un billete de 50 euros, agarre un par de galletas que había comprado, se las lleve al niño.

Este agradeció y se fue, por el rabillo sentía una mirada, el príncipe me miraba cuidadosamente, "¿Que?" pregunte, "Nada" él respondió. Nos subimos al carro y me dirigí a la casa, me ayudaron a entrar las bolsas, le agradecí a su chófer, y quedé platicando con el príncipe.

—Gracias, creo que estoy en deuda con usted— conteste

—Descuida no está en deuda.

—Bien, me alegro, espero que este no fuera un acto de comprar mi palabra.

— ¿Comprarla? —pregunto confundido

—Si, ya sabe, tengo que hacer la presentación y un par de entrevistas, ya sabe por la edición especial de usted y su familia, y como usted me trato en la sesión, pensé que fue para contrarrestarlo, pero me alegro de que no fue eso— me dirigí a mi casa, pero me doy la vuelta hacia el que seguía en la entrada — y descuide de todas formas no iba a decir nada malo de usted, por si no sabe se llama confiabilidad.

Había sido un día largo, sabía que la realeza era dura, pero no como una roca. Lo que no sabía es que desde ese día todo cambiaría.




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