El fin de semana pasado, me dio la crisis existencial del mes. Ya saben, aquella que todos los adolescentes tenemos.
La que nos atormenta cuando nos metemos en la cama dispuestos a dormir una relajante siesta. En la que tu cerebro en ese momento decide recordarte todos los errores que has cometido en la vida. Que saca tus inseguridades a relucir.
¿Qué hubiera pasado si …?
Ni siquiera te atrevas a mencionarlo. Porque no lo puedes cambiar.
Si nunca hubieras engordado, quizá nunca habría tenido la oportunidad de gozar los manjares que dañaron tu físico.
Si nunca hubieras salido con ese chico, quizá tendrías el mismo carácter de noble esperando a que alguien se aproveche de ti.
Si le hubieras pedido el teléfono a esa chica, quizá habría sido una relación, o tal vez el peor error de tu vida.
Mi punto aquí es que no son las cosas que haces o las que no. Son simplemente las cosas que la vida quiere que hagas. Las que te han llevado a ser lo que eres hoy.
Así que no te arrepientas de los que has hecho en la vida.
Porque créeme, lo que es para ti, aunque te quites. Y lo que no, aunque te aferres con todas tus fuerzas.
Simplemente deja a la vida formar tu camino.
Si hubieras entrado a esa universidad, quizá a mitad de semestre habrías odiado tu carrera. O tal vez nunca habrías conocido a tu novio, el cual conociste en el trabajo que tus papás te consiguieron para que no estuvieras un año sin hacer nada.
Si no te hubieras ido a ese extra, quizá seguirías desmotivado y viviendo la vida normal. No l estarías echando las mismas ganas que tienes ahorita de subir tu promedio.
Siempre he admirado a los que saben qué es lo que quieren. Y créanme que es de chingones conocer a gente que sabe lo que quiere, y que cuando la vida no los deja, ellos se encargan de buscar el camino junto a ella. Porque saben y aceptan que al final de todo, siempre hay un final y feliz. Y si llega un punto en el que sientes que ya no puedes, tranquilo. Créeme que aún no es el final.