Si había alguna duda sobre la obsesión de Tomás respecto a la puntualidad ese día quedaba comprobada, llegar a las 6:45 de la mañana a la preparatoria debería ser considerado un delito por cualquier otro estudiante, pero para él no lo era.
La verdad es que no había llegado temprano por su obsesiva puntualidad, sino porque la noche anterior no había podido dormir demasiado, cuando lo hizo fue para soñar con Angie, y no fue un sueño inocente. Afortunadamente, para Tomás las puertas del bachillerato ya estaban abiertas. No obstante, él decidió no entrar porque estaba esperando a la culpable de su ansiedad.
Angélica bajó del camión que la dejaba a tres cuadras de la escuela, su noche había sido mejor que la de él, pero había un común denominador con Tom, ella tampoco podía dejar de pensar en él.
Caminó hasta la puerta de la escuela como lo hacía todos los días, cuando vio a Tomás parado junto a la puerta de la entrada las mariposas en su estómago volvieron a revolotear, pero esta vez con más intensidad, sus manos empezaron a sudar frío. Tom también se puso nervioso cuando la vio acercarse. Sin embargo, a él se le daba mejor ocultar sus emociones.
Al llegar a la entrada Angie torció la cara en una especie de sonrisa, él tomó la cara de ella entre sus manos, la vio fijamente durante un rato. Angélica creyó que le daría un beso en el boca, o al menos lo anhelaba, pero Tomás la besó en la punta de la nariz.
―Hola ―saludó ella con la cara enrojecida.
―Hola, ¿Cómo estás? ―indagó él. Tomó un mechón de cabello que caía por la cara de Angie para colocarlo detrás de su oreja.
―Bien ―contestó tímidamente. Tom cogió la mochila de ella, para colgarla en su hombro. Sostuvo a Angie de la mano mientras se dirigían al salón donde ella tendría su primera clase. Mientras esperaban que llegara el profesor de ella, charlaron sobre sus gustos y afinidades para sorpresa de ella resultó que a Tomás no le gustaban los deportes, en especial el fútbol. Por su parte Angie comentó que le encantaba el fútbol y dibujar. Tomás le sugirió que se inscribiera a dibujo como extracurricular a lo que ella contestó solo con un asentimiento de cabeza, pero no agregó si lo haría, o no.
―Angie, a veces me gustaría ser tú, debe ser genial tener una hermana que te resuelva la vida. ―murmuró una chica de cabello oscuro que pasaba por donde ellos estaban charlando.
Tomás sentenció con la mirada a la chica que hizo el ácido comentario. En su mente se repetía algo que le había comentado Nick el día anterior: El problema no es ella.
―¡Ya me voy! ―dijo tensa, soltándose del agarré de Tomás. ¿Por qué se tiene que acabar tan rápido?, se recrimino mentalmente. Estaba segura que Tomás ahora no le hablaría más.
―¡Angie! ―llamó él, cuando ella ya había dado unos pasos en dirección a su salón. Ella lo ignoró, dejándolo creer que a partir de ese momento se escondería de él.
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Nicholas estaba en su oficina buscando una forma de ayudar a Angie, como prefecto escolar se encontraba dentro de sus atribuciones, era una lástima que los dueños de la escuela estuvieran más interesados en recibir las colegiaturas mensuales, que en los alumnos de la misma. La vez que intentó suspender a quien empujó a Angie por las escaleras, estos dijeron que no se podían arriesgar a perder el dinero de la colegiatura, también se encargaron de recordarle que de ese dinero era donde pagaban su sueldo a él y Liliana.
Había hablado con su amiga de la importancia de que la cambiara de escuela, pero ella se negaba por miedo a que Angie terminara de alejarse, él creía que pasaría lo opuesto. El año pasado Nick la evaluó con la idea de que así sus compañeros cambiarían su actitud hacía ella. Todo salió al revés empezaron a decir que Nick y Liliana eran novios ―nada más alejado de la realidad―, y por eso había ayudado a Angie.
Sabía que era buena idea que alguien más evaluará a Angie, tenía que ser un profesor que no fuera amigo o cercano a Liliana, pero no se le ocurría nadie. Debía hablar con su amiga y dejarle tres cosas en claro; una era necesario que aceptara cambiar a Angie de escuela por el bien de la menor y su relación como hermanas, dos convencerla de que acudieran con un psicólogo para superar la perdida, y tres; convencerla de que otro profesor evaluara a su hermana.
―Hola ―saludó al llegar al escritorio de Liliana.
―Hola ―contestó ella.
―¿Tienes libre? ―cuestionó.
―Sí, por lo que veo tú no tienes trabajo.
―Trabajo tengo de sobra, pero hay un tema que me preocupa y quiero comentarlo contigo. ¿Te invito un café? ―ofreció. Liliana asintió, no le sorprendió que Nick quisiera comentar algo de trabajo con ella, si alguien, había hecho todo lo posible para que su hermana pudiera salir de su ostracismo era Nick, no tenía dudas de que ese sería el tema del que quería hablar.