De camino a casa, Leonora le pidió a Salvador que detuviera el coche cerca de la plaza principal. Salvador como de costumbre bajaba y le abría la puerta a Leonora, al mismo tiempo que la ayudaba a bajar sosteniéndole la mano. Por su parte, Alma bajaba sin ayuda corriendo hasta acercarse a su mamá. Salvador se ofreció a acompañarlas, pero Leonora se negó argumentando que solamente iría a la botica a comprar unas cosas.
Leonora tomo de la mano a Alma y la llevo a caminando por la plaza principal del pueblo, la cual estaba atestada de gente, así como de soldados y de vendedores. Pero no tenía tiempo para distraerse así que llevo a pujanzas a Alma por toda la plaza hasta llegar a la tienda del boticario.
Al entrar a la botica, Alma no dejo de mirar a su alrededor las enormes estanterías repletas con recipientes y botellas brillantes de diferentes tamaños y colores. Todas y cada una de ellas con diferentes sustancias, plantas y pociones. Leonora tocaba la campanita del mostrador, pero el boticario no aparecía. Alma seguía viendo las enormes hileras de botellas y frascos que se extendían a montones por todas las paredes de la botica. Leonora volvía a tocar la campanita con impaciencia. Por momentos se inclinaba un poco para asomarse hacía la puerta que conectaba la casa con la tienda para saber si alguien venía; como no era así, se dio la vuelta para marcharse llevándose a Alma de la mano, cuando justo en ese momento apareció el viejo boticario quién salía corriendo de su casa. Él y Leonora se saludaban, después recargándose sobre su mostrador posaba sus ojos sobre Alma.
--¡No me diga que esta jovencita es Alma! —decía sorprendido el boticario.
--Así es. Saluda al señor, hija.
--Buenas tardes—respondía Alma
--Ya es una muchacha muy grande. ¡Como ha crecido! —comentaba el boticario.
--A Dios gracias—contestaba Leonora muy agradecida.
Leonora necesitaba un remedió que curara el insomnio de Alma. El boticario se acercó a sus estantes. Tomo uno de los frascos el cual contenía hierbas de Valeriana. Leonora no sabía que era. Destapaba el fresco, olía el contenido y preguntaba con curiosidad de que se trataba. El boticario le conto que se trataban de unas hierbas llamadas valerianas, las cuales eran traídas desde España. Muy eficaces para combatir el insomnio. Con la preparación de un té bastaba con que Alma lo bebiera para caer rendida de sueño. Leonora compro la valeriana, después le dio la gracias al boticario, saliendo así de la botica junto con Alma.