Sueño De Una Luna De Estambre

28

Atorada en el umbral inferior de la puerta de la entrada se encontraba una carta, la cual recogió Rita cuando entraba cargando las bolsas del mandado después de haber ido al mercado. Leyó el destinario y vio que la carta estaba a nombre de Alma lo cual la sorprendió. Por un momento pensó que era una de las cartas que su mamá le escribía a la señorita, pero se dio cuenta que la letra del destinatario era diferente. 

Alma estaba leyendo en la sala de estar cuando Rita entro llevándole la carta. Alma dejo de leer y la tomo pensando que era de su papá, pero al igual que Rita también se percató que la letra del destinatario era diferente. A Alma se le ocurrió que podía ser de Maxwell así que le pidió a Rita que fueran a la cocina para abrirla y leerla para que Leonora no se diera cuenta. Cuando estuvieron en la cocina, Alma la abrió y la empezó a leer en silencio. Rita se acercó a leerla y mientras lo hacía abría la boca y los ojos, mostrando su asombro lo mismo que Alma, pues la carta decía varias cosas un tanto atrevidas. Lo que les quedo claro es que era de un hombre romántico, apasionado y muy enamorado, las frases eran tan románticas y dulces a la vez que ambas mujeres no dejaban de reír al mismo tiempo que se ruborizaban. De pronto entro Leonora dejando una bolsa colgada en un perchero. Les pregunto de que reían tomándolas por sorpresa. Alma escondió la carta rápidamente debajo de la mesa entre sus manos y ocultándola entre sus piernas. Leonora se acercó preguntándoles insistentemente de que reían. Alma y Rita tartamudeaban pues no sabían que decir. A Alma se le ocurrió decir que se reían de la vez que Salvador se había llenado de lodo por culpa suya y de Maxwell. Leonora asentía mostrándose convencida pero no del todo, pero fue suficiente para que dejara de insistir. Solo se acercó a Rita para pedirle que le llevara el nuevo adorno floral que le había encargado del mercado. Leonora se fue sin dejar de pensar que su hija y Rita se comportaban muy sospechosas, pero al mismo tiempo pensó que sería inútil interrogarlas. Alma sacaba la carta de regreso y Rita se acercaba para continuar con la lectura. Al final de la carta venía una cita en el parque para Alma. Algo que le parecía extraño viniendo de Maxwell. Rita le dijo que quizás quería decirle algo importante y que no había tenido la oportunidad de visitarla. Alma se convenció, pero había un inconveniente el cual era poder ir sin que su mamá hiciera preguntas. Rita ideo un plan en el que ella le diría a la patrona que Alma la acompañaría al mercado para ayudarla con las bolsas. La dejaría en el parque hablando con Maxwell y de regreso la recogería sin que su madre se diera cuenta. Así lo hicieron. Le contaron sus intenciones a Leonora quién les puso una traba diciéndoles que Salvador siempre ayudaba a Rita con las bolsas. Esto echo abajo su plan, no se les ocurrió nada más que decir, pero Leonora se mostró dadivosa dejándolas ir de todos modos.  Alma y Rita se iban juntas, lo que no sabían es que Leonora ya sospechaba que la razón de la mentira que ambas le dijeron fue que en realidad Alma iría a ver a Maxwell o por lo menos es lo que ella creía.

Al llegar al parque, hicieron lo que habían planeado. Rita acompaño a Alma hasta dejarla en una banca, no estaban seguras del lugar preciso, pero suponían que si la carta era de Maxwell no tendría problemas en encontrarse con él. Rita se fue, pues aprovechaba para hacer otras compras que le habían hecho falta. Alma esperaba a Maxwell mirando a las personas que pasaban caminando y a las palomas que volaban cerca. Habían pasado varios minutos y ya comenzaba a sentirse impaciente. Se estaba aburriendo, sintiéndose engañada por aquella carta. Bajaba su mirada para ver a un par de palomas caminando justo enfrente de ella, cuando vio un par de botas negras militaras acercándose provocando que las palomas salieran volando. “Buenas tardes” le decía una voz de un hombre joven, lo que la hizo levantar su mirada poco a poco para para ver a aquel hombre vestido de militar alto y fuerte que estaba de pie justo enfrente de ella. Cuando lo vio al rostro volvió a ver a aquel joven moreno de pelo rizado y negro, con un ligero bigote y sus ojos oscuros penetrantes, al que recordaba como el sobrino del coronel Juan Duarte. 

--Buenas tardes—contestaba, Alma.

--¿Está usted sola?  

--La verdad es que estaba esperando a alguien—decía, Alma, sintiéndose un tanto incomoda. Mientras veía desde su asiento a aquel soldado firme y gallardo.

--¿No le importa si me siento un momento? —le pedía permiso el oficial Jaime, pero Alma pensaba que Maxwell quizás vendría en camino y si la encontraba hablando con él, la situación tal vez se volvería embarazosa, titubeo por un segundo, pero después pensó que en realidad no tenía nada de malo si aquel soldado y ella solo platicaban.

--Si está bien—le permitía a Jaime sentarse a un lado de ella.

--¿Se acuerda de mí? —preguntaba, Jaime.

--Si, es el sobrino del coronel Juan Duarte. ¿No es así?

--Oficial Jaime Cienfuegos, para servirle, madame—decía Jaime mientras se quitaba el sombrero y le daba la mano a Alma.

--Alma Ríos Montiel.

--¿A quién espera? ¡Digo! ¡Si no es atrevimiento de mi parte!  

--¡Si lo es! —decía Alma viéndolo con los ojos entrecerrados--A Maxwell Turner—decía riendo para tranquilizarlo.  

--Por un memento pensé que se había enfadado conmigo.

--No, para nada. ¿Lo conoce?

--Si, lo conozco. Su padre es el dueño de las minas. ¿Cierto?



#8230 en Fantasía
#1820 en Magia

En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.