Al fin llegó la noche del baile, carruajes y automóviles lujosos llegaban a afueras de la residencia de los Turner, que más que una simple casa, lucía como un castillo con enormes torres a sus costados, con ventanas y ventanales emitiendo grandes ráfagas de luz como si fueran faros. Desde adentro salía la música de un vals romántico interpretado por una orquesta. Las personas entraban a la casa de los Turner siendo recibidos en la entrada por el señor y la señora Turner. Leonora y Alma entraban, el señor Benjamin y la señora Agatha las recibían brindándoles halagos por su apariencia, pues ambas venían vestidas con unos elegantes y vislumbraste trajes de gala. Después entraron al vestíbulo principal donde había una enorme concurrencia de gente en donde se detenían cada vez que avanzaban un poco ya que algunos invitados detenían a Leonora constantemente para saludarla. Después se quedaron atascadas entre la gente en medio del enorme vestíbulo, donde estuvieron conversando con varias personas de prestigiosos nombres de Santa Inés. A la orilla, debajo de los intercolumnios se encontraba una larga fila de soldados federales. Formados en hilera observando la fiesta. Entre los soldados se encontraban el coronel Juan Duarte y Jaime, quienes observaban el movimiento de la fiesta, viendo a todos los invitados aglomerándose en medio del vestíbulo. El coronel Juan Duarte quien fumaba un enorme puro, por un acto de reflejo alcanzo a observar a Leonora entre la gente. Se balanceo de un lado a otro para mejorar su ángulo de vista. Después le hizo la observación a Jaime quien de inmediato también se balanceo estirando el cuello, pero a ver a Alma. El coronel Juan Duarte se alejó de la fila para adentrarse entre la gente. Jaime intento seguirlo, pero lo detuvo poniéndole la mano en el pecho y diciéndole que regresara a su puesto. Se le opuso, pero el coronel Juan Duarte lo amenazo con quitarle la licencia si no obedecía. Entonces, regreso a su puesto como un perro con la cola entre las patas. El coronel Juan Duarte se abrió paso entre la gente hasta acercarse a Leonora y saludarla. Por un momento, dejaron sola a Alma quien al saberse de la presencia del coronel Juan Duarte supuso que Jaime también estaría ahí. Estiro el cuello y se puso de puntas para levantarse entre la gente. A pesar de su baja estatura logro mirar a Jaime entre cabezas y hombros, de pie debajo de los intercolumnios, mirando todo lo que sucedía a su alrededor. El coronel Juan Duarte termino de saludar a Leonora y se acercó a saludar a Alma, tomándola de una mano para levantársela y hacerla que diera una vuelta, viéndose como un cisne bailando sobre el agua.
En el salón principal los invitados se encontraban distribuidos a la orilla de la pista de baile. Alma y Leonora compartían la mesa con el coronel Juan Duarte, Jaime y otros militares e invitados. El coronel Juan Duarte y Jaime habían hecho lo posible por sentarse con ellas en la misma mesa y como era de costumbre los escoltas se sentaban donde el coronel lo hacía. Uno de sus escoltas era el capitán Lorenzo García con quien hablaba sobre las movilizaciones de los rebeldes en el norte del país. Leonora charlaba con los otros invitados sobre la fiesta, los demás invitados y las diferencias de las clases sociales de Santa Inés. Alma no hablaba con nadie, lo mismo que Jaime. Ambos permanecían callados, con sus posturas serias y tímidas, escuchando las pláticas aburridas de los adultos, pues eran la mismas platicas que escuchaban siempre. A pesar de que estaban rodeados de gente, se sentían solitarios, aunque tampoco cruzaban palabra alguna. En lugar de hablar ambos permanecían mirándose de vez en cuando. A veces Alma se entretenía bebiendo champaña o volteando de un lado a otro. Jaime por su parte solo contestaba a las reafirmaciones del coronel Juan Duarte, pero sin quitarle la vista de encima a Alma quien por momentos bajaba la mirada a ver sus manos con las que jugaba por producto de los nervios para levantarla de nuevo y cruzar la mirada con él. Los adultos estaban tan inmersos en sus platicas que no notaban a los dos jóvenes mirándose y jugando con la vista a excepción del capitán Lorenzo García quién mientras escuchaba la aburrida platica de su coronel ponía sus ojos sobre Jaime, sabiendo que no dejaba de ver a Alma. De esa forma se dio cuenta que algo pasaba entre ellos, pero no hizo un solo comentario al respecto. A veces el coronel Juan Duarte cruzaba palabra con Leonora, él le hablaba sobre sus proyectos que tenía planeados después de retirarse del ejercito pues era un hombre maduro que ya tenía casi treinta años de servicio en el ejército y estaba planeando irse a vivir de regreso a su pueblo de origen. Obviamente nunca hizo mención de su esposa e hijos. Leonora solo lo escuchaba por educación ya que no lograba disimular el asco que sentía por ese hombre quien le hablaba al oído despidiendo un olor a tabaco mezclado con perfume de tocador barato.
El señor Benjamin Turner se encontraba sentado a una mesa larga en el fondo junto a su esposa y sus socios. Se puso de pie, tomando una copa de vino la cual golpeo con una cuchara pues quería hacer un anunció, pero nadie escuchó el primer llamado pues el salón se envolvía en un bullicio incesante. El señor Benjamin Turner volvió a golpear la copa de vino, pero esta vez dio un grito diciendo que quería dar un anunció. Finalmente, el escándalo se detuvo, hasta que el salón se volvió en un silencio total, con excepción del coronel Juan Duarte quien seguía hablando con el capitán Lorenzo García a quién, con su voz estruendosa que lo caracterizaba le decía “No es más que un cerdo posicionado y con dinero” volviéndose un eco que se expandió por todo el salón haciendo que todos los invitados voltearan a verlo. Leonora se cohibía por la vergüenza llevándose la mano a la frente, por su parte Alma y Jaime movían sus ojos de un lado a otro sintiendo la mirada de todas las personas sobre ellos, después bajan la cabeza sintiéndose abochornados. Lorenzo García hacía una mueca y se alejaba un poco del coronel Juan Duarte quien rio de manera cínica al sentir la mirada de cientos de personas sobre él. Logro librarse de la situación incómoda pidiendo disculpas y diciéndole al señor Benjamin Turner que prosiguiera con su discurso. El señor Benjamin Turner aceptado las disculpas del coronel Juan Duarte continuo con su discurso donde hacía mención de lo grandioso que era este país que lo había recibido como extranjero y que le permitió tener negocios y familia, llamándolo “La tierra de las oportunidades” Todos aplaudían con furor. Después declaro que, así como este país le daba oportunidades ahora también se las daría a su hijo Maxwell quien entro al escuchar su nombre para hacer su entrada triunfal al salón. El señor Benjamin le cedió la palabra y tomo asiento para escucharlo atentamente como el resto del salón hacía. Maxwell volvió a hacer mención de su estadía en Inglaterra, hablo sobre las relaciones comerciales entre Europa y América y dijo que al igual que su papá él también se sentía contento de llegar a esta “Tierra de oportunidades”. El público volvió a aplaudir con furor. Maxwell continuo con su discurso, pero esta vez dijo que estaba más contento que nunca sobre todo porque jamás pensó que en este país encontraría al amor de su vida, refiriéndose a Alma quién comenzó a ruborizarse, sintiéndose apenada e intentando mantener su perfil bajo, pero Maxwell le pidió que se pusiera de pie para que pasara al frente a colocarse a un lado suyo. Leonora volteaba a ver a su hija sintiéndose muy honrada y contenta. Una desilusión se apodero de Jaime quien la veía poniéndose de pie. Cuando Alma se puso de pie no dejo de ver a Jaime quién se mostraba con su cabeza agachada y sus labios apretados tratando de desviar su mirada de la de ella, pero esto no le importo, pues le dio la espalda y camino abriéndose paso entre las mesas, hasta ponerse a un lado de Maxwell enfrente de toda la audiencia. Maxwell continúo hablando, decidido a dar la noticia de su matrimonio y sorprender a todos los presentes, sobre todo a sus padres y a la madre de Alma. Finalmente dijo ante todos que Alma “Esta maravillosa mujer” como en realidad dijo había aceptado ser su esposa. Alma se quedó anonadada, sin saber que hacer, sonrió y tomo del brazo a Maxwell quien sonreía tontamente mientras hacía señas de agradecimiento con su mano por los aplausos de felicitación de todos sus invitados. El salón se estremeció en aplausos. Los padres de Maxwell se pusieron de pie y se acercaron a besar y a abrazar a Alma. Por supuesto que Leonora estaba que desbordaba de alegría, se ponía de pie y no dejaba de aplaudir ni por un segundo viendo a su hija comprometida al fin con el joven Maxwell. Todos los militares permanecían sentados imitando al coronel Juan Duarte quien aplaudía y chiflaba, con su actitud vulgar de siempre. Después se puso de pie y así lo hicieron todos sus subordinados. El capitán Lorenzo García aplaudía con mesura pues sabía que Jaime sentía algo por Alma, así que intento mostrarse solidario con él, bajo su mirada y lo vio siendo la única persona sentada en todo el salón, con una enorme pesadumbre en su rostro, sus ojos fijos en el suelo, sin aplaudir, completamente congelado sin hacer ni un solo movimiento, sin cambiar de expresión pues estaba helado, aplastado por la decepción y abatido por la frustración que poco a poco lo estaba llevando a la desesperación, sintiendo una rabia que lo carcomía como un roedor que le devoraba el corazón, la sangre le hervía por dentro provocada por la colera que le subía hasta la garganta, lo que amaba, ese mundo que imaginaba en donde era feliz se había derrumbado, había desparecido en tan solo una noche.