Sueño De Una Luna De Estambre

35

Por las calles principales de Santa Inés rodaba un lujoso automóvil el cual se estacionaba a afueras del ayuntamiento y del cual bajaron el Mayor Mariano Gutiérrez y otros soldados de alto rango.

            En su oficina el coronel Juan Duarte fumaba y charlaba despreocupadamente con el capitán Lorenzo García, quien también fumaba un puro de los que habían confiscado a un grupo de contrabandista que venían de la cierra tarahumara, trayendo consigo cajas repletas con licor casero y habanos traídos desde la isla cubana. Cuando de pronto sin previo aviso entro uno de los escoltas del Mayor Gutiérrez gritando “¡Atención!” haciendo que el coronel Juan Duarte y el capitán Lorenzo García se desconcertaran. Cuando vieron entrar al Mayor Gutiérrez, fue tanta su sorpresa que el coronel Juan Duarte guardo su cigarro aún encendido lo más rápido que pudo dentro de un cajón de su escritorio, por su parte al capitán Lorenzo García no le quedo de otra más que esconderlo en el bolsillo de su pantalón corriendo el riesgo de que se le quemara no solo el pantalón sino también la pierna. Ambos brincaron de sus sillas y se pusieron en posición de firmes para recibir al Mayor Mariano Gutiérrez con el saludo militar quién se detuvo primero frente al capitán Lorenzo García para inspeccionarlo de arriba abajo. Después se acercó hasta ponerse frente al escritorio del coronel Juan Duarte quien mantenía su saludo firme mientras no dejaba de sudar de la frente.

            --¡Descansen! —dijo el Mayor Mariano Gutiérrez dándoles órdenes a ambos—Capitán, salga y déjenos solos, por favor. Siéntese coronel—le ordenaba el Mayor Gutiérrez al coronel Juan Duarte.

            El mayor Gutiérrez se sentaba mientras abría un morral del cual sacaba un telegrama el cual le entregaba al coronel Juan Duarte.

            --¡Léalo! —decía el Mayor Mariano Gutiérrez. 

            --¡No entiendo! —decía el coronel Juan Duarte al terminar de leer el telegrama.

            --¿Qué no entiende, Duarte? ¿Acaso no sabe leer?

            --Pido permiso, señor para permanecer en Santa Inés—decía el coronel Juan Duarte lanzando el telegrama al escritorio lo que hizo enfurecer al Mayor Mariano Gutiérrez.

            --¡Denegado, coronel! ¡No tiene opción, Duarte! ... ¡Su nación lo necesita! ¡A usted y a sus hombres!

            --Perdón señor, pero mis superiores me dieron instrucciones rigurosas de que no abandonara este pueblo.

            --¡Por si no lo recuerda, coronel! ... ¡Yo soy su superior! —decía el Mayor Gutiérrez, gritando y explotado en colera mientras se ponía de pie y recargaba sus manos en el escritorio del coronel Juan Duarte—Así que no me haga que pierda la paciencia. ¡Avise a sus hombres y dígales que se alisten! ¡Salimos mañana a primera hora!

            --Pido una prórroga, señor. Mis hombres no cuentan con el tiempo suficiente para alistarse.

            --¡Pues le sugiero que se apresure, coronel! ¡Si no quiere perder su licencia por desacato!

            --¡Si señor!

            El Mayor Marianao Gutiérrez se levantaba de la silla, el coronel Juan Duarte se ponía de pie para despedirlo con el saludo militar. El Mayor Gutiérrez salió de la oficina del coronel Juan Duarte quien se dejaba caer a su silla diciendo cientos de maldiciones entre dientes.



#8166 en Fantasía
#1814 en Magia

En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.