Debido a su crisis económica, Leonora tomo la determinación de despedir a Salvador y a Rita. Primero hablo con Rita, pero esta la hizo desistir de su intención de despedirla, diciéndole que no le importaba que no le pagará, mientras le diera de comer y la dejara vivir en la casa y sobre todo seguir atendiendo a la niña Alma a quién consideraba como a su hija, eran más que suficientes. Después hablo con Salvador.
--Voy a tener que despedirte, Salvador
--¿Hice algo malo, señora?
--No. Solamente ya no puedo pagarte.
Salvador intento disuadir a Leonora diciéndole que él no tenía problemas en ganar poco, pero Leonora le insistió en que ya no tenía dinero suficiente, ni siquiera para pagarle lo mínimo. Por lo tanto, sin poder alegar más y muy a pesar suyo, Salvador tuvo que aceptar su despido. Cuando se dirigía a su alcoba para empezar a empacar se cruzó con Alma que sin poder hacer algo para mantenerlo en la casa, se despidió de él, abrazándolo y diciéndole lo tanto que lo extrañaría y dándole sus mejores deseos.
Al enterarse del despido de Salvador, Alma sostuvo una discusión con su mamá, exigiéndole una explicación por la razón de su despido. Leonora volvía a hacer hincapié de la crisis económica en la pasaban y como una forma para disminuir gastos, decidió despedir al cochero. Alma menciono que podría trabajar para ganar un poco de dinero, ya fuera remendando ajeno o cosechando flores, lo que fue un completo insulto a los principios de Leonora quién le impidió trabajar a pesar de sus insistencias.
--¿Trabajar? —exclamaba, Leonora—Tú no puedes trabajar hija.
--¿Por qué no?
--Porque una muchacha de tus condiciones no está para trabajar.
--Entonces podría vender mis cuadros, mamá.
Fue una idea que tuvo Alma, después de que una mujer, amiga de Leonora, las visito y se mostró interesada en uno de los cuadros colgados en la sala. En aquel entonces ofreció comprárselo, pero Alma no lo se lo vendió ya que para ella cada uno de sus cuadros tenían un valor sentimental.
Después de que Leonora despidió a Salvador, lo recomendó con sus amigos, los señores Guzmán Torres, otra de las familias acaudaladas de Santa Inés, quienes lo contrataron a falta de un cochero y así comprándole también el coche a Leonora, obtuvo una módica cantidad de dinero el cual guardo para poder comprar comida por unas cuantas semanas más. Para trasportarse echaron a andar una vieja carreta que servía como transporte de carga. Además de llevar mercancías y víveres, también la utilizaron como transporte. Para ganar un poco más de dinero y haciendo caso omiso de las advertencias de su madre, Alma empezó a vender sus cuadros en la plaza principal de Santa Inés sin que Leonora se diera cuenta. Todas las mañanas Rita la llevaba a la plaza cuando iba al mercado a comprar comida, dejaba a Alma con sus cuadros, los cuales eran de paisajes, del valle, del lago o de los campos de flores. Alma llego a vender unos cuantos cuadros con un precio que rondaba entre los dos y los diez pesos, pero no todos los días tenía suerte, pues había días que vendía hasta cinco cuadros, pero otros días no vendía ni uno solo. El verdadero problema era cuando en más de dos días seguidos no podía vender un solo cuadro. Entonces debían cambiar su forma de comer la cual paso de pollo, jamón y pescado a frijoles, papás y caldos con poco o nada de carne.
En alguna ocasión, Alma propuso a su mamá vender la casa y mudarse a otro pueblo o a la capital. Pero como era de esperarse Leonora rechazo la propuesta. No quería vender la casa por dos principales razones. Uno: la casa era el único vestigio de la herencia de su padre. Y segundo: Aún estaba esperanzada de que Gabriel regresara. El ultimo argumento de Leonora tomo por sorpresa a Alma ya que desde hace mucho tiempo que Leonora no le hablaba de Gabriel, que llego a pensar que su madre ya no lo esperaba y hasta llego a creer que ya no le importaba o que inclusive lo había olvidado. Compadecida por su madre, Alma desistió de su propuesta de vender la casa.