Jaime estuvo esperando un día que Alma saliera de la casa dejándolo solo a él y a Leonora, al fin un día salió con Rita dándole la oportunidad de estar solo con Leonora a quién fue a buscar y a quien encontró bordando en la sala de estar. No era común que Jaime y Leonora se encontraran solos, mucho menos en una misma alcoba, pues ni uno ni otro se despegaban de Alma, además de que Leonora más allá de las ayudas que Jaime le brindaba, no terminaba por apreciarlo.
--Quisiera hablar con usted—dijo Jaime con su postura muy seria.
--¿Conmigo? Debe ser algo importante.
Jaime se sentó quedando de frente a ella, muestra de que lo que tenía que decirle era realmente importante. Leonora dejo a un lado lo que estaba haciendo para ponerlo toda su atención. Jaime se quedó callado un par de segundos sin saber cómo empezar a hablar.
--¿Bueno que esperas? —al fin le dijo Leonora para incitarlo a que hablara.
--Quiero casarme con Alma, señora.
Leonora se quedó en un silencio sepulcral, pensando detenidamente y tratando de procesar las palabras de Jaime.
--Está bien—dijo Leonora sorprendiendo a Jaime por contestarle con una actitud tan serena, algo que él no esperaba—Se que una vez te dije que si tu querías casarte con Alma yo no me opondría y soy una mujer de palabra.
Jaime sonrió. No era una aprobación, por parte de Leonora, pero tampoco una desaprobación, así que lo interpreto como un permiso.
--¿Y ya se lo dijiste a ella?
--No.
--¿Y no piensas decírselo?
--Sé que me va a decir que sí.
--¿Por qué estas tan confiado? —decía Leonora con una sonrisa.
--Porque, Alma me quiere, así como yo la quiero.
--Bueno. ¿Si era todo lo que querías decirme? —decía Leonora tomando de regreso su bordado.
--De hecho, hay algo más que tengo que decirle.
Leonora se desconcertó al escuchar el tono de voz de Jaime. Dejo de nuevo su bordando a un lado para escucharlo con atención.
--Cuando deje el ejercito—decía Jaime dando suspiros—Me uní a un grupo de refugiados con los quien estuve caminando durante varios días. Uno de ellos era del ejército federal como yo…
Alma y Rita llegaban de la calle. Rita se dirigió a la cocina, en cambio Alma se dio cuenta de que Jaime y Leonora estaban juntos, conversando a solas en la sala de estar lo cual le pareció inusual. Sin que se dieran cuenta se acercó a hurtadillas a la puerta para escucharlos.
--Ese soldado había estado en una caravana de prisioneros capturados por el ejército villista—continuaba Jaime con su relato--Él tenía información del ejército federal que cambio con el general a cambio de que lo dejaran con vida, después me dijo que en el camino colgaron a seis de los capturados—Jaime se detuvo para dar un suspiro y tomar fuerzas.
Leonora estaba ruborizada, pues sentía como las lágrimas estaban a punto de salírsele por los ojos. Por su parte Alma empezó a inquietarse.
--Entre esos seis colgados—continuaba Jaime—dijo que había un soldado…Un soldado…Llamado Gabriel Ríos.
Hubo un silencio sepulcral. Leonora soltaba unas cuantas lágrimas, mientras se llevaba una mano a la frente para calmar el mareo que estaba sintiendo. Alma respiraba como si le estuviera dando un ataque de asma y se llevó la mano a la boca para que no se escucharan sus fuertes suspiros.
--¿Por qué no me lo habías dicho antes? —le reclamaba Leonora a Jaime.
--No quería hacerlo frente a Alma—decía Jaime escusándose sin darse cuenta que Alma lo estaba escuchando—Primero quería decírselo a usted, pero no encontraba el momento idóneo.
Hubo otro silencio sepulcral, pues Leonora intentaba recuperar el aliento.
--Estuvo bien. No quiero que Alma se entere—decía Leonora provocado que a Alma se le rompiera el corazón, lo cual no pudo soportar, entonces se fue llorando y corriendo a su alcoba procurando taparse la boca para que nadie la escuchara lo que Rita vio al salir de la cocina, dándose cuenta de que algo malo le había pasado.
Alma entro a su alcoba y corrió hasta lanzarse a su cama, para llorar como niña pequeña abrazada a Rosita. Rita toco la puerta y le pregunto si estaba bien, pero le grito que se fuera y que la dejara en paz así que se alejó de la puerta dejando que Alma llorara sola en su alcoba. La noticia la destrozaba por completo. Sentía como el mundo se le derrumba y se le venía encima, pero además de esto lo que le dolía más era que Jaime y su mamá se habían puesto de acuerdo para no decirle nada. Se sentía traccionada y defraudada de las dos personas que más amaba en el mundo.