Sueño De Una Luna De Estambre

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Era una tarde de domingo, el sol se escondía detrás de las colinas. El cielo tenía un color azul grisáceo, con un par de nubes rodeando las montañas. Los grillos chirriaban. Las urracas graznaban. El gélido viento soplaba trayendo consigo las hojas secas que se desprendía de los árboles. Los pájaros surcaban el cielo escondiéndose entre las nubes y el viento cantaba una triste canción con el recuerdo de las voces que se habían perdido en él. Alma salía de la casa vistiendo un sombrero para el sol y llevando consigo unas sábanas, una colcha y una almohada. Entro a su establo, donde acondiciono la parte trasera de la carreta para crear un tipo de cama, después les puso la guarnición a sus dos caballos amarrándolos a la carreta.

 El pueblo más cercano a Santa Inés estaba a un día a coche. Alma tenía que llevar a su mamá a un médico y estaba dispuesta a correr cualquier riesgo con tal de salvarle la vida, así que acerco la carreta lo más pegada posible a la entrada de la casa.  No dejaba de llorar, pero esto no le impedía preparar todo para llevarse a su mamá a quien pensaba sacar cargando en sus brazos para acostarla dentro de la carreta y llevársela durante un día de camino hasta encontrar a un médico. Alma bajaba de la carreta para asegurarse que sus caballos estaban bien sujetos a la guarnición, cuando iba a la entrada, volteo hacía el paisaje pues de reojo vio la silueta de una persona caminando y acercándose poco a poco hacía ella con el sol ocultándose tras las montañas altas y áridas como fondo, cuando de pronto, y de manera inesperada, vio la enorme figura de un hombre vestido de militar caminando lentamente por el camino de tierra que llevaba a su casa, haciéndose cada vez más grande y dejando el atardecer y el valle detrás de él. Alma dio un paso al frente, pensando que tal vez se trataba de un espejismo. Después pensó que tal vez se trataba de Jaime, pero Jaime no era tan alto y fuerte. Con su estomaga volviéndosele un huracán, abriendo sus ojos lo más que pudo, como dos enormes platos, y abriendo su boca la cual no dejaba de temblarle, dejo caer la guarnición del caballo al suelo y corrió más rápido que el viento, llorando y soltando lagrimas las cuales se perdían en el aire, al igual que su sombrero el cual salía volando dejando sus cabellos flotando en el viento y braceando como si estuviera nadando en un mar embravecido, al fin se paró frente a la figura de ese militar que se detuvo al tenerla en frente. 

            --¿Papá? —decía Alma, anonadada y con lágrimas en los ojos, incapaz de creer lo que estaba pasando.   

            --Hija—dijo al fin Gabriel.

            --¡Oh papá! —gritaba Alma con todas sus fuerzas lanzándose a llorar a los brazos de Gabriel quien la abrazaba pegándola contra su pecho.

Ambos se dieron el abrazo más fuerte de sus vidas, sintiendo sus brazos y el corazón palpitando de uno y del otro. Alma lloraba como niña chiquita entre los brazos de Gabriel quien le acariciaba del cabello intentándola consolar, estando ambos de pie en aquel camino de tierra bajo el cielo azul grisáceo, con el sol ocultándose lentamente tras las montañas y sintiendo el roce del viento sobre ellos. Alma lloraba como nunca había llorado en su vida, gritaba “¡Papá!”  una y otra vez, mientras le llenaba el pecho con sus lágrimas a Gabriel quién la apapachaba y la rodeaba con sus brazos, como si dos troncos de madera rodeasen una pluma y en donde Alma escondía su cabeza para no dejar de llorar. 



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En el texto hay: drama, magia, romance amor

Editado: 31.08.2022

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