Eva llegó a su casa bastante molesta y frustrada. Le costaba mucho entender la actitud de Fernando ¿Por qué la trataba así?
— ¿Pasa algo muñeca? — Escuchó la voz de su Alberto, su padre.
— Hola papi ¿Saliste temprano? — Se acercó a saludarlo con un beso en la mejilla.
— Sí, decidí tomarme la tarde libre. — Le respondió mientras le colocaba una mano sobre el hombro. — ¿Por qué te ves tan molesta?
Eva se le quedó mirando un momento, dudando si contarle o no… Al final se decidió.
— ¿Podemos hablar tú y yo en privado?
Su papá frunció las cejas intrigado — ¿Es algo grave?
— No lo sé. — Suspiró Eva. — Pero necesito hablar con alguien y no quiero que mamá se entere.
Su papá la miró un instante y luego dijo en voz alta.
— Mayra cariño, quiero pasar una tarde “papá e hija” con Evita como hace mucho no lo hacemos ¿Te molesta si ella y yo salimos solos?
Su mamá salió de la cocina secándose las manos con un paño y dijo sonriendo
— ¡Me encanta la idea! Igual yo aprovecho mi tarde a solas para hacerme un facial y arreglarme las uñas y todas esas cosas que siempre dejo para después.
Alberto y Eva se acercaron a ella para despedirse con un beso y salieron.
Una vez en el auto, cuando el papá arrancó el motor preguntó — ¿Qué es lo que te pasa muñequita? Me preocupas.
Eva suspiró. — No sé cómo decirlo… se trata de Fernando.
— ¿Qué pasa con Fernando?
— No lo sé papi, en realidad no lo sé.
— No entiendo hija.
— Yo tampoco. — Eva lanzó otro suspiro. — Cuando nací, me contaron que él dijo que se iba a casar conmigo.
— Sí, así fue. — Dijo el papá con una sonrisa. — Se nos hizo muy tierno y divertido, te miraba con verdadera adoración.
— Bueno, pues ya no es tierno ni divertido.
— ¿Se atrevió a faltarte al respeto? — Preguntó el papá sorprendido y enojado.
— ¡No! — Dijo Eva desconcertada. — No es eso que estás pensando… Bueno, no lo sé, deja que te explique.
— Espera cariño, deja me estaciono en algún lado para poder ponerte toda la atención sin que nos estrellemos con otro auto. — Unos momentos después, Alberto detuvo el auto junto a un parque, apagó el motor y se giró hacia su hija. — ¿Quieres que bajemos?
— No papi, aquí estamos bien si no te importa.
— Bien, continúa ¿Qué pasa con Fernando?
— Que yo sí me creí eso de que nos íbamos a casar. — Dijo Eva sacudiendo la cabeza negativamente.
— ¡Pero hija! ¡Eso era una broma de niños! — Exclamó su papá sorprendido.
— ¿Alguien se molestó en explicármelo? — Preguntó la joven con un dejo de amargura en su voz. — ¡Nadie! Javier y Celia, hasta la fecha, jamás se dirigen a mí por mi nombre, siempre me dicen “nuerita”. Y cuando yo decía a mis amiguitas que Fer era mi novio y nos íbamos a casar, ni mi mamá ni tú se molestaron jamás en aclararme que sólo eran cuentos. ¡Fernando mucho menos! El siempre, sieeeeempre me dijo que yo era “su novia chiquita” incluso cuando estaba en la secundaria me lo volvió a decir. ¿Y sabes qué? ¡Me besó!
— ¿Qué? — Exclamó su papá molesto. — ¿Se atrevió a besarte?
— Yo estaba muy enojada ese día, y muy decepcionada, porque descubrí que tenía novia. Una novia de verdad ¿sabes? Y no tienes idea de cómo me sentí de mal, de ridícula. Ese día se me cayó la venda de los ojos, y me di cuenta que toda mi vida había vivido una mentira. — Se limpió las lágrimas que escurrían por sus mejillas. — Fernando me fue a buscar para decirme que no era cierto, que ella no era su novia, y me dijo que él era serio conmigo pero que no podía hacer nada porque yo era una niña.
Un sollozo la detuvo.
— Cuando le reclamé que él salía con otras mujeres y que yo nunca había salido con nadie, me dijo que tenía “necesidades” que no iba a satisfacer conmigo y que entendiera que él era un adulto. Entonces le dije que yo iba a empezar a salir con muchachos, porque todas mis amigas ya habían tenido varios novios y a mí ni siquiera me había besado nadie.
— Y te besó. — Dijo molesto Alberto.
— Si. — Dijo Eva ruborizándose. — Desde ese día casi no nos hablamos, no sé si te has dado cuenta.
— Sí, he notado cierto alejamiento entre ustedes, pero no le había dado importancia.
— Bueno, yo traté de alejarme, de vivir una vida “normal”, de ver a otros muchachos… Y no he podido.
— ¿Por qué?
— Porque ninguno me gusta, siempre se me hacen demasiado inmaduros, demasiado infantiles… Y porque Fernando se encarga de alejar a cualquiera que se acerca a mí.
— ¿Qué?
— Lo que oyes, él se encarga de espantar a cualquiera, como me lo volvió a hacer esta tarde.
— ¿Qué hizo? — Preguntó su papá con el ceño fruncido. Eva le contó lo ocurrido con Adán. — ¿Ese chico te pretende?
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Editado: 20.08.2020