Fernando fue a buscarla en la noche, cuando Eva bajó las escaleras y la vio, una sonrisa iluminó su rostro.
— Estás bellísima. — Dijo mientras le tomaba la mano.
Evita le devolvió la sonrisa y luego hizo un gesto con la mano para despedirse de sus papás.
Una vez en el auto, él preguntó
— ¿Qué te apetece cenar?
— Decide tú. — Dijo ella.
Fernando arrancó el auto y partieron.
— Te ves hermosa. — Insistió.
— Gracias. — Repuso Eva con una sonrisa.
— Me hubiese encantado ayudar a pintar el local, pero tenía que entregar mi consulta para poder tomar mis vacaciones.
— No te preocupes, ya terminamos. Con la ayuda de Marisol y Adán se hizo bastante rápido.
— Mañana ya estoy libre, si quieres que te ayude con los muebles y lo que haga falta.
— Gracias.
La llevó a un restaurant estilo argentino y la velada transcurrió entre charlas, risas y coqueteos sutiles de parte de ambos.
— ¿Quieres ir a bailar? — Preguntó Fernando cuando terminaron de cenar y pidió la cuenta.
— ¿La verdad? Soy malísima bailando. Me temo que nací con dos pies izquierdos. — Dijo Eva a las risas.
— ¿Entonces a dónde te gustaría ir? — Fernando insistió.
— No sé… sorpréndeme.
Subieron al auto y Fer condujo por un rato hasta subir al mirador de una montaña cercana. Desde ahí se veían las luces de la ciudad en todo su esplendor.
— ¡Qué hermoso! — Dijo Eva asombrada.
— No tan hermoso como tú. — Dijo Fer tomando su mano.
Se quedaron un buen rato en silencio mirando el panorama. Luego él pasó su brazo sobre el hombro de Eva y la acercó a sí mismo. Ella recargó la cabeza en su hombro. Fernando le tomó la barbilla girando su cara hacia él y la besó. Suave y tierno al principio, saboreando con cuidado sus labios, mordisqueando con dulzura mientras Eva se dejaba hacer.
— Evi. — Susurró sobre sus labios. Fernando intensificó el beso, sus manos recorrían la espalda de la joven apretando el abrazo. Recorrió con sus labios el rostro de la joven, bajando a su cuello y luego regresando a su boca. Luego de un momento se detuvo lanzando un suspiro.
— Perdona. — Dijo acariciando su mejilla. — Quería ir más lento contigo, pero… Me haces perder el control.
Eva se volvió a recargar en su hombro, Fernando besó su cabello
— Ahora quiero hacer las cosas bien contigo Evi. No deseo repetir los errores del pasado.
— ¿A qué te refieres? — Preguntó ella intrigada.
Fernando sonrió.
— Eva, me gustas mucho, muchísimo, quizá sea muy pronto porque apenas nos estamos conociendo, pero ¿Quieres ser mi novia?
Ella levantó la cabeza y lo miró con los ojos brillantes, él la silenció colocando un dedo sobre sus labios.
— Antes de que respondas debo aclararte algo: Contigo soy un maldito controlador, exageradamente celoso y posesivo, y aunque eso ya me causó muchos problemas antes y estoy tratando de cambiar ese lado oscuro de mí, es posible que, sin querer, alguna vez me vuelva a comportar como un cavernícola.
Eva negó.
— No me gustan los celos. — Dijo mirando hacia afuera. — Los considero un insulto, no un halago.
— ¿Un insulto? — Preguntó Fernando extrañado.
— Si me celas, quiere decir que piensas lo peor de mí, que yo sería capaz de estar con más personas al mismo tiempo, que no soy digna de tu confianza.
— No es que no confíe en ti. — Trató de aclarar Fernando. — Es que no confío en los demás.
— Es lo mismo. — Dijo Eva. — ¿Piensas que soy tan tonta, o tan fácil que voy a permitir que cualquiera me falte al respeto?
— Evi no…
— Fernando. — Lo interrumpió. — Se han visto tantos casos de violencia por culpa de los celos… Si no vas a confiar en mí, si me vas a estar controlando todo el tiempo, si no voy a poder hablar con nadie, no creo que esto vaya a funcionar.
Fernando suspiró.
— Voy a hacer que funcione. — Dijo mirándola de frente. — Solo te ruego que me tengas paciencia. Estoy aprendiendo… estoy intentando cambiar. Sé que eso te alejó en el pasado, no quiero perderte de nuevo.
Se acercó a ella y puso su frente contra la suya.
— Por favor Evi, dame una oportunidad.
Eva se mordió el labio inferior, luego movió la cabeza afirmativamente
— Vamos a intentarlo. — Susurró.
Fernando volvió a besarla una y otra vez.
— Gracias. — Dijo cuando se separó. — El anillo… lo llevo siempre conmigo.
— No, aún no. — Dijo Eva. — Vamos a darnos un tiempo a ver cómo funcionan las cosas ¿Te parece?
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Editado: 20.08.2020