Capítulo uno. Regreso a clases

Parece mentira, veo a través de la ventanilla del autobús y mi cuerpo se sacude de a ratos con cada giro que éste da. A dos cuadras del instituto agarramos un pozo, mi cabeza golpea fuertemente contra el cristal, creo que me he lastimado. Da igual, desde hace un tiempo me ha dejado de importar lo que me ocurra.

Soy Yohana Gómez, tengo 17 y estoy en quinto año de secundaria. Tengo un hermano menor de siete años, se llama Pablo. El resto es historia, un padre que hace hasta lo imposible para que no nos quedemos sin comer y una madre alcohólica, ex enfermera a la que mejor dejaremos un rato en el olvido.

Somos Argentinos, aunque hace un par de años nos trasladamos hacia el Norte ya que nos encontrábamos en medio de una crisis económica terrible y no conseguíamos trabajo. Papá tenía unos amigos en Canadá que le ofrecían un buen empleo y un lugar espacioso para vivir, solo necesitaba un par de arreglos.

Sin novio, ningún amigo, ningún primo. Solo yo y mis libros de inglés. Tampoco hay mascotas, mi hermanito se encierra en su habitación por horas para jugar con su PlayStation, porque si, ahora estamos lo bastante bien como para permitirnos uno que otro lujo.

Mi secundaria no es la gran cosa.

Bajo del autobús y me dirijo hacia la biblioteca, devuelvo los libros que tomé ayer y tomo dirección hacia el salón de clases. Primer clase: Historia. 

Mi vida no es la gran cosa, en cuanto salgo del instituto regreso a casa, y estando allí tan solo me dedico a estudiar y a mejorar mi inglés, lo mejor que puedo hacer es quedarme en mi habitación y evitar cualquier clase de conflicto.

Llega papá a casa, cenamos y nos acostamos a dormir, para al día siguiente continuar con la rutina.

El proceso es el mismo desde hace dos años y medio, no parece querer cambiar nunca y estoy bien con eso, solo quiero quedarme aquí y seguir con lo mio. 

Claro, no tome en cuenta a quien dice que la vida es una montaña rusa, yo iba en línea recta y de repente todo se vino abajo.