Todo sería diferente (#1 Chilenas)

CAPÍTULO 1

Desde que escupí que me largaba, cansada de esa falta de compromiso y de la mano que me impedía brillar, me arrepentí en el acto.

Yo, la muy arrogante, la muy confianzuda, la que no pierde nunca ni al cachipún, estaba segura de que mi amenaza tendría un efecto restaurador en nuestra relación. Estaba segura de que el muy saco de peras me rogaría de rodillas a que me quedara a su lado, que no me fuera. Podía apostar a que incluso aceptaría que mi luz fulgurara por todas partes.

Me despedí, pero le mentí porque no me quería alejar. Todo era parte de un plan perfecto para lograr, al fin, que instalara el tan ansiado anillo en mi dedo, ese con el que toda mujer ilusionada sueña que el amor de su vida le obsequie como sinónimo de su compromiso y eterno amor.

Caminé hasta la puerta hecha un basilisco, dispuesta a seguir mi teatro hasta la misma muerte si hubiera sido necesario, cuando de pronto escuché su voz llamar mi nombre.

Como si hubiera estado jugando al “un, dos, tres, momia es”, me detuve de un paraguazo y disimulé, me aguanté. Necesitaba saber que mi estrategia había dado resultado.

Pero es que ya no daba más, el muy sinvergüenza llevaba años tomando la leche sin comprar la vaca y eso ya me tenía aburrida. Soy una mujer moderna, pero aun así, más que el anillo en sí mismo, quería sentir que él me amaba y que quería estar a mi lado, comprometer su vida junto a la mía.

Fue entonces que escuché aquella frase que nunca creí oír, aquella para la cual no estaba preparada y por lejos no esperaba ni en mis peores pesadillas: “Que te vaya bien”, ¡me dijo el muy idiota gaznápiro, engendro del demonio, traidor hediondo y baboso”. Así ……sin más, como quien aleja de un manotazo a una insufrible mosca. Y es que así me sentí, como si todo el tiempo que estuve a su lado no fui más que un incordio, una molestia, como una “querida” suegra a quien no te atreves a echar pero que agradeces con el alma cuando por fin se va. Porque el muy rastrero ni siquiera fue capaz de terminar él mismo conmigo. Esperó a que fuera yo la que me aburriera y diera por terminado todo.

No sé si fue por pena o por cobardía, pero se lavó las manos y endosó la responsabilidad de acabar con lo nuestro en mi santa persona. O quizás simplemente quería seguir disfrutando, mientras se pudiera, de la ternera taruga.

Como haya sido, solo espero se muera el muy maldito y si no, que le dé gonorrea, lo ataquen los hongos, le aparezcan hemorroides y se le caigan todos los dientes por haberme roto el corazón.

¿Por qué no fue honesto conmigo? ¿Tanto le costaba haber sido sincero desde el principio y haberme dicho que su intención solo era la de pasar el rato? Pero no. Me hizo creer que yo le importaba, que me amaba y de paso me hizo perder años de mi vida haciéndome creer que lo nuestro era en serio cuando no lo era.

Como toda una “Lady”, erguí mi cabeza, enderecé mi espalda, eché hacia atrás los hombros, giré el pomo de la puerta y sin decir una sola palabra más, seguí mi camino y salí de allí, de su vida, dejando atrás el que yo creí, era mi amor, mi futuro idóneo junto al hombre que había amado y que seguía amando.

Desde ese mismo instante, quise bórralo y olvidarlo, pero todo me lo volvía a recordar.

¡Qué no hice para sacarlo de mi mente! Todos los días salía a caminar, hacía mil cosas para no pensar, para no pensarlo.

Me inscribí a cientos de cursos, entre ellos, un curso de ufología, uno de manejo de animales exóticos, uno para elaborar cerveza y quesos, uno para hacer huertos urbanos, uno de bordado chino y ruso, uno para bailar sevillanas, uno para aprender portugués y hasta uno para sobrevivir al apocalipsis zombi.

Pero a pesar de todo, vez tras vez su imagen se colaba en mi mente y me instaba a llamarlo, a verlo. Aunque no quería, él seguía siendo lo más importante para mí. Fue ahí que me di cuenta de que estaba sufriendo de trastornos.

Una adicción, una obsesión. Eso resumía todo.

Todo mi ser dependía por entero de su ser. Hasta había cambiado por completo la percepción del tiempo a su lado así como mis necesidades reales. Quería estar siempre a su lado. Perdí hasta la atención. Mi capacidad de llegar a conclusiones lógicas disminuyó por culpa de él. Me negaba a la realidad, me volví irreflexiva y mi inteligencia se fue navegando por el W.C. Para mí no había nadie además de él. Ni siquiera convivir con otros tenía sentido.

¡Ay de mí! No puedo entender por qué soy así. Ese maldito amor que se me mete y se dispara, se contagia y lo reclama. Se me incrusta como bala, me ahorca y me mata.

Soy tan complicada. Sé que debo frenar. No quiero nada de nada porque todo duele. Ya no puedo más.

¿Cree usted, Doc, que todo sería diferente si él me quisiera?

 

- ¿Qué crees tú?

- No sé, Doc, usted es el Psiquiatra, mire que para eso le pago, para que me escuche y para que me diga lo que debo hacer.

- Lo mejor es que te olvides de ese hombre. Incluso intenta olvidarte de su cara.

- ¿Y cree que es muy fácil? Me conozco, soy demasiado obstinada.

- Entiendo. Sin embargo……

- Lo sé, lo sé…... si él me quisiera ya no vendría a terapia porque todo sería diferente. Pero es que si ahora mismo me lo pidiera, estaría dispuesta perdonarle todo. Viviría con él cada momento y volvería a ser feliz. Pero como ese no es el caso…… dígame cómo hacer para olvidarlo.



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En el texto hay: humor, desilusion, reinventarse

Editado: 01.05.2021

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