Todo sería diferente (#1 Chilenas)

CAPÍTULO 2

Comencé a cuestionarme la verdadera naturaleza de mi amor y nuevamente volvió a mi cabeza la palabra “obsesión”. Quizás creí amarlo. Tal vez solo era la necesidad de sentir que era importante para alguien. Pensé que aquello debía ser eterno, y lo hubiese sido de haber habido un compromiso mutuo, un amor bilateral. Pero al parecer solo fui yo la que amé, al menos al principio. Ya después los sentimientos y las emociones se tergiversaron y dieron paso otras emociones nada gratas que derivaron en un amor enfermizo que yo no supe manejar ni él intentó sanar.

Lo mejor era comenzar aquel cambio que haría renacer a un nuevo ser. Aquella metamorfosis debía empezar pero ya.

No quería nada que me recordara a mi antigua yo, a la insulsa y desabrida yo. Decidí cambiar todo. Me hice un corte de cabello diferente, me llené de adornos por todas partes, incluso mi vestuario pasó por un “Fashion emergency”. Quería sentirme renovada, viva, alegre, audaz. Basta de sentir lástima de mí misma. Haría todas y cada una de las cosas que aprendí en mis cursos y lo disfrutaría al máximo. Tenía bastante dinero ahorrado y me di el gusto de hacer cuanto quise.

Me fui a la ciudad de San Clemente, en Chile, para participar en el encuentro anual de turismo ufológico en donde investigadores y expertos del fenómeno OVNI expondrían y en donde también esperaba compartir teorías y conocimientos con otros adeptos a esta ideología. No puedo negar que además me entusiasmaba la idea de presenciar algún avistamiento y por qué no, ser abducida por unos hombrecitos verdes que me transmitieran algún tipo de conocimiento ancestral digno de la envidia de Giorgio Tsoukalos.

Aunque esto último no pasó, sí conseguí ser “abducida” por un montón de gente interesante con la cual pasé momentos asombrosos que me hicieron olvidar en gran medida mi pena.

Luego me fui a la ciudad de Buin, cerca de la capital, específicamente al Zoológico que allí funciona para el deleite de niños y adultos y solicité un puesto de trabajo para tratar con animales exóticos. Presenté mi diploma y aunque no estaban contratando a nadie, me ofrecí a trabajar gratis si me ayudaban a llevar a la práctica todo aquello que aprendí en teoría.

No fue difícil. De hecho, fue realmente exitante. Poder interactuar con iguanas, serpientes, monos, etc. fue increíble. ¡¡Hasta me permitieron actuar en un Show con papagayos y otras aves!!

Hice grandes amigos, tanto humanos como animales e incluso me atreví a asumir la enorme responsabilidad de apadrinar a “Shagri”, un hermoso tigre albino. Fue toda una experiencia.

Mis pasos me llevaron luego a adquirir una mini planta de elaboración de cerveza que instalé en una bodega al fondo de mi casa. No estaba segura de tener éxito puesto que solo tenía la teoría, pero revisé todos mis apuntes, vi cientos de tutoriales y visité algunas cervecerías que me ayudaron a poner manos a la obra. Hubo muchos fracasos. Lo que más me costó fue lograr la carbonatación de la cerveza. Al principio quedaba sosa, pero con tanto ensayo y error logré no solo elaborar una exquisita cerveza artesanal sino que además con la dosis justa de gas.

Tan bien me fue que contraté un par de ayudantes y ahora comercializo al por menor mi obra maestra.

Seguí mi recorrido por Chile hasta llegar a Frutillar, al sur del país. Contacté con una fábrica de quesos y allí me enseñaron la fabricación de esas delicias, desde el tratamiento de la leche, pasando por la coagulación, el corte de la cuajada, el moldeo, el prensado, el salado, el afinado y terminando con la maduración.

Fue entretenido, e incluso el administrador del lugar me ofreció empleo al ver lo diligente que era en mi trabajo. Sin embargo, debo reconocer que hacer quesos no es lo mío. Prefiero comprarlos en el supermercado.

Con lo de los huertos urbanos me fue mejor. Descubrí lo gratificante que es ver crecer vida de algo tan pequeño como una semilla. Me di cuenta de que no era tan fácil como yo creí. Y aunque estaba en la comodidad de mi hogar, el minihuerto que levanté era demandante. Había una lucha constante no solo para combatir las orugas, que se hacían chupete mis repollos, sino también por no olvidar regar las diferentes verduras y hierbas que ahí crecían.

Como lo intuí desde un principio, el olvido fue el vencedor y terminó por morírseme todo. Una pena, con lo caras que estás las verduras.

Con los bordados me fue mejor…… por un lado. Si bien hice unas hermosas creaciones, por otro lado quedé con mi vista peor que Mister Magoo. Lo dejé sin pena ni gloria, aunque me gané un buen elogio de mi abuelita. Solo por eso valió la pena.

Mis siguientes pasos me llevaron fuera del país. Una apuesta más arriesgada, pero sin duda necesaria para erradicar de una vez por todas cualquier sentimiento que aún quedara hacia ese individuo que no merecía que derramara ni mis mocos por él.

En España perfeccioné mis Sevillanas y en Portugal mi portugués. Conocí españoles adorables, gritones y divertidos. ¡Me flipó todo! Y también conocí a portugueses que fueron excelentes anfitriones, hospitalarios, trabajadores y los “mais” conversadores “do mundo”.

Cada una de las cosas que hice y cada una de las personas que conocí me ayudaron a dejar atrás la pena e instauraron en mi mente y corazón nuevamente la alegría.

No sabía que iba a durarme tan poco. O al menos eso creí.



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En el texto hay: humor, desilusion, reinventarse

Editado: 01.05.2021

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