—Sí, eso fue lo que yo pensé desde un inicio —murmura David.
Él siempre lo supo, siempre se dio cuenta de que todos mentían, pero no sabía cómo comprobarlo. La familia de Sam se preocupó por guardar muy bien las apariencias. Por hacer creer a los demás que su hija se había unido a una familia de gran opulencia al otro lado del mundo. Cada que él lo logró y pudo preguntar por ella, le narraban lo inmenso de la felicidad por la que se veía rodeada. De lo rico y lo elegante que era su bien y muy acaudalado marido. La llenaba de tantos lujos y caprichos, según se dejaban desbordar por las palabras que, para ella, simplemente, era impensable el hecho de tener que volver a casa. Por tanto, David se había resignado al pensamiento de que no la vería más. A no ser que quizás...que alguna vez pudiese encontrarla en una de las pocas visitas realizadas a la familia. Pero nunca tuvo la suerte. No, hasta ahora. Sin embargo, su corazón siempre le advirtió que esto no era del todo verdadero. Que era muy extraño que, aún con todo y la perfección de las narrativas familiares, nadie supiese nada acerca de ella, a no ser por lo que contaran ellos. Y después de un tiempo, la gente dejó de preguntar. Pero él no, David jamás dejó de pensarla y por ello, tampoco perdió la esperanza de volverla a ver.
Nunca fue para el mundo un secreto que él siempre había sentido algo por Samanta, más jamás se atrevió a confesarlo. No cara a cara, verdad a verdad...corazón a realidad. Siempre soñó con estar en el lugar de los chicos de la escuela con los que ella salía. Pero David sabía que eso nunca sucedería; porque incluso hubo una ocasión en la que sintió morir cuando se enteró de que estaba saliendo con su propio hermano. Por fortuna, aquello no duró mucho tiempo.
Aunque era verdad que sus padres les tenían prohibido cualquier tipo de amistad, por lo sucedido en la época de la niñez, él siempre se las ingenió para acercarse a ella bajo cualquier pretexto. Sobre todo, cuando, por su inteligencia y excelente desempeño académico, David había sido promovido a un grado superior y ahora se encontraba en el mismo curso que ella. Él sabía que Sam, cada vez que podía, se escapaba de la escuela y por tanto, después se veía en serios problemas para conseguir los apuntes de las clases que perdía. Así que esa fue su estrategia, él sería el encargado de suministrarle los apuntes y los resúmenes necesarios para que ella pudiese aprobar los cursos...El Sancho Panza, mas no de sus locuras, si no de todas sus desvergüenzas. Siempre la mantenía al tanto de los trabajos y proyectos que tenían que presentar, le otorgaba las respuestas de los exámenes que debían aprobar. En otras palabras, la desobligada jovencita poseía un secretario y un tutor personalizado para todas sus necesidades académicas. Sam únicamente se encargaba de asistir de vez en cuando a clases, verse bonita y acudir a las fiestas que organizaban sus amigos. Y aunque nunca se interesó por ser popular, ni cosa que se le pareciera formaba parte, por así llamarlo, de la élite de la escuela.
Se autodefinía a sí misma, más que todo, como una rebelde. No le gustaba seguir las reglas, ni que le impusieran el qué hacer. Y por esa actitud fue que se vio envuelta en muchos conflictos con su propia madre. Alexandra siempre le exigió madurez y un excelente comportamiento, como la distinguida señorita de sociedad que le correspondía ser. A cada instante comparándola con su hermano mayor. A cada nada reprimiéndola con sus sermones; eso la hacía querer estallar de la rabia. No soportaba que, en continua reprimenda, le impusieran siempre como ejemplo al señor don perfecto...
—¿Por qué no eres como Adam? —Reprochaba siempre su mamá—. ¿Por qué tus calificaciones no son como las suyas? ¿Por qué no te comportas como él?
Todas sus faltas y errores eran motivo perfecto para hacer referencia de los logros y de las buenas actitudes de su odioso hermano: Primero en su clase, capitán del equipo de fútbol de la escuela. Aún sin necesitarla había obtenido una beca completa para asistir a una de las universidades más prestigiosas del país y esto la hacía querer enloquecer. Tanto que por ello la obvia respuesta a su rebeldía, era una actitud de desacato y desobediencia desenfrenada hacia todo lo que le significase autoridad y ordenanza.
Y David…En cambio, David, pobre angelito.
Él era el típico cerebrito, siempre estudiando y obteniendo las mejores calificaciones. Por supuesto que los demás chicos tan siquiera le dirigían la palabra. Lo veían más como un miserable gusano con el cual no perdían la oportunidad de burlarse y hasta de gastarle pesadas bromas cada vez que podían.
Un ejemplo de todo aquello era pasar por medio pasillo y hacerle calzón chino frente a toda la escuela y Sam veía todas estas cosas.
Su agradecimiento hacia él, por sacarla siempre de apuros, nunca fue tanto como para salir en defensa de su fiel compañero; sino que, más bien, hubo un par de ocasiones en las que él mismo la vio riéndose de sus bromas.
Para su último año, la preparatoria fue una total y completa pesadilla para David; al menos en los años anteriores estaba su hermano junto a él. Hay que recapitular que Steve era grande y fuerte, muy respetado y temido por los demás. Y si bien no dejaban a David por completo en paz, lo pensaban más para hacerle alguna jugarreta. Si Steve se enteraba de quien había sido el autor de la afamada bromita, iba a pasar un muy mal rato con él. Pero su protector había ingresado ya a la universidad y estaba a cientos de kilómetros de distancia como para poder defenderlo; así que David tuvo que sobrevivir solo, a lo que él llamó, fue "su cruel encuentro con la realidad". Siempre había contado con alguien a su lado que lo protegiera; si no eran sus padres los guardianes que lo defendían del mundo entero, era su hermano quien lo resguardaba a capa y espada de las afrentas de los demás. Sin embargo, ahora no tenía a ninguno de ellos dando la cara por él, y aunque ese año fue revestido de muchos golpes, insultos y más humillaciones, también se cubrió de resistencia, autoestima y tenacidad. La fuerza necesaria que le hizo despertar de una vez por todas y salir del mundo reprimido en el cual fingía respirar. Ser capaz de enfrentar sus temores y debilidades proporcionó la llave indicada que le permitió salir avante ante cualquier adversidad.
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Editado: 12.05.2024