—Por supuesto que no —le refuta Lorie—, lo único que quiero es que trates de ponerte en su lugar por un instante y que así tengas un criterio más amplio y ambiguo sobre lo ocurrido ese día.
—Muy bien, veamos...—El sarcasmo de Sam la ayuda a cruzarse de piernas mientras comienza a enumerar uno a uno su criterio con los dedos de la mano―. Primero: Se aprovechó de mí al saber que yo no me encontraba en ese momento en mi sano juicio. Segundo —continúa Sam, llevándose el dedo anular al borde de la fractura mientras inclina el cuerpo hacia adelante—, me mintió con todo descaro acerca de lo ocurrido la noche anterior, aún cuando yo se lo pregunté en forma clara y directa. Tercero: Incluso anoche él sabía que yo me encontraba molesta por algo. ¿Y tú piensas que no se cuestionó a sí mismo, aunque fuese por un minúsculo instante, el que tal vez yo podría haberme enterado de la verdad?...No creo que nadie guarde rencor en contra de otra persona sin una razón aparente...¿O tú qué piensas?...Porque créeme que David, muy en el fondo, sabía muy bien que lo único que podría haber hecho para molestarme sería eso.
—¿Y qué es lo que más te molesta, saber que estuviste con él o el que te haya mentido sobre lo sucedido esa noche?
—Ambas cosas —responde Sam—, pero ahora no es tanto como el saber que continúa mintiéndome.
Lorie no quiere que ella se altere más, pero...
—¿Acaso se lo preguntaste directamente? ―Pregunta.
—¡Claro que no! —Es su escandalosa respuesta.
—Ahí lo tienes, ¿cómo quieres que él admita culpa alguna, si ni siquiera le has reclamado en abierta acusación sobre lo sucedido? Es obvio que no va a ser tan inocente de confesar la verdad si no se le acorrala primero. Además, a los hombres hay que hablarles claro, de forma directa y concisa. Sus mentes son demasiado simples y prácticas como para competir con los laberintos mentales que poseen las féminas. Estoy segura y te apuesto el almuerzo de mañana de que ni siquiera se ha planteado tal posibilidad. Debe estar más confundido por tu actitud que un pingüino en el Polo Norte...Oye, esto está muy bueno — comenta Lorie en la continua faena de devorar su filete—. ¿Segura que no quieres comer algo?
—No, gracias ―responde ella.
—No puedes dejar de comer, Sam, es lo que haces siempre que te encuentras bajo presión. Sabes que una cosa conlleva a la otra y no puedes darte el lujo de retroceder; no con tu historial médico, lo sabes muy bien.
—No te preocupes, comeré algo después, es que ahora no puedo. Pero estaré bien, te lo juro. No permitiré que vuelva a suceder…¿Lorie? — menciona Sam de la nada.
—Si —contesta ella.
—Tal vez debería marcharme. Irme lejos y olvidarme de todo.
—¿Qué dices? No puedes hacer algo así.
—¿Por qué no? Sería lo más sencillo. De todos modos nadie, ni siquiera él, sabe la verdad...Y mi niña, ella seguiría con su vida tal y como la conoce hasta ahora. No se vería envuelta en todo este desastre. ¿Para qué venir a destruir la perfección del mundo que, de seguro, mis padres han construido para ella? Te aseguro que ni siquiera debe estar enterada de mi existencia.
—Pero, ¿y si lo está? —Cuestiona Lorie—. Tú regresaste hasta aquí para enfrentar las acciones de tu pasado y ordenar tu vida, ¿recuerdas? Y si haces lo que estás diciendo, la verdad te perseguirá a través de todo el sendero que has construido a base de mentiras. No estarás en paz nunca, eso te lo puedo asegurar. Además, sé que quieres a tu hija de vuelta en tu vida, de eso no tengo la menor duda. Y cuando esto suceda, ¿qué harás? Cuando pregunte por su padre, ¿qué responderás? ¿Le mentirás también acerca de su identidad?
—¡Oh, por Dios! —Exclama Sam. Dejando correr sus dedos, cual garras hincadas por la desesperación, sobre su rostro—. Si ella supiera que ha crecido prácticamente a su lado. Si ella se llegase a enterar...No sé si algún día podrá perdonarme por haberla dejado...Siento que voy a vomitar —Los brazos de Sam se arremolinan alrededor de su cabeza, al tiempo que termina de hundir el rostro en la mesa—. No sé por qué Richard me hizo esto; si no fuese por él yo no estaría aquí, en esta situación.
—Él lo único que quería era lo mejor para ti. Por eso lo hizo, Sam. Quería que sanaras y que fueras feliz. Y yo quiero lo mismo —manifiesta Lorie—; por eso debes hacer lo correcto.
Sam levanta la cabeza, el brillo de sus ojos está a punto de desbordarse en inmensos goterones.
—¿Y qué es lo correcto para ti? —Gimotea tratando de contenerlos.
—Que seas sincera contigo misma y con los demás. Sé que no es lo que quieres escuchar, pero...debes hablar con David para comenzar.
—¿Sabes lo que me pides?
—El mundo entero, lo sé —responde su amiga—. Pero dado el primer paso, lo demás caerá por su propio peso.
—¿No sabes que lo que hablas es a lo que más le temo? A todo lo que vendrá en cuanto se sepa la verdad. No sé si podré soportarlo, Lorie, es que siento ya no tener más fuerzas conmigo.
Dicho el lamento, Sam siente como la mano de su ángel guardián fortalece la suya con firme sujeción.
—Yo estaré contigo —la escucha pronunciar como un remanso de esperanza—. A cada segundo, a cada paso, yo estaré a tu lado. Hasta que cruces con bien por esta prueba, como siempre lo he hecho desde un principio. —Lorie culmina estas palabras estrechando aún más la mano de la pobre chica. A quien se le nota como las palabras de su amiga la consuelan enseguida.
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Editado: 12.05.2024