—Vaya, vaya...vaya; pero miren lo que trajo la marea ―El sarcasmo y la burla que empapan las palabras de su hermano terminan de congelarla—. ¿Pero cómo...nunca vienes y ya te vas, hermanita? ¿No me digas que pensabas marcharte sin antes pasar a saludarme?
—No, claro que no —declara ella de inmediato—, es que pensé que no habías vuelto.
—Bueno, como puedes notar, ya me tienes aquí...Pero, no te quedes ahí, ven, pasa a mi oficina. Creo que tenemos mucho de qué hablar...¡Oh, vamos! —El titubeo por parte de su hermana le hace reclamar—. Tantos años de viaje y no puedes apartar tan sólo cinco minutos para charlar con tu querido hermano mayor.
La ironía no es para nada un buen anfitrión. De todos modos, Sam accede e ingresa a la oficina. No quisiera comenzar a relacionarse mal con sus hermanos...mucho menos tratándose de él.
—¿Café, agua...un té quizás? —Le ofrece Adam con toda amabilidad, mientras le extiende la mano y la invita a sentarse.
—No, gracias —responde ella tomando asiento. Mira también a su hermano sentarse muy cómodo y advertido detrás de su escritorio. Tan seguro como el amo y señor de todo el espacio que les rodea. Dueño de la mirada tan incómoda que la observa con eterna fijación y que activa de inmediato sus defensas, porque sabe que en cualquier momento saltará la liebre...
...Y la liebre saltó en ese mismo instante.
—Bueno, supongo que eso se debe a que ya te encuentras bastante satisfecha, ¿no es así? De seguro viniste, lloraste un poco y ya obtuviste todo lo que querías, ¿cierto?
«¡Sabía que esto pasaría!».
—¿Acaso ves lágrimas en mis ojos? —Responde Sam enfurecida. Se levanta de inmediato y se dirige hacia la puerta.
—Pero, ¿cómo? Espera, ¿te vas tan pronto? Si apenas estamos iniciando.
—No sé qué pretendes, Adam —pronuncia ella girando de nuevo hacia él—; pero no tengo tiempo para estas tonterías.
—No te vayas, yo también puedo darte algo de dinero. Por el aspecto que tienes, pienso que necesitarás un poco más de lo que papá te dio para reemplazar los harapos que vistes.
—¡¿Qué?!
—Bueno, supongo que viniste a pedirle dinero, ¿no es así? ―Adam se apresura a sacar un fajo bien gordo de billetes del cajón superior de su escritorio—. Ten, toma —le dice poniéndolo frente a ella—. ¿Crees que con esto alcance para que te pierdas por otros diez...o tal vez quince años más? Si no puedo darte otro tanto.
El orgullo de Sam está que arde de la rabia, pero no tanto como su honorabilidad...Se encuentra escandalizada.
—¿Cómo te atreves? —Y le reclama esto con el temblor de la furia recorriendo todo su cuerpo. Sus puños se cierran y se aprietan con una intensidad tal, que amenazan con estallarle los dedos.
—También puedo hacerte un cheque.
—¡Pero, ¿qué mierda sucede contigo?! — Exclama a viva voz.
—¡¡¡Ohhhh!!! Ja,ja,ja —Se desternilla Adam delante de ella—. Pero mira nada más, si hasta traemos vocabulario nuevo. Bravo…digno de tu nueva presencia.
Esto es el acabose, Sam da media vuelta a sus insultos y busca la salida con desesperación antes de que no pueda contenerse más.
—Eso es —la alienta él—, vete por donde viniste. Pero esta vez...esta vez asegúrate de no volver nunca más. Hemos estado muy bien sin ti todos estos años como para que vengas ahora a perturbar nuestra paz.
Sam no entiende qué es lo que sucede. ¿Por qué es que su hermano se está comportando de esa manera tan cruel? Si ella no le ha hecho nada. Lo mira y le demanda ahora mismo una explicación. Se siente ofendida y confundida...Se siente injuriada.
―¿Qué fue lo que te hice yo a ti para que ahora me odies así? ―Le pugna.
El rostro de Adam se enciende de vuelta, se alza de su asiento y se va en contra de ella tomándola por el brazo.
—¿Qué fue lo que me hiciste? ―Le dice mientras la sacude con fuerza―. ¿Y todavía lo preguntas?
Se puede ver la rabia y el fuego ardiente de su mirada saliendo de aquellos ojos, directo hacia ella. Es como si fuese un lanzallamas listo para reducir, por completo, a cenizas la indeseable humanidad de Sam.
Aún así ella se revela y le ordena que la suelte.
—¡No te atrevas a tocarme de nuevo! —Y le advierte esto liberándose de él por medio de un fuerte tirón.
—¡Por tu culpa tuve que abandonar todos mis planes! —Revela Adam delante de ella—. Cuando te largaste tuve que regresar a casa sólo para ingresar de inmediato a la escuela de leyes. Estudiar día y noche como un desquiciado. Adelantar cursos y estudiar incluso los veranos completos. Todo para poder graduarme lo antes posible, incorporarme a la firma y convertirme así en el esclavo de papá…¡Eso fue lo que me hiciste!
Sam continúa sin lograr comprender, porque y eso qué tiene que ver con ella.
—Todo, tiene que verlo todo —le responde su hermano botando el hígado por la boca —. Yo mismo te había comentado sobre mis planes de irme a Europa. Yo te confié todo sobre mis deseos de hacer mi vida fuera de los designios de papá. Lejos de sus planes y de que algún día me hiciese cargo de la firma...¡Y no me digas que no te lo dije, porque así fue!
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Editado: 12.05.2024