Ambos reciben el alba tendidos sobre la alfombra. David con profundas respiraciones que, inmersas entre los cabellos cenizos de Sam, sólo han procurado el estado alerta de su mirada. Ella no se permitió bajar la guardia en todo lo que le restó de la noche y permaneció despierta bajo el resguardo de los fornidos brazos que aún rodean, de lado a lado, la estrechez de su cintura.
Se da cuenta de que la cercanía de David y el calor de su cuerpo, envolviéndola por entero, fue lo único que evitó el que ella saliera huyendo de allí, en busca de su salvación dorada. Quizás su decisión no haya sido tan errada como pensó en primera instancia. «¿Pero y Susan?» —Sus pensamientos retoman de inmediato a la pequeña. ¿Qué sucederá cuando llegue la hora de afrontar sus verdades con David? Ahora teme perderlo. Sabe lo afortunada que es de tenerlo a su lado, de contar con su apoyo. Entonces, ¿qué sucederá cuando todo salga a la luz?
Su cuerpo gira y se encuentra de frente con la adormilada expresión de David, aún duerme profundamente. Al parecer el duro piso bajo la alfombra no le incomoda con tal de estar a su lado, con tal de tener el cuerpo de Sam aprisionado contra el suyo. ¿Será que querrá seguir junto a ella cuando se entere de todo lo que se le ha ocultado por tantos años? Sam sabe que entre más tarde en decírselo, más difícil será para ambos afrontar la situación. Que entre más cercana se haga su relación, serán más los estragos a causa de las malas decisiones que tomó en el pasado.
«¿Por qué no lo buscó? —Piensa de inmediato con rabia—. ¿Por qué no le dio la oportunidad de explicar lo ocurrido la noche del baile?». Quizás ahora estarían los tres juntos como una familia feliz. Quizás ella jamás habría tenido que afrontar todas las desgracias ocurridas durante su exilio. Quizás no lo habría conocido tampoco a él; entonces…entonces ahora podría amar a David, como sabe que nunca podrá llegar a hacerlo. Porque la desesperación que aún siente cuando piensa en Richard, no le alcanzaría jamás como para dejar atrás su recuerdo. Sam sabe que dejaría a David en el olvido en este instante si Richard acudiese ahora mismo a su encuentro. Pero él ya no está, se ha ido para siempre y por ello limpia las lágrimas de su rostro con rapidez antes de que David despierte. Si apartan al niño de su lado en este momento sería su fin. Debe permanecer junto a David para asegurarse de que Ben no le sea arrebatado.
—Eres una maldita —masculla entre dientes mientras se ocupa de acariciar el privado rostro de David con la mano —. «Se lo quitaste a ella, a la estúpida de Rebeca valiéndote de emociones y de sentimientos falsos que sólo se aseguraron de tu lucro personal, de tu beneficio propio…¿Una familia feliz? ¿Tú, Susan y yo?...¿Cuándo? Si yo nunca he logrado amarte, nunca he querido amarte…No, hasta ahora…
…Un profundo agradecimiento, sí. El valor de tu compañía. ¿Pero, amor?...Amor, mi querido, David…Mi David. No te preocupes, porque yo inventaré ese amor para ti, porque tú te lo mereces. Si en mis años de adolescencia me rehusé a fingir; ahora bien que creo poder hacerlo, quiero poder hacerlo…Es más, voy hacerlo. De verdad que no quiero perderte. Pero…y si no te digo la verdad, ¿qué pasará con Susan? Y si te revelo todo lo que hice, ¿qué sucederá con Ben? Te marcharás y lo arrancarás de mi lado, ¿no es así?...¡Dios mío, ayúdame!».
Los ojos de David se abren en medio de las torturas mentales de Sam y lo primero que mira es la palidez de aquel rostro, demacrado por la falta de sueño y las preocupaciones. Pero esto él no lo nota.
— ¿Alguna vez te he dicho lo hermosa que eres?
—Uhmjú —responde Sam, en medio de leves y cohibidas afirmaciones que, unidas a una tenue sonrisa, se dejan llevar por David. En silencio y muy sumisa, Sam hunde el rostro sobre el orificio que demarca la robusta área de su hombro. Recibe un par de besos de buenos días sobre la desnudez de su cuello, libre del desorden de su cabello. David termina de hacerlo a un lado, para así poder brindar un par de besos más, húmedos y cálidos, sobre la tensión de su piel. La ternura de sus caricias consigue relajar la postura de Sam.
—¿Pudiste descansar? —Pregunta él; sin permitirle a Sam abandonar el refugio de besos y atenciones al que está siendo sometida—. Anoche me preocupaste.
—Lo siento, no quise hacerte pasar un mal momento —Responde ella saliendo de su escondite.
—Claro que no —Difiere él adueñándose de su barbilla y dejando reposar sobre los labios de Sam un dulce beso, la abraza de nuevo—. ¿Ya te siente bien?
—Si.
—Bueno, eso está mucho mejor —Susurra David. Su voz ronca y entrecortada se apaga de a poco mientras se acerca a los labios de Sam. La mira fijamente, como si estuviese pidiendo los mismos consentimientos que le fueron negados la noche anterior y como esta vez, al parecer, no hay prohibiciones, sus ojos se entornan conforme comienza un lento recorrido sobre las formas de Sam, ocultas bajo la delgada manta que los abriga sobre la alfombra. Ligeros y pausados besos a través de su hombro, cuello y oreja acompañan las caricias de sus manos.
—Espera —pronuncia Sam; porque aunque se muestra dispuesta y cree poder fingir, quiere poder fingir…es más, va a fingir. En cuanto las manos de David se deslizan, una bajo la blusa de su pijama intentando llegar hasta sus pechos y la otra bajo la parte trasera de su pantalón, piensa en el niño y voltea para mirarlo.
—No te preocupes, él aún duerme —menciona éste.
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Editado: 12.05.2024