Tras esperar que su hermana y su sobrino se fueran a dormir, Nacho golpeó la puerta de la habitación de su hermano mayor con suavidad. Esperó el ansiado "pase" como si hubiera pasado una eternidad e incluso sintió como se le formaba una leve capa de sudor en la frente mediante la espera.
—Nacho... ¿qué pasa? —preguntó Agustín, ya con ropa de dormir, mientras sacaba unas mantas. Cuando cualquier miembro de su familia se dirigía de manera sospechosa temía, y con razón luego de su licencia médica, que estaba a punto de ser descubierto. Era sincero consigo mismo, tenía miedo de que sus hermanos se enteraran de lo ocurrido en vacaciones, más que todo, porque la odiosa de Renata ya lo sabía y era más que obvio que un secreto así podía explotar en cualquier momento. Algo así podría matar a su padre y su madre no duraría en matarlo a él.
—Tengo que contarte algo que me tiene nervioso desde la tarde.
—Decime.
—Creo que la amiga de Juanchi, de la que tanto habla, es pariente de Tatiana.
—No jodas... —soltó, a la vez, un poco aliviado de que los ánimos de Nacho no fueran por su causa.
Este se sentó en el borde de la cama, ocultando la cabeza entre las manos.
—Siento de vuelta tener veinte años y que todo lo que me pasó le pase a Juanchi. No es justo, él no tiene la culpa.
—¿Estás seguro de lo que dices? ¿A cuál de las dos chicas te refieres? ¿Clari o Adela?
—Adela.
—Esa chica no tiene nada que ver con los Montero, al menos no parece tener tendencias asesinas.
—No sé, no sé. Me encontré con el profesor Gutiérrez y mencionó que Adela se apellida Montero. ¿Te das cuenta? Me da terror de solo imaginar que ese demente venga a la casa y...
—Tranquilizate. Esperemos a averiguar bien cómo va la cosa. Yo... —carraspeó—, puedo indagar un poco por medio de Juanchi y a ver qué me dice. Ahora que tengo bastante tiempo...
Nacho le agradeció y le dio tal abrazo que Agustín sintió que temblaba. Por más que los años pasaran, que la vida seguía, había ciertas cicatrices que permanecían latente en uno y Nacho, a pesar de haber intentado ser sincero y hacerle frente a la difícil situación de enfrentar a Tatiana en su momento, todavía sentía el miedo, la desesperación y el cargo de conciencia por el cómo se dieron las cosas en ese noviazgo.
Juanchi se despertó temprano ese sábado, decidido a sacar a pasear a Mazamorra y a Puchero. Se abrigó bien, aseguró los collares de los cachorros y salió de la casa ante las amenazas de su tía con que no soltara la correa de los perros por nada del mundo. Ideó una ruta mental que fuera fácil de seguir con los dos canes y partió hacia la avenida principal.
Estaba entretenido, con gente que lo detenía para admirar a los perritos, a la vez de observar el ir y venir de turistas se concentraba en la zona céntrica.
En Galería del Sol, el mini shopping de la ciudad, contaba con una gran fuente al medio, patio de comidas al aire libre y una construcción en forma de U, de dos plantas, con numerosos locales de todo tipo.
Puchero iba olfateando por el suelo, marcando el ritmo, dando un pequeño tirón a Juanchi que lo llevó a una mesa.
—¿Adela?
—Juanchi —soltó la chica, sorprendida. Puchero empezó a hacerle fiesta, siendo ella el punto que él buscaba.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó el chico al verla sola en la mesa en un lugar público.
—Quise salir un poco. He tenido unos problemas familiares hace poco, necesitaba escapar un poco.
—Parece que no se quiere ir —dijo Juanchi tratando de separar a Puchero de Adela. El perrito le ladraba y pedía jugar con ella e iba enredándose hasta quedar hecho casi un ovillo. Lo alzó y se lo dio a su amiga sin soltar a Mazamorra—. A ver, voy a...
De repente algo interrumpió la calma de ese sábado. Un par de gritos provenientes de un local cerrado, un hombre que salía corriendo y alguien que gritaba a los policías que patrullaban por la zona. Eso fue suficiente para que Mazamorra, alertado, mostrara sus terribles dientes y corriera hecho una fiera con su dueño siendo arrastrado por todo el predio.
Un golpe seco, un tipo herido, los gritos de Juanchi que no soltaba por nada del mundo la correa del perro, y dos policías que se lanzaban sin piedad sobre ellos.
—¡Uy! —exclamó Adela, con gesto de dolor, al ver que uno de los uniformados cayó con todo el peso de su cuerpo sobre su compañero de clases. En sus brazos tenía a Puchero que parecía divertirse con la escena, desesperado por ir él también a "jugar" con ellos.
Como era fin de semana y temprano a la mañana, todo pintaba para lanzar un simulacro de perfeccionamiento para el cuerpo de seguridad civil, cosa que fue anunciada una semana de anterioridad. La policía provincial sostuvo al efectivo que representaba al ladrón y este, en un estado de desesperación, pedía por favor que quitaran a la pequeña bestia que no paraba de darle mordiscos a lo loco. En esta hazaña Mazamorra perdió dos dientes de leche.
Juanchi, por su parte, sintió como si le hubieran pasado un camión transportador por encima. Sufrió uno que otro raspón en los brazos y se dobló la mano con la que agarró con fuerza la correa de su cachorro.
Milena preparó una bandeja de facturas y masas para agradecerle a don Genaro, luego de todas las quejas y amenazas, por los perritos. Su amada mascota, al regresar a la casa, retomó su sitio al lado de la puerta. La patrulla vigilante y los refuerzos que llevaron a Juanchi a casa dieron alabanzas hacia el can e incluso le preguntaron si podían tenerlo en el cuerpo policial a lo que la mujer se negó rotunda.
—Mi bebé es todo un campeón, ningún chorro se atreverá a acercarse a la casa —no paraba de repetir, orgullosa. El chico siseó, despectivo, recordando el escándalo que se armó cuando él cayó con un perro y ella con otro, llevándose él todas los retos de su parte.
Un pitido hizo que revisara su celular. Vio un mensaje de texto de Adela, preguntándole cómo se sentía y que se pondría de acuerdo en visitarlo con los chicos. Juanchi volvió su vista al celular, analizando la escena previa a la persecución. Su amiga estaba sola, en una actitud muy sospechosa, como si hubiera sido descubierta en algo turbio. ¿Qué sería? Encima se sumaba al nerviosismo de su tío Nacho cuando escuchó su apellido y el nombre de Tatiana en medio. Sin duda había un secreto de los adultos y que podría estar ligada Adela y su familia.
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Editado: 07.07.2024