Vanessa miró hacia todos lados en busca de Malakiel para no tener que verlo. Desde la semana pasada se había estado ocultando de este, no quería verlo o tener algún tipo de conversación con ese sujeto. Parecía un acosador de lo peor, siempre mandándole mensajes subidos de tono o recordándole que ambos pasaron una noche juntos en contra de cualquier pronóstico. Ella debía ir lo antes posible a su pueblo natal para dar la cara por su error, antes de que alguien se diera cuenta de lo que hizo. Iba a llamar a Rebecca, pero esta se le adelantó mucho.
— ¿Hola?
— Hola, Vanessa —dijo Rebecca del otro lado de la línea—. Te llamé porque me siento sola.
— ¿Ahora soy tu paso a la salida del aburrimiento? —ella se notaba burlona—. ¿Qué tal te fue en tu luna de miel?
— Fue increíble. Marco me puso sus enormes dientes en el cuello y me hizo una marca eterna en nuestra primera noche de bodas.
— ¿Una marca? ¿Te mordió?
— Sí, los lobos hacen eso cuando encuentran a sus almas gemelas. Ahora voy a vivir por toda la eternidad con una bella y hermosa marca en mi cuello, hecha por el hombre que me gusta, ¿No es algo genial?
— Sí que lo es y me siento muy feliz de que estés sintiendo el verdadero amor por parte de ese sujeto —dijo Vanessa de manera sincera—. Espero de todo corazón que su matrimonio dure y mucho, ya que me verás envejecer.
— No me recuerdes eso, porque eres una humana y yo una híbrida y me molesta, y a la vez me pone triste que en algún momento vas a morir —murmuró Rebecca—. No me gusta ver a las personas morir, tú no mereces eso. Eres una buena amiga.
— Lo sé, pero todo tiene un final —la bruja dejó salir un pequeño suspiro—. No te conté lo que me pasó en la fiesta de tu boda.
— ¿Uh?
— Resulta que terminé teniendo sexo con mi profesor de psicología —pudo escuchar un pequeño jadeo de sorpresa por parte de su amiga—. Ni siquiera sabía que era tu cuñado, solamente nos metimos a una habitación y pasó lo que tenía que pasar entre dos personas.
— No sé qué decir con esta información que me acabas de dar —dijo en shock—. Espera un momento, ¿tuviste sexo con Malakiel? ¿Con ese tipo que parece como si el mundo le debiera dinero?
— Con el mismo, y no parecía en la cama como si todos le debieran dinero. Porque sabe como moverse como Dios manda —bromeó—. Ni siquiera pude esperar a que me dijera algo acerca de esa noche. Tampoco puedo verlo en la universidad porque mis bragas se mojan.
— Creo que te acaban de dar duro contra el muro, porque ahora andas medio cochina y dices cosas sin sentido.
— Es que realmente ese hombre tiene todo lo que buscaba. Únicamente no me gustó cuando me dijo que las mujeres deben ser vírgenes hasta encontrar al hombre de sus sueños… yo tipo: ¿quién en su sano juicio llega hasta el matrimonio siendo virgen?
— Yo, que no se te olvide que era virgen hasta unos días atrás —le recordó—, pero este no es tu caso. Ambas sabemos las razones por las cuales ya no eres virgen, por lo visto ese profesor supo cómo seducirte hasta el tope.
— No me gusta recordar ese tipo de cosas, ya que me dan pesadillas en las noches.
— Lo siento, no lo volveré a repetir otra vez —se sintió mal—, pero tu profesor no ha buscado la manera de hablarte.
—Sí lo ha hecho, pero siempre salgo corriendo. Estoy en mi último semestre de psicología, no puedo darme el lujo de estar pensando en un hombre.
— Un hombre que te para algo más que el corazón —ambas chicas rieron—. Me temo que ahora estás jodida.
— No más que tú que tienes un tremendo paquete en el vientre.
Ella salió de su pueblo natal con un alfa milenario que le prometió el mundo, le dijo que haría todo lo necesario para que a ella no le pasara nada malo. Se casó con ese sujeto, quien al poco tiempo intentó venderla a unos mafiosos y ella para defenderse prosiguió a matarlos a todos, menos a él. El único recuerdo que tenía de ese sujeto era su pequeño apartamento. Tuvo que mentirle a su aquelarre sobre lo que pasó para evitar preguntas, sin embargo, los abuelos de su amiga Rebecca no eran estúpidos. La única persona que sabía eso qué le pasó era Rebecca, pero solamente, por una parte, nada más. Ni siquiera le había comentado que ella era una bruja.
Miró la hora en su reloj, por lo que siguió comiendo un poco más para llegar tarde nuevamente a la clase de Malakiel. Cuando pasó media hora, caminó a pasos lentos hasta su salón de clases, quedándose en la entrada mientras escuchaba a su sexy profesor hablar con sus estudiantes; sería algo complicado verlo, sin embargo, lo más seguro es que eso le baje puntos por tratar de escapar siempre de él.
Entró al aula con la cabeza agachada y se sentó en el lugar correspondiente a la espera de que le dijera algo y como era de esperar únicamente la miró con deseos de querer matarla, algo que le divertía. Como él se dispuso a dar una película, aprovechó de que todas las luces estaban apagadas para hacerle un par de bromas con las cosas que tenía en su escritorio.
Dijo unas cuantas palabras en voz baja y los documentos cayeron al piso llamando la atención de todas las personas en el aula; la clase continuó de manera normal después de eso, por lo que ella se mantuvo tranquila y como no sacó nada de su mochila no tuvo que hacer nada más que ponerse de pie y salir.
— Usted se queda, señorita Foster —dijo Malakiel serio—. Tengo que decirle un par de cosas.
— Debo irme...
— Le dije que se quede, no me haga repetirlo —se notaba serio—. Todos salgan. Su compañera les estará enviando todo en unas horas.
— Escuche, soy una estudiante que tiene que ir a trabajar…
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Editado: 13.04.2022