Un infierno frío

IV. 1945.

Osvaldo Villegas era un jóven que sabía múltiples idiomas y que había asesinado a su familia el 06 de Agosto de 1944. Fue juzgado como un adulto pero al final, ello no se pudo concretar por los altercados de la Segunda Guerra Mundial. Lo sé, te estarás preguntando porque carajos meto estos antecedentes. Ya saben, habían políticos más concentrados de el culo de Adolf Hitler que tener sexo con sus esposas y cuidar a sus engendros.

O.V. asesinó a su familia de una manera muy cruel. A su hermana pequeña, la violó y mientras ella lloraba de dolor, Osvaldo le despellejaba el brazo. Él dijo: "Lo disfruté tanto. Creo que disfrutaba más el matarla a que estarsela metiendo." Sus padres, que estaban acostados, les disparó en las piernas, y cuando ellos despertaron, sus espaldas estaban todas macheteadas y sus brazos eran jirones de carne sueltos. Tan sólo imagínense un brazo machacado y que se le vea el hueso. 

Todos los locos mentales habían sido juzgados y sentenciados a trabajar en las minerías 140 horas semanales. Sin bañarse, ni cortarse las uñas ni el pelo. No tenían derecho a nada. 

"Aquellos que son débiles, no merecen vivir Osvaldo. Anda. Mátalos a todos. MÁ-TA-LOS. ¡Levántate y mátalos carajo!" dijo Osvaldo, mientras le confesaba a la jueza de que su almohada le decía eso. 

-Aquí me ve jueza. Vivo. Vivo y alegre. Vivo aunque no tenga derecho a nada -Hizo una breve pausa y reanudó sus palabras-: ¿Y sabe? Cuando logre quitarme estas cadenas, la mataré a usted, ya que usted, es DÉBIL. Muy débil. ¡ME ESCUCHÓ! Máldita sea

-Llévatelo Suarez -Dijo la jueza, que estaba asustada. Ella no sabría que lo que él estaba diciendo, era verdad. Pero él la mataría psicológicamente, ya que, la jueza quedó traumada por el relato y tuvo que ir a psicoterapia-.

-... ¿Me escuchaste? Malparida asquerosa, te voy a matar. Eso me lo dijo mi almohada y mi almohada mira más allá del futuro. Más allá del universo -Decía y reía Osvaldo-.

Los guardias lo golpearon, lo amarraron y les electrocutaron las bolas en su celda. Roberto Armas, que era un loco que había electrocutado a su familia en una piscina, empezó a masturbarse y a gritar:

-¡Oh! Tesla, te amo amor, te amo. ¡AHHH! -Vociferaba mientras miraba como torturaban a Osvaldo-.

Muchos de los encerrados padecían de alguna enfermedad. Olivia Fluyat, una adicta a la marihuana, codeína y morfina trató de arrancarse las venas pensando que eran barras de metal que estaban sujetas a su brazo. Anuber Ramirez, un bastardo que violó a más de 585 mujeres en Santiago de Chile, se comió el útero de una mujer viva, y cuando creyó que la mujer había muerto, metió su pene en la boca de la mujer y ella despertó y se lo arrancó. Muchos lo molestaban en el baño y le decían "el sin-pene" o le hacían bromas como "¿Y tu pene?" "La debes tener muy grande eh" o "Esa mujer sí tenía hambre".

Su almohada seguía prediciendo el futuro y él sonreía a las nubes. A la luna. Sí, a la luna. A las estrellas. A su madre, que venía a conversar con él todas las noches. Él veía a su madre volar por las nubes y le decía:

-Oh dios mío, vieja, siempre te odié por hacerme parte de tus guerras con papá. Yo no veía nada de malo en que él fuera ateo y tú, tú lo juzgabas por no creer en Jesucrito. Mi papá se sentía incómodo entrando a una iglesia. Papá decía que ningún dios de plástico guiaba y terminaba su destino y tú lo regañabas. Te apoyo en haberlo regañado. Porque yo terminé su destino y yo, soy dios.

Su madre se enojaba por lo que él había dicho y siempre creyó que lo iba a morder con esos colmillos que ella poseía. Colmillos, garras, tenía pelo por todas partes, pero nunca pasaba nada porque ella solo era un fantasma, un fantasma con el único poder de quemarse en el infierno y vivir eternamente ahí.

Su padre también lo venía a visitar. Siempre hablaba con él, se reían y se despedían con un abrazo. Su padre olía a putrefacción, a drogas. ¡Oh sí! Por supuesto, a drogas. Su padre pasó un tiempo sufriendo de dolores en el esófago hasta que se enteró que tenía cáncer en aquella parte del cuerpo. Empezó a empastillarse, y lo siguió haciendo, hasta que Osvaldo se dió cuenta y como su padre sufría de alzéimer, lo obligó a tomarse más de 70 pastillas para que se "mejorara" y esa noche ocurrieron los asesinatos. Claro que el viejo no pudo sentir los arañazos y cuchillazos que le propinaba su hijo porque pensó que Adriel, el San Bernardo que tenían, le estaba lamiendo las piernas y la cara.

Osvaldo consideró el 09 de Septiembre matar a todos. Pero necesitaba un arma, algo que su misión resultara a la perfección. Y su padre llegó justo ese día a visitarlo. Apareció debajo de la cama y lo saludó con una sonrisa hedionda a mierda y los dientes todos rotos y picados. Le entregó una caja. Era tan bella, venía con un lazo encima y su padre le dijo:



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En el texto hay: amor, paranoia, tiroteo

Editado: 25.08.2019

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