Sergio
20. "Luz de esperanza"
"Ahora era yo quien se apagaba
con su ausencia, mientras tanto ella
me otorgaba una última esperanza"
S.J
Las horas pasaban y no había noticias, nadie me decía nada, ya estaba por detestar las palabras "estable" "ya le avisamos" las enfermeras no sé qué veían en mi rostro, porque cada vez que me acercaba a su estación, me miran con una media sonrisa. Volvía a la sala de espera con la convicción de que podría mejorar, aunque sea un poco.
Ya había probado todas las sillas de la sala de espera, cada una era más incómoda que la otra, una hora más y decidí caminar por el hospital quizás me encuentre con el doctor que atiende a Constanza; voy hasta los ascensores y me voy hasta el último piso, me encuentro con algunas personas viendo la inmensidad del cielo, algunos están orando, otros están simplemente ahí, vuelvo por los ascensores y pincho cada piso y miro a ver que encuentro y no hay mucho que ver, solamente hay enfermeras y doctores corriendo de un lado a otro.
Vuelvo a la sala de espera con la esperanza de encontrar noticias, pero vuelven las palabras "estable" "ya le avisamos" escojo al azar una silla y ahí me siento, ya rendido ante la ausencia de noticias, a los minutos me doy cuenta de que tengo la ropa manchada de sangre, la sangre de Constanza, con razón la gente me ve extraño, pero no me iré de aquí.
A las horas veo llegar el chico que me ayudo con Constanza, habla con las enfermeras y ella me señalan, desde la distancia noto que se sonríe conmigo, me percato que trae una mochila colgada en su espalda y algo redondo en las manos.
- Hola ... señor, como no llego al apartamento, me tome la libertad de traerle un cambio de suéter y algo de comer – me quedo perplejo al escucharlo –
- Hola ... ¿Pablo? Verdad – asiente – no era necesario que te pusieras con esto
- Tal vez no era necesario, pero si lo más humano, me pongo en su posición y me gustaría que alguien tuviera el detalle de pues ayudarme – se sienta al lado mío –
- Gracias, la verdad ya ciertas personas me empiezan a ver mal por estar así – me señalo –
- Disculpe si me inmiscuyo mucho, pero usted tiene un gatito en la casa y no ha parado de maullar
- ¡Cebolla! ... Debo ir a la casa y ver que este bien – miro hacia la estación de las enfermeras –
- Pues mi novia y yo se lo cuidamos, claro si así usted lo acepta; sabemos que está pasando por un momento complejo, además – se rasca la cabeza - lo sacamos por el balcón, yo sé que fuimos atrevidos, es que se escuchaba muy desesperado y tenía hambre y mucha sed – me tomo la cara, se me había olvidado cebolla, como puede ser tan descuidado –
- ¿Trabajas? – suspira y entendí que no, pero dejaría que me explicara –
- No ... bueno venimos con esa consigna a Bogotá, nos prometieron un empleo para mi novia y para mí, yo logre conseguir donde quedarnos, el apartamento es de un primo, pero al llegar aquí nos encontramos con otra cosa distinta y ahora estamos buscando trabajo antes de que mi primo no pida el apartamento – lo observo por unos instantes –
- Gracias por auxiliar a Cebolla, con todo esto lo había olvidado – me sonrió- que tal si tuviera hijos, sería el peor padre
- Tal vez, pero la situación por la que está pasando es complicada – asiento –
- ¿Tú y tu novia, se le miden a lo que sea? – se le iluminan los ojos –
- Claro señor, lo que necesite – saco mi billetera y las llaves de la casa –
- Bueno, los nombró oficialmente los niñeros de cebolla, además el apartamento quedo bastante sucio, más exactamente el segundo cuarto, ahí estaba Constanza, ya sabes me refiero que la casa tiene sangre por muchas partes, ¿te atreves a limpiarla y ser el niñero de cebolla?
- Claro que sí – recordé que no le había dicho mi nombre –
- Con todo esto no te ha dicho mi nombre, me llamo Sergio Jiménez – asiente –
- Verdad ... cuente con eso señor Sergio – me sonrió –
- Dime Sergio, "señor" me hace sentir más viejo de lo que soy – se sonríe –
- Está bien, Sergio ... no quiero sonar entrometido, pero debería darse un baño, si su chica despierta, no creo que le guste verlo así – me miro en un ventanal al frente de nosotros –
- Tienes razón Pablo, pero aquí no me dejaran asearme – miro hacia la estación de las enfermeras –
- Yo traje su auto, puede ir a el apartamento, se da una buena ducha, se cambia de ropa y deja de ser un mal padre y esta unos momentos con Cebolla – me sonrió –
- Pensaste en todo, pero te lo agradezco, tienes razón; déjame ir hasta donde las enfermeras
Me levanto y camino hasta la estación de las enfermeras y les pregunto y me salen otra vez con "estable" y "el doctor le avisa" esa última la habían cambiado; para hacer acopio a las palabras de Pablo les deje mi número de teléfono ya que iba a cambiarme de ropa.
Este chico es una buena persona, lo estaba demostrando de una manera superlativa, había pensado en todo, desde mi aspecto hasta en cebolla que lo había dejado a su merced, si Constanza lo supiera me regañaría. De camino al apartamento cuadramos lo que le iba a pagar por cuidar a Cebolla y limpiar la casa, además Pablo sugirió que ellos se hacía cargo de mis comidas, que no les costaba hacer un poco más y de paso llevármela allá, el tiempo que este pendiente de mi chica, asentí ya que ellos necesitan y yo tambien necesito de ellos en este momento, a la paga inicial les encimé más dinero por las comidas y podía hacer uso del auto, ya después les buscaría empleo y ya sabía en dónde.
Entrar al apartamento me dio una sensación de tristeza, cada rincón me recordaba a ella, su habitación era un desastre, pero su ropa y sus objetos personales estaban ahí, salí para mi habitación me doy un baño rápido, tome un jean y un suéter, en la encimera de la cocina, pablo me dejo una lonchera, al destaparlo un olor a pollo con verduras inundo mis fosas nasales y automáticamente mis entrañas gruñeron.