Un Respiro ... Antes de Partir

28. Somos Efímeros

Constanza
 


La belleza de mi entorno había cambiado, ahora se cernía ante mí un montón de autos y trancones interminables, eso era la esencia de Bogotá, el caos. En cierta forma me hacía falta la ciudad, ese caos te hace ver la vida con más frenesí y eso te colocaba al límite.

Llegar a la terminal desde la entrada de la ciudad, fue casi como viajar desde donde mis padres a Bogotá y no por la distancia, sino por el tiempo empleado; mi estómago hizo acto de presencia, no había desayunado y eran más de las 9 de la mañana y por mi historial en temas de salud, tenía un régimen alimenticio que debía seguir al pie de la letra y hoy no logre desayunar a la hora establecida.

Después de recorrer toda la terminal y encontrar donde desayunar, mire la hora y ya había pasado más de 1 hora, debía buscar un taxi que me llevara hasta el apartamento, después de media hora, por fin pude tomar el transporte. Las inseguridades salían a flote tan pronto veía que me acercaba a mi destino, quería acallar mis pensamientos y darle un sentido más positivo.

Divise el apartamento a la distancia y con todo lo que me provocaba, me baje del auto y decidí caminar hasta la misma puerta del complejo de apartamento, mientras lo hacía empecé a hacer los ejercicios de respiración, me sentía alterada, expectante, nerviosa. Antes de subir mire cómo iba vestida, jeans, una camiseta de los Avengers y una chaqueta de mezclilla y mis infaltables tenis, sonreí para mí, esa era Constanza en estado puro.

Mire hacia el apartamento y en el balcón divise el naranjo, seguía ahí más grande y por lo que veía ya necesita ser trasplantado, ese naranjo era la prueba del paso del tiempo, al dar el primer paso hacia el complejo de apartamento, mi teléfono me dio la alerta de la llegada de un notificación, lo reviso antes de subir y recuerdo que hoy Sergio me envía la remesa que puntualmente sale cada fin de mes. Vuelvo a guardar el teléfono, no pienso sacar ese dinero.

Estoy junto a la puerta, las inseguridades vuelve, todo está en silencio, toco varias veces y nada, ni siquiera se escucha el ronroneo de Cebolla, me volteo hacia el apartamento de al lado, sé que hay vive Pablo y su novia, así que también toco la puerta y nada, así que decido retirarme.

Mientras voy saliendo me doy cuenta que la vecina de diagonal está rentando su apartamento, visualmente es muy pequeño, tipo cajita de fósforo; tenía claro que no viviría con Sergio, no podría, así que me pareció buena idea rentar ese apartamento dada la cercanía. Después de conversar con la vecina Lourdes, accedió a rentarme el apartamento, la verdad es más pequeño de lo que imagine, era un gran salón que ahí mismo tiene la cocina, al fondo tenía el baño y como estaba en el segundo piso, contaba con un balcón minúsculo; dentro del apartamento había un sofá cama, que la señora pretendía sacar, pero le dije que lo dejara, ya que como veía yo no tenía nada.

Descanse un poco y luego fui por el almuerzo, esa tarde debía ir al hospital para una revisión de rutina, pero antes iba a llegar hasta la pizzería. Con ese itinerario llegué a la pizzería, al entrar noto que no son las mismos empleados que había cuando me fui, así que me acerco hasta donde unos chicos que están limpiando unos mesas, les pregunto por Sergio y se quedan en silencio y se miran entre sí, hasta que uno de ellos llama como al administrador, este viene a mi encuentro

- Señora... - me sonríe de forma no sincera - el señor Sergio no se encuentra en momento

- ¿Demora? - bufa -

- No sabría decirle, además cuando se deja caer por esta sede... no recibe a nadie - asiento y miro a mi alrededor -

- Ok... volveré más tarde a ver si coincidimos

No me contesto, más bien note como su gesto de desdén se acrecentó al oírme decir que volvería más tarde, las personas creen falsamente que tener cierto grado de "poder" le da el derecho de denigrar a otros.

Salgo de ahí y me voy directamente para el hospital, acá el recibimiento es más llevadero, las enfermeras me reconocieron y conversamos mientras espero que me llamen a la consulta; no es fácil volver a enfrentarme a la incertidumbre, lo que paso hace casi un año fue enteramente mi culpa, mi negativa a ir a medico casi me cuesta la vida, ahora todo era distinto, veía todo como una segunda oportunidad y como es una segunda vez en todo, preferiría que las personas que estuvieran a mi alrededor entendieran que la vida es efímera, es un instante en comparación con todo lo demás.

Me hicieron exámenes de todo tipo, mi cuerpo se había recuperado y aquella masa que me aquejaba y que lograron sacar no había rastro ni había dejado nada a su paso, en palabras del doctor, estoy sana. Debía revisarme cada 6 meses a partir de la fecha, algunos medicamentos que estaba consumiendo, ya no eran necesarios así que los retiraron, debía seguir con psicología, así que me enviaron hacia el consultorio de la doctora.

No más ver a la doctora y entrar a su consultorio fue como si de mis ojos salieran torrentes de agua, no podía parar de llorar, me sentía tan agradecida con ella, me supo llevar y entender, en parte gracias a ella yo seguía viva. Después de llorar a mares, logre calmarme, con ella seguía en tratamiento por mucho tiempo, ahora debía concentrarme en mí, en mi crecimiento personal y hasta en mi crecimiento laboral.

Salí del hospital con las energías renovadas y con una cita con la psicóloga en 1 mes y con los ojos rojos de tanto llorar, todas esas lágrimas eran de agradecimiento; con todo eso en mente me fui otra vez para la pizzería, debía ver y hablar con Sergio.

Al llegar noto que esta el administrador ahí y al verme me reconoce y hace un gesto maluco, esta vez estaba dispuesta a decirle quien era, pero recapacite y lo deje ser, a ese tipo de persona es mejor dejarla que se estrellen solitas. Se acerca y con la sonrisa más hipócrita del mundo, me dice que no me puede atender, esta vez sí está ahí, pero está sumamente ocupado, bufo y le digo que esperaré y no me deja entrar a la pizzería y con un gesto desagradable me da a entender que lo espere a fuera, eso hago porque ya hay clientes y no quiero armar un escándalo. No sé cuántas horas pasan pero ya la espalda me duele y los pies, veo un perrito corriendo calle abajo, esta cojito, se devuelve y olisquea las bolsas de basura que hay en la esquina, me acerco y veo que es un cachorro y tiene hambre, no tengo nada que darle, así que me devuelvo hacia la pizzería y me decido por comprar una pizza y dársela al perrito.



#31258 en Novela romántica
#5186 en Chick lit

En el texto hay: enfermedad, dolor, lista

Editado: 24.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.