Sergio
Cada día traía su afán, pero con Constanza en mi vida yo me sentí pleno y casi podía jurar que me sentía más joven. Con el paso del tiempo empecé a ver que las terapias sirven, funcionan, así que decidí ir, me sentía algo abrumado con la forma en que afronte el episodio que me hizo conocer a Constanza.
El hecho de intentar atentar contra mi vida me decía que algo en mí, no estaba del todo bien, hablarlo me hizo entender que en un estado de vulnerabilidad o desesperación podemos actuar de la peor forma o tomar malas decisiones, en mi caso actué por instinto, rabia y desesperación, gracias a Dios, ella llego en el momento preciso y ordeno mi vida.
Teníamos una cita ineludible... sus padres
Quería conocer todo de ella y en especial esa parte que no muestra mucho, su relación con su familia. Siempre tiene para si algunos sentimientos hacia ellos, Constanza es una mujer todo corazón, le cuesta demostrar molestia hacia su semejante y lo más irónico siempre priorizó a otros y no a ella.
Miro mi reloj y van hacer las 3 de la tarde, Bogotá está más fría de lo normal, estoy esperándola abajo y desde mi posición logro verla bajar las escalera con Cebolla y Mozzarella acuestas, me acerco y la ayudo con los chicos.
Decidimos irnos en el carro, 2 adultos algo raros, un gato y un perro, una combinación explosiva, pero al fin al cabo somos una familia, Mí familia. El viaje estuvo entretenido, desde el copiloto que colocaba música, hasta los tripulantes que se fundieron a la media hora de viaje; el paisaje le dio un toque diferente al viaje, entre más avanzábamos más tono verde veíamos y el ambiente más sano se volvía.
Llegamos 2 horas y media después, me tome la libertad de avanzar lo más lento posible, viendo todo a mí alrededor, volteo hacia Constanza y esta con los brazos cruzados viéndome con cara de circunstancia. Al chocar nuestras miradas soltamos la risa, me indica en que esquina doblar y seguimos por una calle recta y polvorienta, a mitad de la misma estacionamos y me señala una casa blanca con una estructura más nueva que las demás, noto que toma una larga respiración, la tomo de la mano y sin una palabra de trasmito que debe estar tranquila.
Bajamos con lentitud y mi primera impresión es que estamos en clima caliente, humedad en el entorno es evidente, bajamos a Cebolla y a Mozzarella, los sostengo mientras Constanza toca en la casa de sus padres; de un momento a otro de las casas vecinas salen mujeres con escobas a barrer el frente de sus casas, volteo hacia Constanza y esta con una leve sonrisa en los labios.
Vuelvo a mirar a las vecinas y la calle se ve limpia, no entiendo porque están barriendo, un sonido hace que aparte la mirada y me enfoque en Constanza, el clic de una puerta y ante esa puerta aparece una señora de más 60 años con la sonrisa más genuina y los ojos más bellos que haya visto. Me quedo de pie viendo la interacción entre ellas, el abrazo de la madre es reparador y en Constanza funcionada así tal cual.
Cuando se dieron cuenta de mi presencia, se carcajean y simplemente me presento y de paso a los chicos, entramos a la casa en medio de risas, un suave a olor a café nos envuelve, Constanza me señala un mueble en mitad de la sala, mientras va detrás de su mamá a la cocina, regresan con 2 vasos de café y uno de jugo que no sé qué es, Constanza me entrega el café y el vaso de jugo y saca del morral los tazones de los chicos y los coloca en un ladito y va por agua y les echa un poco y me quita el vaso de jugo, la señora María me trae unas galletas y me las entrega.
La conversación fluyo hasta entrada la noche, al rato llego el papá de Constanza, un señor con cara de poco amigos, pero me impacto más entender cuan equivocado estaba, porque es un señor bastante risueño y amantes de los animales, en este aspecto temía que estábamos perdiendo a Cebolla y Mozzarella ya que apenas lo vieron se fueron directo hacia él como si lo conocieran de toda la vida y los recibió con los brazos abiertos.
Sacamos a pasear a los chicos en los alrededores del pueblo, Cebolla es la sensación ya que lo llevamos con traílla junto a Mozzarella, llegamos hasta el parque central y Constanza me muestra el local del italiano, empiezo a ver a mi alrededor la gran afluencia de personas que tiene, me enfoco en los pocos locales de comida rápida y en ese momento noto lo viable que es.
No podíamos irnos sin hacer algún movimiento que nos dejara con ventajas hacia el local, así que le pedí referencias al señor Londoño de los hijos del italiano y me dio una dirección, al día siguiente a primera hora me encontraba reunido con uno de los hijos del italiano, no dude en comprarle el local. Las adecuaciones tomarían tiempo, pero en si era el inicio de una gran aventura.
Llego el momento de volver a la ruidosa Bogotá, nos íbamos llenitos de esa energía familiar genuina y bonita que trasmitían esos señores, ahora entendí de donde salía esa personalidad y don de gente de Constanza, esa empatía venia del origen. Prometimos volver más seguido y teníamos que hacerlo por la pizzería, pero Constanza no lo sabía todavía.
Trancones y más trancones
En eso se resumía Bogotá, pero antes de llegar a la casa fuimos por pizza, nuestra pizza, alrededor de las 7 de la noche llegamos y entramos de una a mi apartamento y tanto con cebolla se fueron directo al sofá y ahí se acostaron.
Nos sentamos en la cocina, cada uno trozo de pizza en la mano y un vaso de gaseosa
- Ya que estamos aquí en nuestra zona de confort... ¿Cómo te sentiste en el pueblo, con mi familia? – tomo un sorbo de gaseosa y me acomodo en la silla y le sonrió –
- Muy bien... tu familia o tu padres son unas excelentes personas, me hicieron sentir en familia, tenía tantos años sin sentirme tan cómodo
- Me alegra que te hayas sentido bien... llegue a pensar que no estarías cómodo – frunzo el ceño –