Esa noche fue una de las más tristes de mi vida. El sabor a despedida en cada beso me dejaba un amargor en el alma.
Evan se dedicó toda la noche a mí. Cada uno de sus besos, sus caricias, la manera como me tocaba, como me hacía gemir y gritar de placer me hacía sentir la mala del cuento, pero no había manera que una relación así perdurara, lo sabía. Además, él tenía que concentrarse en crear su empresa, en diseñar muchas apps, en vez de estar pendiente de un drama del corazón, y yo me tenía que enfocar en mis proyectos, los dos teníamos metas personales que cumplir y hubiese sido cruel entrometernos en la vida del otro y deshacer esos sueños.
Dejé a Evan durmiendo y me fui al salón.
La claridad en el salón me pareció extraña. Me acerqué a la ventana y descubrí de dónde venía la luz. Habíamos dejado la cortina abierta y la luz de la luna se metía en el pequeño salón de la cabaña.
Evan reservó la pequeña cabaña durante el día, me dijo que deseaba pasar esa noche solo él y yo, después de estar un rato con los chicos y aunque nos estábamos divirtiendo era obvio que ninguno de los dos quería estar ahí.
Pasamos por mi casa para buscar un cambio, para ese entonces Day-day ya había llegado de su turno y había dormido lo suficiente para estar algo consciente para despedirse de mi escultura.
Mi amiga usualmente quedaba muerta por lo menos veinticuatro horas después de esas guardias, pero sabía que Evan se marchaba al día siguiente y quería despedirse.
Esa noche no podía dormir. Me asaltaban mil pensamientos y todos contrarios al anterior.
¿Estaría haciendo lo correcto?
¿Estaría cometiendo la estupidez más grande de mi vida?
¿Me estaba comportando como una perra sin sentimientos?
¿Cómo estaba segura de que nuestros sentimientos eran reales y no la ilusión de un romance?
De lo que sí estaba segura era de que sería horriblemente egoísta de mi parte querer que Evan mantuviese una relación a distancia conmigo cuando tenía tantos planes, cuando podía conocer a una mujer grandiosa en Edimburgo y tenerlo todo. Aunque me doliera, así era como debía ser.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no sentí que Evan se acercaba. Pegué un salto cuando sentí su brazo rodear mi cintura.
—Tus pensamientos se escuchan en la habitación —me susurró al oído.
Apoyé mi cabeza en su pecho. Se sentía tan bien, se sentía perfecto.
Levanté mi brazo y enredé mis dedos en sus rizos.
Estaba segura de que Evan tenía razón, mis pensamientos se podían escuchar. Y era de las cosas que odiaba en mi vida, haber tomado una decisión y luego tener el presentimiento que sería un absoluto desastre. Quería olvidar y recordar todo a la vez, sabía que Evan me ayudaría en una de las dos cosas.
Tomé una de sus manos y la guie hacia uno de mis pechos. De ahí no tuve que hacer nada más.
Sus labios fueron a mi cuello y su lengua saboreó mi piel mientras su mano jugueteaba con mi pecho.
Su otra mano bajó por mi vientre, subió la camiseta que tenía por pijama e introdujo dos dedos en mí.
Gemí.
No entendía como ese hombre podría despertar esas sensaciones en mí. Como en lo único que podía pensar era en que Evan me tocara, me besara y que estuviese dentro de mí y más en esos momentos en los que sabía que la despedida era inminente.
Acomodé mi cabeza para lograr que sus labios alcanzaran los míos. Siempre haría lo posible para que sus labios alcanzaran mis labios.
Mis gemidos se ahogaban entre la desesperación de sus besos y en un santiamén yo estaba con la espalda pegada contra la pared del salón con mis piernas rodeando su cintura y desesperada porque Evan entrara en mí. Pero gracias al cielo él era el adulto responsable de los dos.
—Me vas a asesinar, Eli —me dijo casi desesperado—, pero tengo que buscar protección. Por más que esté loco por estar en ti, no voy a dejar que corras ningún riesgo por mucho que te cuides.
Puse mis pies en el suelo.
—Gracias. —Lo volví a besar, esta vez más lento, pero sin menos pasión que un minuto atrás—. Corre.
El asintió como un niño de cuatro años y salió casi corriendo.
—No te muevas de ahí.
El microsegundo que duró en regresar lo invertí en disfrutar ese momento. En apreciar cada una de las emociones que Evan me provocaba. Cada latido de mi corazón acelerado, cada exhalación de mi respiración descontrolada, cada vello erizado de mi cuerpo. Estaba segura de que eso no lo volvería a sentir, así que disfruté cada sensación como si no hubieses un mañana, porque técnicamente para nosotros, no lo habría.
En pocos segundos ya Evan y yo nos comíamos a besos y mis piernas estaban de nuevo rodeándolo.
En un solo movimiento entró en mí. Grité su nombre. Mis caderas empezaron a moverse descontroladas tratando de buscar el ritmo que pudiera satisfacernos, pero ese ritmo no existía porque con Evan yo siempre quería más de él.
Sus manos en mi trasero detonaban más mi deseo por él. Sentía sus dedos en mi piel con un deseo que sin duda era recíproco.
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Editado: 16.05.2024