Reímos, comimos y hablamos como si no hubiese un mañana.
Ivy tenía mil millones de historias de sus audacias que hacían que a Iris casi le dieran un infarto. Las dos eran gemelas idénticas, pero tan diferentes en personalidad, mientras Ivy era avasallante y extrovertida, Iris era dulce e introvertida.
Tim también habló de nuestras aventuras mientras los más chicos se desternillaban de risa con las cosas que hacíamos en el colegio.
Los primos hablaban de las reuniones familiares y como nunca faltaba el tío borracho del que todos hablaban y se reían.
Yo estaba encantada con la reunión. Siempre me llamaron la atención las familias grandes, tal vez porque mi familia éramos mi mamá y yo y bueno la tía Sage y Day-day que también estaba sola desde que sus padres murieron.
Pero esa alegría que se respiraba en las familias grandes, las burlas, las risas, las conversaciones interrumpidas y las carcajadas de primos siempre me emocionaron.
La mayoría de mis amigos eran de familias pequeñas. Vivíamos en un pueblo que, aunque cerca de Edimburgo, era pequeño, aislado a la orilla del mar donde, aunque las familias eran las de siempre, no se caracterizaban por ser familias grandes.
Tomamos cualquier cantidad de cerveza, ahí también me di cuenta de que mi capacidad etílica se había reducido. Aunque todavía podía llevarle el ritmo a Tim y a Bob.
Evan reía de todas las historias, pero había algo que lo incomodaba. Podía sentirlo. Tenía años que no lo veía, sin embargo, había algo que me hacía conocerlo, me hacía sentir sus emociones como si fueran mías.
En un momento se excusó para hablar por teléfono. Solo asentí, supuse que el trabajo, ahora que era director de su pequeña empresa, no paraba.
Me dio un beso en la coronilla y se desapareció por largo rato.
¿Noté su ausencia? Por supuesto que sí, ahora que estaba a su lado, y sabiendo el poco tiempo que tendríamos para nosotros, cada segundo sin él se me hacía una pérdida de tiempo que no recuperaríamos, pero al mismo tiempo me la estaba pasando bien con la manga de locos, que con unos tragos de más ya confesaban las más absurdas aventuras.
Tim fue con Ivy a comprar más cervezas y yo me quedé conversando con el resto.
Aproveché a llamar a Day-day, no sabía nada de ella en todo el día, ahora era jefa de enfermeras y así como tenía más responsabilidades, tenía menos tiempo. Casi no la veía y ya nuestra tradicional cena de lasaña se había convertido en comida diferida. Ella comía antes y yo después o al revés.
Lo importante es que era feliz.
Su vida amorosa había mejorado considerablemente, salía con un médico bastante buena persona que había llegado un año atrás de Glasgow como residente, no era nada formal, al menos se le veía ilusionada.
—¿Eli dónde estás? ¿Todavía comiendo con Rose?
—Day-day, si te cuento lo que me pasó, no me lo creerías.
—¿Qué te sucedió? ¿Vente al hospital de inmediato?
—¿Por qué asumes que es algo malo?
—No lo sé Elina, quizá porque soy enfermera de emergencias y la frase «si te cuento lo que me pasó, no me lo creerías», usualmente conlleva un cuchillo atravesando el cráneo de alguien o una moneda metida en la nariz de algún tonto. ¿Qué ruido es ese al fondo? ¿Estás en una fiesta?
Solté una carcajada.
—Daisy, estoy en la vieja posada Berwick con la familia de Tim y con Evan.
—¿Evan? —preguntó confundida— ¡Evan! ¿Evan Scott? ¿Ese Evan? —gritó, escuché que caminaba de prisa, era obvio que se fue a esconder para escuchar mejor el chisme—. ¿Qué hace Evan ahí? ¿Qué haces tú ahí? ¿Qué hacen juntos? ¡Eli, respóndeme!
Reí.
—¿Cómo diablos quieres que te conteste si no dejas de hablar? —Le conté del encuentro surreal, que estaba con él y no nos pensábamos separar mientras yo estuviese en North Berwick.
—Mañana estoy libre Eli, y no me pienso perder un segundo de la cena con tu mamá y la tía Sage.
Las dos reímos.
—Pues entonces mañana nos vemos en el restaurante italiano.
—Por supuesto- —suspiró—. No puedo creer que estés con Evan, Eli. Soy tan feliz por ti, es como una segunda oportunidad. No la destruyas con tu estupidez por favor.
—Gracias Day-day, yo también te quiero.
Ella rió.
Me despedí de ella al tiempo que Tim se acercaba a mí con una cerveza en la mano.
—¿Evan no ha vuelto? —me preguntó Tim cuando regresó.
Negué con la cabeza.
—Quizá está resolviendo un problema del trabajo.
—O de otra cosa —masculló mi amigo siguiendo el mismo camino que había caminado Evan tiempo antes.
Sus palabras hicieron ruido en mi cabeza, no quise prestarle más atención de la que debía porque me sentía bien y en ese momento si tenía que recurrir a la negación con tal de sentirme así, pues lo haría.
Tim llegó primero con el ceño fruncido. Pidió una cerveza que Ivy le pasó de inmediato.
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Editado: 16.05.2024