Llegamos al restaurante y ya Evan nos esperaba.
El restaurante había sido el restaurante italiano del pueblo de toda la vida, pocos años habían llegado franquicias, pero el señor Angelo se mantenía firme, abría todos los días del año y ahora que estaba un poco mayor y había enviudado pocos años atrás, sus hijos Angelo y Nina, que eran par de años mayores que yo, lo ayudaban.
Sus paredes blancas con litografías de sitios icónicos de Italia, sus sillas de madera y sus manteles blancos y rojos eran familiares para mí, de pequeña mamá siempre encontraba una razón para venir el fin de semana a comer pizza a D’Angelo.
Evan me saludó con un cálido beso en la comisura de mis labios que no duró mucho porque Day-day se le abalanzó para abrazarlo.
Él más que educado saludó a mi mamá y a la tía Sage.
Ordenamos nuestra comida y cuando ya llevábamos la segunda botella de vino mi mamá miró a Evan, luego a mí y sonrió.
—Sage ¿Sabes con qué nombre conozco yo a Evan? «El papá de mis nietos»
Me llevé las manos a la cara.
Me iba a dejar en vergüenza frente a todos, porque una cosa era que lo hubiese dicho frente a Evan para salir del paso y otra muy diferente era que mi mamá lo ventilara a todos, pero ella era feliz haciéndolo. ¿Y cómo no lo iba a estar? Si nombré a Evan en la misma oración que la palabra «nietos».
Daisy casi escupe el vino que tomaba y la tía Sage soltó una carcajada.
—¿No sabes lo que significan esas palabras verdad?
Evan me miró entre divertido y confundido.
—No tía Sage definitivamente no tiene la menor idea —dijo Daisy todavía riéndose.
—Mi mamá se toma todo literal, le dije eso para que no se molestara porque iba a cancelar nuestros planes.
—Dos veces, con cuatro años de diferencia —me respondió mi mamá.
—¿Dos veces?
—Ok, esto es un chiste interno. No entiendo nada —Evan dijo riendo contagiado de la risa de Day-day.
—Te voy a explicar muchacho. —La tía Sage le dio un apretón cariñoso en la muñeca a Evan—. No hay ilusión que supere la de mi querida amiga Rose de que Eli tenga mil hijos como una especie de conejo fértil. No tiene que estar casada ni siquiera, lo que Rose quiere son nietos, muchos.
—Y mi amiga abrió la caja de Pandora cuando para cancelar la comida con Rose usó de «excusa», que se iría con el padre de sus nietos... dos veces.
Ahora la carcajada fue de Evan mientras yo me hundía de pena en la silla.
—Me pudo haber dicho que se iba con sus amigos o que había conocido a un chico guapísimo, yo la hubiese entendido porque eres guapísimo, —mamá miró a Evan y sonrió—, pero usó esas palabras textuales, y cito «Cancelado el plan, acabó de conocer al amor de mi vida. No preguntes». Cuando se dio cuenta que no entendía nada, acotó, vuelvo a citar: “No preguntes, confórmate con saber que tendrás unos nietos pelirrojos hermosos”. Cierro cita.
—¿Qué demonios má? No recuerdas que la semana pasada te dije que tenías que llamar al banco y recuerdas lo que te dije hace cuatro años.
—Textualmente —acotó Day-day.
—Todos siempre supimos que tú mamá sufre de «amnesia selectiva» —dijo tía Sage burlona.
—Yo no tengo ningún problema en darte nietos pelirrojos hermosos Rose (punto)—Evan uso el maldito tono derrite-capas-polares para dirigirse a mi mamá.
Ella por supuesto, se derritió.
—¿Tú entiendes que eso se lo dije para que no se molestara por cancelarle la cita y tú le sigues la corriente?
—Yo también se lo digo para que no se moleste. —Evan se encogió de hombros haciéndose el inocente, pero le guiñó el ojo a mi mamá y ella soltó una risita tonta.
Mi mamá, mi tía y mi amiga soltaron sendas carcajadas.
—Yo solo quiero mis nietos pelirrojos, ustedes arreglan el resto.
—Ok mamá entiende que Evan y yo en días sumados sólo llevamos que si ocho días saliendo.
—Pero eso me lo dijiste cuando tenían cero minutos saliendo así que si lo medimos en tiempo Elina-Evan, tienen como ocho años saliendo.
Ya a esas alturas sabía que mi mamá decía todo lo que decía para avergonzarme, la cuestión era que lo estaba logrando.
Evan tomó mi mano.
Lo miré y esta vez me guiñó el ojo a mí.
Él también lo decía por bromear y como llevaba la conversación sabía que se había robado el corazón de mi familia, que no era difícil porque Evan con media sonrisa enamoraba hasta a un poste de luz.
La tía Sage se reía a carcajadas de las ocurrencias de Evan. Un Evan que yo también estaba conociendo porque no me faltaba razón cuando decía que no nos conocíamos a pesar de saber mucho de nosotros.
—Una relación a distancia es muy dura —le dijo la tía en un segundo de seriedad.
—Es menos dura si sabes que vas a volver a ver a la persona con quien quieres estar. —Evan me miró y me tomó de la mano. Sonrió, pero no feliz—. O al menos saber su número de teléfono.
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Editado: 16.05.2024