Una colombiana en Mauthausen

Capítulo 18

El cierre de la casa de citas

París, enero de 1946.

La noticia del cierre llegó en susurros. Se decía que el gobierno estaba decidido a erradicar las casas de citas. Pronto, la policía comenzaría a cerrar los establecimientos y a arrestar a quienes no se hubieran marchado antes.

—Esto era cuestión de tiempo —comentó Clara, sentada en la cama de la pequeña habitación que compartían.

—Sí... pero, ¿qué haremos ahora? —preguntó Marietta, exhalando el humo de su cigarro.

Sofía, con un cuaderno de bocetos sobre las rodillas, no respondió de inmediato. Desde hacía tiempo había considerado marcharse, pero la estabilidad económica había sido una necesidad ineludible. Ahora, sin otra opción, debía encontrar una salida.

Cuando la dueña del burdel confirmó el cierre, les dio solo una semana para desalojar.

—Si vous avez un endroit où aller, allez-y le plus tôt possible. La police viendra d'une minute à l'autre. (Si tienen algún sitio a dónde ir, vayan cuanto antes. La policía vendrá en cualquier momento).

Esa noche, Clara y Marietta hicieron sus maletas en silencio. Sofía solo tenía su ropa y sus lienzos, los mismos que había llevado consigo desde Mauthausen.

—Podemos buscar trabajo en otro lado —dijo Clara.

—Dove? (¿En dónde?) —preguntó Marietta.

Sofía recordó algo.

—Conozco un taller de costura que busca empleadas.

—¿Sabes coser? —preguntó Clara con curiosidad.

—Lo aprendí de mi madre en Medellín.

Al día siguiente, las tres partieron en busca del taller.

El taller de costura

Ubicado en Montmartre, el taller era un espacio pequeño y cálido. La dueña, Madame Renard, las recibió con una mirada desconfiada.

—Est-ce qu'elles savent coudre? (¿Saben coser?)

—Oui. (Sí) —respondió Sofía con firmeza.

Madame Renard le entregó una tela.

—Montre ce que tu sais. (Demuestra lo que sabes).

Sofía tomó aguja e hilo y comenzó a trabajar. Sus manos, acostumbradas al pincel, aún recordaban los movimientos precisos de la costura. En pocos minutos, la costura estuvo lista.

Madame Renard inspeccionó el trabajo y asintió.

—Vous pouvez commencer demain. Et toi? (Puedes empezar mañana. ¿Y tú?)

Clara y Marietta se miraron.

—Nous apprendrons. (Aprenderemos) —dijo Clara, hablando tímidamente en francés.

Madame Renard suspiró, pero aceptó.

Los días eran largos y monótonos. Desde la tarde, después de clases, hasta el inicio de la noche, trabajaban cosiendo vestidos y arreglando prendas viejas.

—No es tan malo —comentó Clara un día.

—No es peor que lo que hemos hecho antes —respondió Marietta.

Pero la duda rondaba en la mente de Marietta.

La duda de Marietta

Una noche, mientras regresaban a la pensión donde vivían, Marietta se detuvo.

—Pensi che dovrei tornare in Italia? (¿Creen que yo debería volver a Italia?)

Sofía y Clara la miraron.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Sofía.

Marietta suspiró.

—La mia famiglia... (Mi familia...) No sé si siguen vivos. No he recibido noticias desde hace años.

—¿Por qué no les escribes? —preguntó Clara.

—Porque no sé si alguien responderá.

Sofía entendía. Ella misma había tardado en escribir a su familia en Colombia.

—Si lo deseas, deberías intentarlo —dijo.

Marietta asintió, pero la incertidumbre seguía en su rostro.

La carta para la graduación

Fue un día de marzo cuando llegó la carta.

Sofía estaba doblando una tela cuando una empleada del taller entró con un sobre.

—Ceci est pour vous. (Esto llegó para ustedes).

Sofía lo tomó con el corazón latiéndole con fuerza. El sello de la Escuela de Bellas Artes estaba en la parte superior.

Con manos temblorosas, rompió el sobre y leyó:

"Dames : Clara Berenguer, Marietta Nenni et Sofía Beatriz Reyes.

Nous sommes heureux de vous informer que vous remplissez les conditions d'obtention du diplôme. Son travail a été considéré comme d'une grande valeur artistique et historique et sera présenté dans notre galerie lors de la cérémonie de remise des diplômes."

("Señoritas: Clara Berenguer, Marietta Nenni y Sofía Beatriz Reyes.

Nos complacen informarles que han cumplido con los requisitos para la graduación. Su obra ha sido considerada de gran valor artístico e histórico, y será presentada en nuestra galería en la ceremonia de finalización de estudios.")

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

Clara y Marietta, al ver su reacción, se acercaron.

—¿Qué sucede?

Sofía les mostró la carta.

—Nos graduamos.

Ambas gritaron de alegría y se abrazaron.

Esa noche, Sofía escribió a su familia.

"Queridos padres,

Espero que al recibir esta carta se encuentren bien. Sé que ha pasado mucho tiempo desde mi última noticia, pero quiero que sepan que estoy bien. He trabajado mucho para reconstruir mi vida aquí en París y hoy, por fin, puedo compartirles algo que me llena de orgullo: me graduaré en la Escuela de Bellas Artes.

No ha sido un camino fácil, pero cada pincelada, cada obra, ha sido una manera de seguir adelante. Pienso en ustedes cada día y en la promesa que hice de hacer algo valioso con mi vida.

No sé cuándo podré volver, pero llevo con orgullo todo lo que me enseñaron. Espero que, cuando les llegue esta carta, sepan que todo lo que he hecho ha sido con amor y esfuerzo.

Con cariño, Sofía."

Sofía dobló la carta con cuidado y la envió al día siguiente.

La ceremonia de graduación

El día de la graduación llegó con el aroma de la primavera parisina.

La ceremonia fue pequeña. Sofía, Clara y Marietta se sentaron juntas, tomadas de las manos mientras escuchaban los discursos de los profesores.




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