Necesitas amor
Por favor, no cambies tu forma de ser
Pronto vivirás en mi corazón
Lo mereces, lo sabes
Lo has estado buscando toda la vida.
💟💟💟💟💟💟💟💟
Se encuentra sumida en la más profunda oscuridad. Un pozo profundo y cenagoso, en el que todo parece putrefacto. Su voz no emite sonido, pero la angustia que siente está a punto de salirse por el pecho. El pozo es tan hondo que apenas puede ver un punto de luz allá a lo alto, y resulta curioso cómo ese punto le despierta una esperanza inmensa. A lo lejos escucha una voz que la aterra. Esa voz dice: "¡Tanto tiempo sin vernos, conejita!"
De repente, la luz se vuelve más y más brillante. Las voces llegan hasta ella de un lugar distante; sin embargo, tiene la certeza de que están cerca porque de a poco se vuelven claras y entendibles. Una mano se acerca a la suya y la toma con dulzura, sacándola de una bendita vez de ese pozo y trayendo toda la paz del mundo a su alma...
Daphne despertó con un dolor muy fuerte en la cabeza, a causa del cual lanzó un quejido apenas audible. La mano de Eric la sostenía con fuerza, pero la soltó para salir de la habitación y luego de unos minutos volvió a entrar con un señor joven, imponente, de bata blanca. El hombre tomó su pulso y la encandiló con una luz mientras observaba sus pupilas.
- No se preocupe - le dijo, y no se dirigía a ella, sino a su novio -. Es normal que sienta dolores, pero se calmaran con las píldoras que le suministraremos en unos quince minutos. Mientras tanto, trate de que permanezca tranquila.
- Está bien. Gracias, doctor. - respondió Eric. Tomó nuevamente la mano izquierda de su novia y le dedicó la sonrisa más bella del universo. Él era lo más bello, al menos del universo de Daphne. Hasta ese momento no había notado cómo su sola presencia colmaba su existir, y cómo todo junto a él se convertía en paz.
- Te amo, Daph - Ella oyó sus palabras, aunque todo se volvió nebuloso y sus párpados se cerraron con lentitud...
La oscuridad está aquí, la puede percibir, amenazante. La golpea, la zarandea, la ahoga y se mete dentro de ella sin pedir permiso. ¡Oh, por Dios, que la deje tranquila! Todo lo que ella desea es la paz de unos ojos celestes que la observan desde lejos, sin poder alcanzarla.
Es una mole, una mole gigante que no le permite ser feliz, que no quiere que ella siga adelante, que pervierte todo lo puro y bueno que existe en su alma. ¡No puede permitírselo! ¡No, no lo hará, lo vencerá!
- ¡¡¡No!!!
Daphne volvió con un grito a la luminosidad de una habitación blanca. Sus brazos se encontraban conectados a un suero y a una máquina que controlaba los latidos de su corazón. A un lado de su cama, Dánae la miraba preocupada, mientras tomaba con fuerza su mano. La suya temblaba.
- Calmate, Daph, ya todo pasó... - dijo, acariciando su mejilla dulcemente. En su voz había más temor del que Daphne podía tener - ¡No sabes el susto que me diste, amiga! No tendría que haberte dejado sola...
- Está bien, Dánae - la interrumpió y de repente todo volvió a su memoria:
"Eran cerca de las 7 pm cuando Dánae ingresó a su oficina para despedirse. Daphne apenas había alzado la cabeza, pues los numerosos contratos y cambios en los accionarios de la empresa la estaban mareando.
Al parecer, había encontrado evidencia de que André Chavanier no solo había puesto en garantía su casa y algunos de sus bienes para la última campaña, sino que también había estado vendiendo sus acciones de modo muy sutil en el pasado año. Del 50% solo le quedaba un 10%, es decir, que ya no era el socio mayoritario, sino alguien más que no aparecía en ningún documento.
Daphne estaba preocupada por lo que pudiera pasar, ya que según el estatuto, el socio mayoritario tenía la potestad de nombrar (o nombrarse) presidente y también de elegir a su vicepresidente. Todo ello pasando por la aprobación de la Junta de Accionistas, que en general aceptaban todo sin chistar.
No supo si pasó una hora o más, hasta que oyó que la puerta de su oficina volvía a abrirse. Patricia había partido hacía rato, y el único que quedaba era el bueno de José.
- Reviso un documento más y ya me voy, José - dijo, sin levantar la vista de la pantalla. La voz que escuchó a continuación le heló la sangre, pues salía directo de una de sus más terribles pesadillas.
- ¡Ah, qué bueno es volver a verte, conejita!"
La bilis subió y bajó por su esófago de las náuseas al recordar a Leonel Harris acosándola nuevamente . También recordó a Eric lanzándose encima de ese desgraciado, al mismo tiempo que todo se volvía oscuro a su alrededor...
- ¿Y Eric, Dánae? No me digas que...
- No, amiga, no te angusties. Eric fue a su casa a darse una ducha. Por suerte ese bastardo lo hirió en el brazo y le astilló un hueso, pero nada grave. Estuvo los tres días, con sus noches, junto a ti. Lo convencí para que descansara un poco prometiéndole que lo llamaría en cuanto despertaras.
Frente a las noticias que le informó Dánae, cerró los ojos y realizó una rápida oración para agradecer a quien fuese que el amor de su vida siguiese con vida.
- Leo... , dime qué pasó con él - le suplicó mientras apretaba la mano de su amiga con bastante fuerza. Deseaba desde el fondo de su alma que la pesadilla que había comenzado hacía ocho años, hubiera terminado ya.
- Tuvo su merecido, Daph - La mirada de Dánae le transmitió tranquilidad. - Los oficiales le dispararon dos veces cuando estaba a punto de tirar a la cabeza de Eric. Murió en el acto. Se acabó tu calvario.
Ambas derramaron lágrimas en silencio.
- No quiero incomodarte ahora, Daph, pero ¿por qué nunca me lo confiaste? No tenías que llevar sola esa carga, amiga.