Una Inesperada Tarde De Domingo

Capítulo 21: Familia

En un mundo así donde algunos se arrepienten

Yo , que lo superaremos

En un mundo así, donde el amor fluye

Yo sé, sé que nos arriesgaremos

En un mundo así donde la gente se separa

En un mundo así donde nada nace del corazón

En un mundo así... te tengo.

💟💟💟💟💟💟💟💟

 

Casi tres años más tarde...
Afueras de New York

- Daph, mi hedmana no quiede jugad conmigo...

El enojo en su mirada y la boquita de Laurent haciendo pucherito evidenciaban el disgusto del niño de casi cuatro años. Daphne se acercó a él con dulzura y subiéndolo a su regazo, trató de calmarlo.

- ¿Qué te parece si te pones tu ropa de baño y te metes en la piscina? Así, Lucille te seguirá y jugará contigo. ¿Qué dices?

El niño la observó, enojado aún, abriendo esos enormes ojos celestes, herencia de su padre, que Daph adoraba. 

- Está bien. Pedo recuedlale que debe lavadse antes de metedse. No me gusta el agua sucia...

La mujer asintió con la cabeza y mientras lo observaba dirigirse presuroso hacia el cuarto de baño, pensaba en lo hombrecito obsesivo se había vuelto. Laurent pasaba las largas vacaciones de verano con Eric y con ella, y en esos pocos meses trataban de descontracturar al pequeño hombrecito. A sus cuatro añitos era muy meticuloso con su ropa, su cuarto y sobre todo, la limpieza. Eric decía que, aunque no tenían relación de parentesco, el niño había "heredado" todas esas obsesiones de Jacques, su padrastro. Tal vez era así, pero ninguno de los dos podían quejarse o emitir juicio de la manera como educaban a Laurent mientras no estaba con Eric, porque era evidente que Jacques y Selene lo hacían lo mejor que podían.

"Como nosotros", se dijo a sí misma, sentándose en la amplia reposera y observando ahora a su pequeña hija Lucille, de dos años y tres meses, fruto de la reconciliación y el amor que los había vuelto a unir. Apenas hubieron aclarado todos sus desacuerdos y verdades veladas, Eric y Daphne habían pasado una noche de lo más agitada, que les dio como fruto, nueve meses después, a Lucille Lasalle, una pequeña de cabellos castaño claro, ojos grises al igual que su madre y la sonrisa ganadora de su padre. Esa pequeña era la luz de la vida de ambos, pero también un dolor de cabeza, a veces. Como por ejemplo en ese momento: se encontraba enlodada, en medio de un charco de agua que se formaba por la acción de la regadera automática de jardín. Lucille sonreía y canturreaba mientras seguía llenándose de barro el cuerpo entero y Daphne no la culpaba, ya que el calor aquel día era agobiante. 

Sonrió pensando en que Laurent y Lucille no podían ser más diferentes, tanto físicamente, como en carácter. El niño era todo un hombrecito, serio y demasiado formal para su edad, mientras su hija era producto de dos padres demasiado permisivos y propensos a dejarla vivir sus propias experiencias.

Laurent se acercó a la piscina para niños que habían construido apenas mudados a aquella casa en los suburbios, cerca y a la vez alejado de la ciudad, pues allí deseaban que crecieran sus niños. Desde allí, llamó a Lucille, y al ver que ésta corría a toda velocidad para meterse con su hermano mayor a la piscina, le gritó un "¡No!" que dejó a la niña parada en seco y a punto de lloriquear un poco. Aún no se acostumbraba al tono autoritario de su hermano, que por lo demás era su ídolo máximo.

- ¿Tá nojado Ló?- le preguntó a su madre con un dedito en su boca. Laurent observaba la escena con arrepentimiento desde el otro extremo.

- No, Lucie, no está enojado. Debes lavarte primero toda la suciedad y luego meterte en la piscina con tu hermano. ¿Entiendes?

Lucille asintió con su cabecita llena de bucles amarronados. Una vez que ambos estuvieron juntos, el juego y la diversión se hicieron presentes y Daphne se limitó a seguir vigilándolos y tomar un jugo de naranja fresquísimo para mitigar la sed.

Comenzó a rememorar cómo había cambiado su vida en más de dos años y medio: Eric y ella se habían casado apenas se enteraron de que Daph estaba en la dulce espera de Lucille. Ella decidió no continuar siendo la vicepresidente de la compañía, aunque ahora sí tenía algunas acciones, regalo de boda de su marido.

Henry había resultado ser la mejor elección para vicepresidente, pues Daphne misma se había encargado de hacerle ver a Eric lo eficaz que era su amigo, sobre todo después de que juntos cerraron un trato muy provechoso en Londres. En esa ocasión, Eric se había envenenado de los celos, pero pronto su visión de futuro para los negocios lo hizo entrar en razón.

Jacques y Selene se habían casado al cumplir un año de edad Laurent (tal como habían planeado) y ahora vivían cerca de su casa, pero en verano realizaban numerosísimos viajes, todos ellos caprichos de Selene. Al parecer, la mujer había recuperado mucho dinero de una herencia, dinero que invertía en algunos negocios y en viajes.

Dánae y David habían ido y venido en su relación por casi un año, y al final decidieron dejarse mutuamente. Los cumpleaños de Lucille, de Eric y de Daphne provocaban su encuentro (pues ambos eran los padrinos de su hija), pero al parecer ya no había vuelta atrás. Es más, su amiga y antigua secretaria estaba planeando viajar al extranjero como parte de una capacitación que Chavanier/Lasalle S.A. otorgaba a sus empleados más ambiciosos. Daphne sabía que la extrañaría a mares, pero se trataba de su brillante futuro profesional y ella, más que nadie, debía apoyarla.




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