Después de tantos años todavía le robaba el aliento el solo verlo. Tantos años y su corazón latía como un estúpido solo porque estaba parado a unos cuantos pasos de su lugar. Mierda, en algún momento de su vida debía replantearse el dejar de ser patética, además la chica a su lado le recordaba que no estaba solo, que ya llevaba un tiempo sin estarlo, que a ella jamás la miró con esos ojitos llenos de amor.
—Si no dejás de mirarlo así se va a dar cuenta — le susurró Sofi a su lado. Ella la miró con una sonrisa afectada y bebió un poquito más de Fernet.
—Está re hasta las manos con ella, ¿no?— preguntó con timidez.
Sofi la miró con, mierda, con pena.
—No querés que te lo diga — respondió en su lugar y sonrió más amplio al ver a Alejo acercarse a ellas.
—Bellas mías — saludó el hombre con esa sonrisa de galán.
—Feliz cumple — saludó Pilar antes de abrazarlo con suavidad.
—Gracias, preciosa.
Pilar se volvió a desconectar de la charla de sus amigos y siguió hundiéndose en ese sentimiento masoquista de enamoramiento eterno. Sí, en definitiva a ella jamás la había sostenido con esa suave fuerza que marcaba un buen límite para cualquiera que se quisiera acercar a la linda minita que tenía agarrada como si su vida dependiera de ello.
—Ey — llamó Alejo a su lado. Pilar hizo el esfuerzo y se concentró en su amigo, ignorando las mejillas coloradas de Sofía.
—Perdón, ¿me decías algo? — indagó y volvió a beber de su vaso. ¡Carajo! Sofía lo había preparado demasiado fuerte.
—Pregunté si querían comer algo — dijo señalando una mesa repleta de sanguches de miga, pernil y jamón crudo.
—Sí, ahora vamos — respondió Sofía y comenzó a tirar de ella.
Alejo las siguió con la mirada, con ese semblante divertido que siempre tenía, pero que, esta vez, se mezclaba con algo que Pilar desconocía por completo.
—¿Qué mierda te dijo? — le susurró a su amiga que se volvió a encender de la vergüenza.
—Nada, después te cuento — respondió llegando a la mesa —. Jodeme — gruñó la rubia mientras se preparaba un sanguche.
Pilar levantó la vista de su propia comida y contempló a su amiga con el entrecejo fruncido y luego… Luego él.
—Hola Pilar — saludó con esa enorme sonrisa mientras la morocha a su lado se le pegaba distraídamente al brazo. Es que la mina solo miraba la mesa de comida mientras que ella se moría de ganas de ocupar su lugar y poder sostener la enorme mano de Matías entre sus delgados dedos —. Hola Sofi — saludó a la rubia.
—Hola Maty, tanto tiempo — respondió Sofía al notar el momentáneo estado de estupidez de su amiga.
—Sí, hace mucho no las veía — respondió demasiado feliz —. Les presento a Ivonne, mi novia.
Listo. La mató. Si no salía de ahí en ese preciso momento lloraría, lo sabía porque así de estúpida era. Solo necesitaba…
—Pilar — La voz de Cristian le llegó al mismo tiempo que sintió el enorme peso de ese morocho sobre sus hombros. Giró el rostro a su hombro izquierdo y ahí estaba él, muy cerca de su cara, con esa sonrisa de dandy, pero ocultando algo más detrás del brillo de sus ojos.
—Hola Cris — saludó ella intentando alejar un poco su rostro.
—Ivy, Sofi, chico que no conozco — saludó a todos sin dejar de mirar a Pilar en ningún momento. Bueno, eso era un tanto incómodo.
—Cristian — saludó la morocha y extendió su sonrisa. Antes de que él pudiese saludarla vio ese largo brazo, perteneciente al idiota de Matías, extenderse hacia él, plantando un límite invisible.
Cristian tomó la enorme mano de aquel tipo y la apretó con fuerza moderada. Luego volvió su atención a la tímida chica que tenía debajo de sus brazos.
—Sofi, ¿por qué tu amiga no come?¿Acaso no le gusta esta comida? — indagó viendo que la castaña tenía solo un poco de pan y algo de lechuga entre ellos.
—Es vegetariana — respondió Matías.
Carajo, ¿acaso no podía ser un mal tipo por una vez? ¿Acaso no podía olvidarse de sus gustos así ella no se sentía especial?
—Ah, cierto que Alejo me dijo que trajera la bandeja de verdura. Vení, vamos a buscarla — dijo tirando de Pilar hacia la enorme cocina dentro de esa gigantesca casa quinta.
Pilar lo siguió, no solo porque no tenía escapatoria, sino porque si seguía allí estaba segura que continuaría con su patético rol de ex novia enamorada.
—Ahí está — indicó el hombre a su lado, soltándola de repente, cambiando ese buen humor de hace unos momentos por otro más frío, más distante, todo mientras se separaba de ella y le señalaba la bandeja repleta de berenjenas, zapallitos y choclo —. Servite lo que quieras — dijo con mal humor y salió por una puerta lateral hacia vaya a saber dónde.
Pilar suspiró y utilizó la soledad de la cocina para poner su mente en orden. Debía volver a salir, tenía que enfrentarlo y enterrar, de una buena vez, todos los estúpidos sentimientos que tenía. Ya era hora de dejarlo atrás, aunque doliera como la mierda, ella tenía que avanzar.
—Pilar, ¿encontraste la bandeja? — preguntó Alejo entrando en la espaciosa cocina.
—Sí, Cris me dijo que estaba acá — indicó tomando las verduras y cambiando su estado de ánimo, no iba a echar a perder el buen ambiente en el cumpleaños de su amigo.
—Buenísimo. Vamos afuera que ya llegaron Emma y los demás, por lo menos vas a poder hablar con más gente — explicó sonriendo.
—Genial, hace mil que no los veo — dijo sonriente. Era difícil verlos con todo el trabajo que siempre tenía. Es que entre la facultad y su trabajo como moza, poco tiempo libre tenía, es más, ese día lo había tenido liberado gracias al mismísimo Alejo, su jefe y amigo desde hace años.