Comieron algo, se besaron un poco más y, finalmente, decidieron que era momento de volver. Las pocas horas de sueño estaban pasando factura y necesitaban urgentemente dormir.
—Juro que no quiero dejarte — masculló él dentro del auto mientras le volvía a robar un dulce beso a esa mujer tan preciosa.
—Pero te caes del sueño. Andá a dormir, mañana hablamos — dijo volviendo a besarlo rápidamente. Sí, ella tampoco lo quería dejar pero estaba segura que Cristian no había dormido más de una hora.
—¿Mañana recién?— preguntó haciendo un puchero de lo más dulce.
—Sos tan lindo — gruñó apretando los dientes y volviendo a comer de aquellos labios que se movían con destreza sobre los suyos.
—Te escribo más tarde, princesa ladrona. Que descanses — finalmente se despidió en cuanto encontró algo de fuerzas para dejarla ir.
—Espero tu mensaje — gritó ella ya casi llegando a la puerta de su hogar.
Cristian sonrió embobado y decidió marchar rumbo a su casa. Sí, el jodido teléfono no paraba de sonar, sabía que sus amigos lo buscaban para salir pero no había dormido nada y eso, más la salida al río, le había drenado la energía. Realmente quería dormir un poco.
—¿Qué mierda querés Pedro? — gruñó al atender el teléfono que no lo dejaba en paz.
—Vamos a ir a lo de Tito, ¿te prendés? — La voz de su amigo inundó el auto y cortó las buenas letras de Soda Stereo y el relato sobre aquella persiana.
Bueno, ir a lo de Tito significaba fiestas en donde corría un poco de todo, pero principalmente mariguana y cocaína. Si quería terminar sin dormir otra noche, entonces debía aceptar, si, por el contrario, buscaba descansar unas cuantas horas, era mejor declinar la oferta.
—No sé, estoy filtrado — respondió doblando en la esquina de su casa.
—Dale, no seas cagón— alentó Pedro.
—Posta que estoy muerto, hermano. Otro día— respondió estacionado el auto y viendo cómo la burbujita de WhatsApp le indicaba que un nuevo mensaje de cierta castaña había llegado. Bien, al parecer alguien no se había aguantado hasta que pasaran unas horas. Sonrió embobado y apagó el auto, desconectando el teléfono de los parlantes y, ahora, escuchando las quejas de su amigo directo en el oído se metió en su enorme hogar.
—Puta, Cris, dale, no seas pajero — insistió el otro.
—No rompas las pelotas, Pedro, no quiero, estoy muerto — respondió con mal humor.
Sí, su princesa le decía que se había olvidado de darle la ropa limpia y ahora él se burlaba diciendo que, era por eso, que le decía ladrona de ropa. Por eso y porque, hace unos cuántos meses, ella se había llevado una campera de jogging de él, campera que jamás le devolvió.
—Bueno, te llamo mañana — Finalmente Pedro desistió y él pudo dejarse caer en la cama. Ni siquiera supo cuándo se quedó dormido, sólo escuchó a su madre llamarlo para preguntarle si iba a cenar, oferta que no aceptó y aprovechó para acomodarse mejor y seguir durmiendo.
A la mañana siguiente despertó sintiéndose sucio y pegajoso, producto de la humedad que se había levantado con la lluvia de la noche macerado con las altas temperaturas del día actual. Se tomó el tiempo necesario para ducharse limpiándose a fondo, saliendo luego de cuarenta minutos, sintiéndose con energías renovadas y ganas de ver a cierta mujer que no salía de su mente.
Al tomar el teléfono notó los muchos mensajes que habían enviado sus amigos diciendo que era un ortiva, que parecía un viejo choto al querer dormir antes que salir a una fiesta donde varias cosas iban a estar al alcance de la mano. También leyó los mensajes de Tomás y, finalmente, el mensaje de buen día que le había mandado su preciosa princesa.
—Buen día— comenzó a grabar en un audio —, me acabo de despertar, era verdad que estaba matado ayer. ¿Vos cómo dormiste?¿Ya estás en el trabajo? — indagó mientras caminaba hacia la cocina.
—Al fin — exclamó su padre al verlo despierto—. Pensé que estabas en coma — bromeó haciéndolo reír.
—No seas exagerado. Tenía sueño, nada más— respondió sirviéndose algo de café.
—Dormiste como doce horas, eso no es algo de sueño — remarcó con diversión.
—¿Me necesitás para algo?— preguntó antes de dar un sorbo al café. Estaba tal como le encantaba, bien cargado y amargo.
—Mañana me toca viajar a Nueva York, ¿podés darte una vuelta por la casa de tu tía el miércoles? Parece que no le dejaron bien esa cosa que quería poner en el baño y quiere que vayamos a ver.
—Dale, yo hablo con ella — dijo acomodándose en la silla.
—¿Terminaste de rendir?
—Sí, ahora vacaciones hasta mediados de Enero que arranco con Comercial — explicó sabiendo que su padre, abogado como él esperaba ser en unos cuantos años, comprendía exactamente a lo que se refería.
— Buenísimo. Es larga, pero cualquier cosa me vas preguntando — Sí, su padre se dedicaba a eso, bueno, eso y otras cuestiones más.
En realidad su familia había empezado con un estudio impulsado por su abuelo, luego las ganancias se incrementaron al mismo tiempo que los negocios se expandieron, así no sólo llegaron a tener un importante bufete de abogados, sino que contaban con algunos restaurantes, manejados por Alejo, algunos spa, llevados adelantes por su madre, y unas inversiones que estaban siendo vigiladas por Cristian. Sí, ganaban mucha plata pero todos laburaban para seguir teniendo una buena vida.
—Dale, pa, gracias — dijo sacando el teléfono del bolsillo y sonriendo al ver la respuesta a su mensaje.
Pilar ya estaba en su puesto de trabajo, quejándose de una clienta que no paraba de hablar a los gritos y reír escandalosamente.
Princesa ladrona ❤: No sé quién mierda tiene tanta energía un lunes en la mañana.