Ya tengo con quien ganar (#1 Mexicanas)

CAPÍTULO 2

Angus sintió que se le tapaban los oídos y la visión se le nublaba. Tenía claro que no se desmayaría, sino algo mucho peor…… ¡¡de plano se moriría!! Sí, estaba seguro que aquella noticia estaba a punto de arrebatarle la vida. Pero luego, comenzó a experimentar, sin saber, las cinco etapas del dolor, siendo la primera, la negación.

- No – Se rió. – Eso es imposible. Tienes que estar equivocado, Milly jamás me haría una cosa así. ¡¡Es mi novia, por Dios santo!! No puede haberse ido con otro, porque su novio soy yo, Miguel. Debiste haber escuchado mal. A ver, repíteme todo lo que escuchaste. -Angus estaba cabeza gacha, manos en las caderas y el oído presto a escuchar la versión de su amigo.

- Es tal como te lo estoy diciendo. Te cambió por otro hombre. Lo siento, amigo, pero no te voy a dulcificar una verdad que te advertí que podía ocurrir. Era evidente para todo el mundo que ella no sentía por ti lo que tú por ella.

- ¡Eso no es cierto! Eso lo dices porque tú la odiabas.

- Es cierto, tanto lo que te dije como que la odio, no lo voy a negar. Pero eso no quita la verdad expuesta ante tus ojos. La mujer que me abrió la puerta era su madre y lo que me dijo no hizo más que corroborar mi opinión con respecto a Emiliana. Después de todo no estuve tan equivocado.

- Ilumíname, por favor, porque no tengo ni una maldita idea de lo que hablas.

- Ya sabes mi opinión de Emiliana, no tengo para qué repetírtela, lo único que te puedo decir, es lo que me dijo la mujer, que conoció hace un par de semanas a un hombre y se fue con él sin siquiera comentárselo a su madre salvo por una escueta carta que dejó sobre su cama en donde la ponía al corriente de sus acciones y se desentendía de ella en todo sentido. Comprenderás que no quiere volver a verla en lo que le queda de vida por desagradecida. Y con respecto a la “hermana”, te diré, que jamás existió la susodicha, así que la excusa de romperle el corazón si venías a su casa no era más que una vil mentira para obviar tu existencia.

- Eso no puede ser cierto. ¡Mientes! No puedo creer que la acuses de algo tan vil. Ella puede ser infantil en sus actitudes, un poco caprichosa y malhumorada, pero abandonar a su madre a su suerte y marcharse con un completo desconocido es imposible, tú solo quieres ensuciar su imagen inventando todo este cuento. – Miguel no podía creer lo que su amigo le estaba diciendo al punto de quedarse sin palabras. - ¿Sabes lo que creo? Que estás celoso porque ella me prefirió a mí y no a ti. Claaaaro, eso debe ser, te enamoraste de ella y en vista de que ella no te eligió, hoy vienes y me dices todas esas mentiras para conseguir que la odie, pero te digo, no lo vas a conseguir. Ya verás que ella se comunicará conmigo pronto y todo este……. entuerto, se solucionará y tú….. tú….

- Yo nada, Angus. Yo no quiero nada, ni de ella ni de ti. Está claro que estás dolido y lanzas tu veneno a diestra y siniestra por culpa del dolor. Yo no estoy inventando nada y lo sabes, es solo que no quieres admitir que estaba en lo correcto y créeme, mi amigo, que desearía no haberlo estado, porque verte así me duele tanto como a ti. Por lo mismo, no tendré en cuenta todas las formas en las que me has insultado hoy. Solo espero que tengas la capacidad de ver la realidad y la aceptes para que puedas seguir delante con tu vida. Una mujer como Emiliana no vale la pena. A Dios gracias, que hay otras que sí y cuando la encuentres, espero volver a verte y retomar la amistad que hoy has roto por tu ceguera. Cuando te saques el velo que cubre tus ojos y tú corazón, estaré esperándote con los brazos abiertos, amigo, no lo dudes.

Miguel se dio la vuelta y dejó a Angus preso de su sufrimiento y negación, pero con la esperanza de que un día volviera a ser aquel amigo que murió por culpa de un mal amor.

***

Angus no podía creer la historia que la madre de Emiliana le contó, aunque en el fondo de su corazón siempre supo que aquello que Miguel le había dicho era cierto. Le dolía el corazón no solo por el falso amor de Emiliana sino por haber perdido a Miguel, su mejor amigo.

Había sido muy cruel con sus acusaciones sin fundamento hacia él y temía acercársele por miedo a que no le perdonara sus palabras. Al menos, no todavía. De hecho, ni siquiera él podía perdonarse. Estaba enojado con todo y con todos. Su vida se había transformado en una ira constante hacia todo lo que lo rodeaba. Y aunque no echaba en el mismo saco a todas las mujeres ni su mala experiencia le había robado la confianza en ellas, dudaba que su corazón volviera a latir por otra de la misma manera en que alguna vez latió por Emiliana. A decir verdad, temía que aún siguiera latiendo por ella y eso era quizás lo que más iracundo lo tenía. Odiaba saberse enamorado todavía de esa maldita mujer que ni siquiera tuvo la decencia de concluir su relación con él ni mucho menos darle una explicación a su maldad.

La negociación no tardó en llegar. No saber qué había hecho mal lo tenía en constantes episodios de ausencia. A menudo se encontraba fantaseando con una realidad distinta a la vivida. “¿Qué hubiera pasado si….?” O “Tal vez si yo hubiera sido…..”.

Aquello se prolongó por meses hasta que desembocó en una depresión que lo tenía sumido en tristeza y vacío. Tanto fue su enamoramiento, que la desaparición de su objeto de cariño no hacía más que provocarle un sentimiento de pérdida similar al de la muerte. Como si Emiliana no se hubiese ido con otro si no más bien, hubiese muerto.

Y así lo deseó, sobre todo cuando fue su propia vida la que estuvo a punto de perder por su causa.



#24836 en Novela romántica
#15550 en Otros
#4529 en Relatos cortos

En el texto hay: humor, amor, dolor

Editado: 12.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.