Zafiro: La Implosión De Una Vida Vieja

SEIS

Estoy en la entrada del instituto esperando a Elizabeth, le avise que tenía que permanecer más tiempo en la escuela debido a que debía arreglar unos asuntos con Lodge, lo cual es verdad, y ella dijo que vendría por mí pero aún no ha llegado. Me pregunto por qué se está demorando demasiado ya que regularmente ella siempre es puntual cuando se trata de recogerme.

No hay nadie más en la escuela, todos se han ido desde hace más de una hora. Hay unos cuantos autos en el estacionamiento pero creo que son de los profesores o de alumnos que están en detención.

Me encuentro sentada en las escaleras principales mientras observo la entrada del aparcamiento, tengo la extraña sensación de que no vendrán por mí cuando los brazos de alguien me rodean por detrás, como dándome un fuerte abrazo. Me estupefacto porque no sé quién es, estoy a punto de liberarme con brusquedad y de enfrentarme con el demente que me está abrazando cuando veo un mechón rubio. Entonces comprendo quién es: Janeth.

—Tu madre no vendrá—me dice, aún sigue dándome un abrazo muy fuerte y escucho el ruido agradable que hace cuando sonríe genuinamente—. Le dije que te llevaría a casa, tengo que hablar contigo.

—De acuerdo—digo y ella me libera.

Me pongo de pie y caminamos a su camioneta plateada que está al otro lado del aparcamiento sin decir nada. Le quita la alarma desde lejos y subo al vehículo, me pongo el cinturón de seguridad y antes de que el motor arranque, digo:

—Quiero un helado.

Ella se ríe, haciendo el ruido que me agrada oír antes de que sonría.

—Y ahora también quiero que me digas por qué te ríes—añado, señalando a sus labios.

—Te acaban de decir que soy una bruja, que los vampiros son reales, que hay un Licántropo rondando por Meadow King´s. ¿Y a ti lo único que se te ocurre decirme es: quiero un helado?—dice, con voz incrédula.

—Aja.

Janeth arranca el motor mientras se echa a carcajadas.

—No hay remedio contigo, Alice—dice—. Aún en situaciones inimaginables no pierdes el humor.

Claro que no. Hubo un tiempo donde mi humor desapareció y todo en mi vida era miseria y tristeza e indiferencia hacia los demás sólo que nadie se dio cuenta porque no deje que nadie se diera cuenta.

Sacudo mi cabeza. ¿Por qué siempre digo que no recordare aquello y siempre término recordándolo? Algunas veces me decepciono a mí misma y eso me enfurece.

—Todavía no ha respondido a mi pregunta—le indico a Janeth, la miro de reojo y noto que ella también me mira de reojo, luego regresa su vista al camino.

Supongo que no quiere chocar como su mejor amiga lo hizo, pienso.

Escucho que se ríe.

¿Por qué se ríe?

—Por lo que dijiste… bueno, más bien dicho pensaste.

— ¿Cómo sabes lo que pensé?—pregunto, en tono exigente.

—Soy una bruja—dice, como si no me hubiera quedado claro desde hace rato—. Y una habilidad que tenemos los Nigromantes es leer las mentes de los demás. Y leo la tuya, constantemente y sin intenciones.

Finjo la expresión más ofendida que puedo, como si acabara de decirme que ha estado leyendo mi diario.

— ¡Janeth Pacheco!—digo, sin saber si realmente estoy estupefacta o sólo es pura falsedad—, ¿cómo te atreves a invadir mi espacio mental? Eres una pervertida, no tienes ningún derecho de hacerlo.

—No lo hago con intenciones de querer invadir tu mente—dice, tratando de defenderse. Lo que no sabe es que estoy vacilando… creo—. Lo digo enserió, es algo que no puedo evitar.

— ¿De verdad?—enarco una ceja, ahora sé que estoy vacilando.

—Si—exclama—. Mi papá dice que es porque…

Deja inconclusa su frase, sé que no quiere decirlo porque es algo vergonzoso.

—Anda. Dilo—la animo—. Ya me he enterado de suficientes cosas por hoy, no creo que la razón por la cual no puedes impedir entrar en mi mente sea algo más raro que todo lo que dijeron hace rato.

Janeth suspira, frustrada. Lo piensa durante un momento hasta que finalmente habla, las palabras que salen de su boca son como un cuento de hadas.

—Tengo un vínculo muy fuerte contigo. Mi padre dice que es algo normal, por así decirlo. Es algo que a todos los Nigromantes nos pasa y es inevitable. Siento lo que tú sientes, y algunas veces también miro lo que tu vez, y si algo te llegará a suceder yo lo sentiría.




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