El viaje al cementerio fue terriblemente lento y las oraciones y parlamentos que se dijeron antes de ponerlos bajo la tierra fueron peor. Espero que durante un largo tiempo no vuelva a asistir a un funeral, son demasiado deprimentes y lentos.
Al terminar el entierro algunas personas se reúnen con Ariana para seguirle dando condolencias, Shailene permanece a su lado, en ningún momento se atreve a dejarla sola. Parece su sombra. Creo que su vínculo debe de ser demasiado fuerte para tener que superar esto mutuamente.
— ¿Tú y yo estaremos así alguna vez?—le pregunto a Janeth, estamos a unos cuantos pasos de la salida.
—Depende—me responde.
— ¿De qué?
—De que tanto te duela—sonrío. ¿Por qué lo hago?
Luego nos quedamos calladas, sin que sea incómodo.
—Tu padre volverá este sábado, ¿cierto?—pregunto, para no quedarnos con el silencio.
—Si—dice Janeth—. ¿Preparada para el Aquelarre? Sólo faltan unos días para que te vuelvas en mi Siervo.
— ¿Siervo?—pregunto, creí que solamente le juraría lealtad a ella.
—Sirviente, pues—me aclara.
—Ah. Supongo que sí… al menos de que algo mejor se presente—Janeth me fulmina con la mirada, intimidándome, por primera vez su mirada si es amenazante.
—Estaba bromeando—aclaro. Levanto mis manos en rendición.
Janeth abre la boca pero Ariana y Shailene la interrumpen, reuniéndose con nosotras y hablando de otros temas.
—No puedo aguantar las ganas para este sábado—le dice Ariana a Shailene.
—Yo tampoco—le responde Shailene. Luego voltea a verme y sonríe, evaporando su expresión de agobiada—. Espero tener mi propio Siervo alguna vez.
—Tener el Vademécum y un Siervo el mismo día se oye espectacular—dice Ariana.
Janeth resopla, yo me abochorno, hablan de mí como si fuera un juguete nuevo a punto de salir a la venta.
Oigo un claxon a lo lejos, miro por encima de mi hombro y veo la Jeep roja de Tiffany frente al cementerio con el motor andando. El rostro de ella se asoma por la ventanilla del conductor, esperando.
—Llegó nuestro transporte—anuncia Janeth, luego se dirige a mí—. ¿Vienes, Alice?
Estoy a punto de aceptar cuando veo que un Nissan azulado se estaciona al otro lado de la calle, en sentido contrario a la Jeep.
—No, gracias—digo, señalando al Nissan—. Parece que Elizabeth decidió venir por mí después de todo—recuerdo haberle enviado un mensaje preguntando si vendría a recogerme, ella respondió que si podía irme con Janeth sería mejor. Supongo que cambio de opinión.
Caminamos hacia la entrada del cementerio, Janeth no le despega los ojos al Nissan, creo que trata de ver a través de los vidrios paralizados mientras que Shailene y Ariana hablan sobre algo que no me interesa. Yo camino en silencio.
— ¿Segura que es tu mamá?—me pregunta Janeth, antes de que nos despidamos.
— ¿Quién más podría ser?—le cuestiono, ella sacude su cabeza.
—Bueno, no importa—dice, abriendo la puerta trasera de la Jeep—. Si te pasa algo lo sabré.
Sonrió porque sé que es verdad.
—Hasta luego—digo, dándole un abrazo.
—Adiós—me dice, luego de soltarme.
Me despido de las demás con una sonrisa y diciendo un adiós en general, rodeo la Jeep y cruzo la calle para subirme en el asiento del copiloto sin mirar a Elizabeth, seguramente sigue en su estado de descontrol y no me animo a verla así.
El motor ronronea y las ruedas del Nissan giran. Observo por el espejo retrovisor de afuera y veo cómo es que la Jeep roja se va alejando por el otro lado de la carretera hasta desaparecer. Sigo mirando por la ventanilla cuando un pañuelo con un olor profundamente fuerte cae en mi rostro.
Ladeo mi vista hacia el asiento del conductor y quién conduce no es Elizabeth.
Es un chico, como de veintitantos años, cabello castaño y rapado, piel pálida como si la luz del sol no la hubiera visto desde hace siglos, ojos negros como si la noche estuviera en ellos e increíblemente apuesto… está bien, creo que no debería de estarme enamorando de mi secuestrador pero cualquier chica lo haría si observara tanta belleza en un hombre.
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Editado: 28.02.2018