Rápidamente un Nigromante joven lanza una bola de fuego contra Gabriela pero ella desaparece mucho antes de lo previsto e inmediatamente después decenas de Brucolacos y Licántropos aparecen en el prado y empiezan atacar.
Los Nigromantes que sodomizaban a Cristian y a mí desaparecen entre una llamarada de humo, algunos otros también lo hacen pero la mayoría se queda a pelear mientras que otros tantos más mueren en el acto.
— ¡No te quedes ahí, Lame Botas!—me grita Cristian al mismo tiempo que me toma por el brazo y me jala para que salgamos corriendo.
— ¿A dónde vamos?—le pregunto, hablando lo más alto que puedo para que me escuche sobre el ruido de las mordidas, hechizos y golpes.
— ¡Tengo que sacarte de aquí!—me grita, en ningún momento paramos de correr. Seguimos a paso veloz rumbo a los amontonados árboles— ¡Así que cállate y corre!
Nos escabullimos con dificultad entre las diversas peleas que se libran en el prado. Uno que otro segundo tengo la oportunidad de ver lo que sucede a mí alrededor y es una masacre total lo poco que veo.
Veo claramente cómo es que dos Nigromantes crean fuego desde las palmas de sus manos y se lo arrojan a un Licántropo quien se quema inmediatamente. Después, observo como un Brucolaco asesina a varios Nigromantes con suma facilidad. Y por último, miro como un Licántropo familiar está siendo cruelmente torturado por tres Nigromantes desconocidos.
Libero mi brazo de las manos de Cristian y me dirijo lo más rápido que puedo hacia el Licántropo torturado. Sé que es mi hermana, no tengo duda alguna. Y sólo por eso tengo razón suficiente para no salir huyendo como cobarde.
— ¡Alice!—oigo que Cristian me grita y me sorprende que no me haya gritado Lame Botas, pero este no es momento para asombrarme.
Tengo que correr, así que lo hago lo más rápido que puedo.
Pero, ¿qué voy hacer cuando llegué ante ellos? ¿Golpearlos? ¿Decirles que dejen de golpear a mi hermana?
No tengo idea de que es lo qué haré pero no me detengo. Sigo corriendo. Y cuando estoy a punto de llegar con el Nigromante más cercano esté se da la vuelta y me propina un puñetazo en el rostro. Caigo al suelo y mi vista se vuelve borrosa. Cuando logró recuperarla ya no estoy en el suelo sino tres metros sobre él, levitándome sólo que yo no lo provoco.
El mismo Nigromante que me golpeó lo está haciendo. No tengo idea de que es lo que me hará pero en ese mismo momento mi duda es respondida ya que siento como cada hueso de mi cuerpo es comprimido muy lentamente.
Grito, no puedo soportar el dolor así que grito a todo pulmón. Siento como si media tonelada de metal estuviera cayendo encima de mí y la gravedad estuviera al doble. Grito, pido piedad entre mis gritos pero no hay.
Entonces escucho un ladrido ahogado y observo como los otros dos Nigromantes realizan el mismo hechizo contra mi hermana. Quiero hacer algo para salvarnos a ambas pero sé que no puedo hacer nada ante esta situación. Qué mis intentos son inútiles. Y me molesta el saberlo.
Me enfurezco.
Un segundo después fuertes vendavales se liberan desde alguna parte y los tres Nigromantes junto con mi hermana salen empujados a una distancia un poco alejada. Yo caigo al suelo y el impacto de mi cuerpo contra el césped es doloroso ya que siento que más de un hueso se me hace añicos.
Siento como un reflujo llega hasta lo alto de mi garganta y vomito algo pegajoso. Trato de levantarme pero al hacerlo me siento débil al mismo tiempo que me duelen algunas partes del cuerpo por lo que termino optando por quedarme recostada en el suelo mientras lentamente se van cerrando mis ojos.
Al principio creo que voy a morir pero en menos de un tris vuelvo a vomitar y al levantar la cabeza, para no ahogarme con el vómito, me duele cada músculo y hueso que muevo.
Este maldito dolor es una porquería.
—Alice—dice la voz de Dominic con mucha preocupación.
—Me duele todo el cuerpo—digo, en voz baja que ni siquiera yo puedo escuchar.
— ¡Alice!—alguien más grita mi nombre y sé que es mi hermana.
Escucho varios movimientos que se acercan hacia mí pero abruptamente se detienen.
—No la toques—dice la voz de Dominic.
—Tengo que alejarla de aquí—exclama mi hermana, después unos brazos me sostienen y cuando mi cuerpo se despega del suelo es terriblemente una miseria de dolor que no puedo explicar.
Después de eso, un soplido de aire me empieza a llegar mientras que el ruido de las peleas va desapareciendo poco a poco hasta que finalmente son reemplazados por los sonidos de hojas quebrándose, pisadas rápidas y ágiles y una respiración agitada por culpa de la angustia y no cansancio.
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Editado: 28.02.2018