Descuento de DULCE VENGANZA
—No deberías dejar a tu esposo tanto tiempo solo, Janneth —declaró mi mejor amiga por el auricular de mi celular —, nunca sabes qué mujer te lo puede robar.
Me reí levemente al escuchar el comentario de Miriam. Mi risa no era porque no me preocupará sobre lo que decía sino porque hablaba de Samuel, mi esposo. Un hombre cariñoso, respetuoso, fiel y tan digno de confianza que la mera insinuación de mi mejor amiga era absurda.
Conocía a mi marido como la palma de mi mano. Éramos almas gemelas.
—Miriam, tú y yo hemos pasado por muchas cosas desde nuestra infancia—respondí agitada mientras intentaba cerrar la maleta que iba a necesitar para el viaje de fin de semana —, y solo por eso, no me enojaré con tu comentario, pero para ser claras, sé que Samuel no me va a engañar. ¡Nos amamos, por el amor de Dios!
—Nunca se sabe.
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