¡Recomendación!
—¡¡VAS A LARGARTE DE AQUÍ!! —bramó poseído y ella apretó sus párpados contrayendo su cuerpo ante el grito, ante el golpe en la inmensa mesa de roble, doliéndole como si la hubiera alcanzado con su puño—. ¡¡NO ME INTERESA NADA DE TI!! ¡¡TE LARGARÁS DE MIS TIERRAS!!
Sangró, cada palabra atravesó en su alma, acuchillando el corazón latente que había pedido una oportunidad. Qué podía esperar… siempre sería Zayra Carter. La perra de alguien, la mujer despreciada por los pasos obligados a dar, la de la apariencia soberbia y corrupta.
—¿Entonces por qué me cuidaste…? —respondió con el dolor plasmado—, ¿por qué me salvaste…? —Lloró sin prisa, dejando que sus ojos derramen en lágrimas pesadas el calvario de doblegarse a un sentimiento—, ¿por qué me besaste…? ¡¡Si no te importo!! ¡¿Por qué estoy aquí?!
Se sacudió frenética entre el llanto convulso que la embargó, con las inmensas ganas de desentrañar el dolor que sentía por primera vez, al reconocer el palpitar violento del deseo infernal junto al rechazo. Llorar no le bastaba… gritar no la desintoxicaba y atravesó con sus uñas la carne de sus propias manos hasta que el ardor se volvió más fuerte que la dolencia que la atravesaba por dentro.
—Tú… —La oscuridad de su matiz la acarició como un manto gélido y sus miradas volvieron a unirse. Bayron la contemplaba turbio, con esos huracanes de pasión violenta desplegándose en sus iris y aunque le fue un suplicio soportarlo, lo sostuvo en sus ojos—. No me importas… no… no… —Se le iba el aire en cada intento de reafirmarlo y ella lo comprendió. Nadie podría, aunque quisiera, importarle una mujer llena de demonios—, no me importas.
—Podrías fingir… —Soltarlo fue la humillación de su corazón, el último intento de apreciar en su cuerpo, en su alma y su corazón la fragilidad de sentirse amada. Porque amar era eso… ser frágil en las manos de alguien—, podrías fingir que te importo… solo esta noche.
Su cuerpo se enderezó, la figura de Zayra se enalteció mostrándole la hermosura de sus curvas, plantándose como el bocado delicioso que podía saborear. Nunca le había dolido tanto ofrecer su cuerpo, utilizar sus encantos para obtener las migajas de un sentir que sabía… nunca más volvería a suceder. Pero así como su anatomía intentaba embelesar la mirada de ese hombre, su rostro se bañaba del ácido de sus lágrimas y su boca, saboreaba la degradación…
Estaba rogando piedad, rogaba amor, rogaba compasión y esa era la primera y última vez que lo haría.
Sumisa caminó hacia él, admirando la tribulación en sus iris, la dilatación excitante de sus pupilas y como su cuerpo se transformaba en carne tensa y muros de una contención explosiva. Ya no tenía nada que perder… ¿Qué puede perder alguien que jamás tuvo nada?
Llegó hasta él, magnetizada y envalentonada con su incapacidad de reacción y cerró apenas los ojos cuando el calor incinerante de su piel la alcanzó… levantó la vista y de inmediato, la fusión de sus miradas provocó un estallido en esas pupilas, obligando a Zayra a contener el aliento cuando las garras se cerraron en su cadera y en su nuca, pegándolos cuerpo con cuerpo.
Veía a los ojos a su depredador… al fin.
—No sabes… —El aliento perverso se desparramó en su cuello estirado, la cima de sus p****s despertaron y la dureza de su anatomía la abrigó en su piel—. No sabes lo que estás pidiendo…
—Sí, lo sé… —Lo sabía y lo deseaba. Gimió profundo cuando la respiración de Bayron se manifestó en la piel de su mejilla y una de sus manos cobró vida ante la parálisis que ese hombre ejercía en su sistema, posándola suave en su torso y resistiendo la ebullición en su centro al quemarse—. Finge que te importo…
Lo susurró insolente, recobrando la intrepidez al cerrarse más esa inmensa mano en su cuerpo, cuando lo sintió desplegarse hasta el nacimiento de sus glú teos y detenerse justo en el instante en que ella se aferró a su cuerpo hasta hincar sus uñas.
—Me llamarás animal… me dirás bestia —musitó y la aspereza de su lengua bajó por el contorno de su oído—, porque eso es lo que soy cuando algo me importa… —La presión en su vientre de aquella masiva dureza se sintió como una estaca de hierro recién sacada de las entrañas del infierno y no pudo más que jadear al necesitar la fricción dolorosa de tenerlo—. ¿Quieres la ilusión completa? Porque nadie me importa a medias, Zayra… —Aquella mano que se arrastraba por su espalda se movió agresiva apoderándose de su i*******d, tomándola con salvajismo, metiéndose entre sus muslos y presionando con poderío, pero en los ojos de Bayron, estancados una vez más en los suyos, se manifestaba la expresión fiera y descarada del animal hambriento de salacidad—. ¿De verdad quieres sentir que me importas…? ¿De verdad quieres todo?
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