FRAGMENTO
Cassie miró su reloj; eran apenas las nueve de la noche. ¡Qué vieja se había vuelto cuando pensaba que esa hora era tiempo de dormir!
O quizá solo era el efecto alcohol más emociones.
—Un dólar por tus pensamientos —expresó Jonas en voz alta.
—¿De dónde conoces a Jenine? —le preguntó directa como siempre.
«Si quiere mis pensamientos, ahí los tiene», pensó orgullosa.
No entendía su molestia por que hablara dos minutos con Jonas. Lo que sí entendía era que le molestaba que esa mujer se acercara a cualquier cosa que ella estuviera dispuesta a tocar. Era una víbora, una sin corazón. Le era fácil hacerse un juicio sobre ella. Nunca le dio buena espina, ni de adolescentes ni ahora de adultas. Incluso siendo secretaria de Jason y ella visitándolo en ocasiones, esa rubia jamás le pareció de fiar.
Su instinto no había fallado.
—Nos criamos juntos. Al menos fuimos vecinos muchos años.
Él no parecía nervioso.
La observación de la tranquilidad con la que Jonas conducía hizo que Cassie confiara en su respuesta. Al menos parecía no haberse acostado con ella. Quizá debía hacer una lista de los hombres con los que podía dormir o no dormir.
—¿Cómo es que nunca nos vimos? Si viviste tantos años aquí, ¿por qué no te recuerdo?
—¿Con quince mil habitantes te preguntas por qué no nos topamos? —Sonrió—. creo que deberías hacer otras preguntas. ¿Cómo quieres que acabe la noche, Cassie?
Su corazón se aceleró y no supo cómo responder. ¿Qué quería de él? Cruzar la línea de jefa y empleado sería una muy mala idea. Mala idea que sus hormonas estaban dispuestas a ejecutar.
Miró por la ventana y se distrajo. El bosque espeso la relajada. Por eso amaba tanto a MeadVille. Su frondosa flora era un paraíso lleno de tranquilidad. Adoraba sembrar flores en su tiempo libre; le encantaba hacer el jardín ella misma. Su madre le enseñó desde pequeña cómo abonar las plantas, cómo sembrarlas, incluso a cultivar hortalizas. Decidió escoger una vida de oficina, pero su corazón era de una mujer campestre y de hogar.
—Cassie —pronunció su nombre alto para que sus neuronas se pusieran en funcionamiento.
—No sé qué quiero de ti. No tengo ni la más remota idea. No sé por qué me siento atraída por ti, Jonas Cortes. Intento descifrarlo, pero no puedo, no he podido…
—Creo que piensas mucho —la interrumpió—. No podemos olvidarnos una noche de la posición que ocupa cada quien y solo ser dos personas que se atraen mutuamente. Y sí, Cassie Black, me atraes más de lo que ninguna mujer lo hubiera hecho nunca.
Cassie lo observó y esbozó una sonrisa. Su rostro se iluminó; pareció de veinte años y no de casi treinta. Era una situación hilarante.
—Vamos a mi casa.
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