Cap. 4 de "Trastornos de Amor" alerta Spoilers
—Debés estar confundida ¿Verdad? —escucha Brenda que uno de los hombres enmascarados le pregunta.
—¡¿Por qué llevan esos pasamontañas?! —pregunta Brenda en posición de ataque, aunque rápidamente recuerda que se encontraba atada a una silla.
—Tranquila Pantera, todo fue totalmente un error y aunque estas a nuestra completa merced, debes saber que solo nos interesa las niñitas ricas —dijo otro enmascarado más grande.
—Mi nombre no es Pantera, es Brenda tú... ¿Quiénes son ustedes? Entiendo que quieran mantener su identidad en secreto. Pero yo no soy ninguna buchona que los va a delatar —dice Brenda Abigaíl Bogita con una sonrisa burlona, admitiendo que estar a completa disposición de tres hombres enmascarados, había sido una de sus muchas fantasías.
—¿Cómo supiste qué soy rubio? —pregunta él que la había intentado intimidar.
—El olor a pintura para el pelo. Mi madre siempre me pide a mí que le tiña y cubra sus canas —se ríe ella, aunque no puede evitar sentirse un poco mal.
Por más que el demonio en su hombro le piqué como arena en la playa, insistiendo en dejarse llevar por la marea, ella quería volver a ver a su madre y especialmente a hermana mayor. Sin embargo, el ponerse a llorar ahora mismo no arreglará nada. En cambio prefiere ser pícara o brava dependiendo de como se comporte estos sujetos.
—¿Este lugar tiene baño o no se me lo tiene permitidos? —pregunta ella sin ocurrírsele algo mejor.
—Cuando tenga la necesidad de hacerlo, con gusto la puedo escoltar.
—Gracias, supongo. Lamento ser la persona equivocada, por cierto.
—No hay cuidado. Oye puedes adivinar otra cosa de nosotros, como lo hiciste con mi cabello.
—Me animo a decir que tú debes de estar en tus años, por las arrugas presentes en tus manos —responde ella, para después observar al más grande de todos.
—Ahora si te atrapó Mosca —dijo el rubio, quitándose el pasamontañas.
No debía de tener más de tres años más que ella.
—¿Qué opinas querida?
—Pues en la oscuridad y con un poco de alcohol, tendrías una oportunidad... incluyendo un premio de consolación —ronronea ella entrando en calor por sus propias palabras. Mientras veía al rubio sonreír como un zorro.
—Vaya puta resultas ser querida —la molesta él, pero Brenda simplemente se encoge de hombros.
—¿Y qué esperabas? Una hembra, quién se calla y permite tanto que le den por detrás... que bien podría rivalizar contigo —esboza ella consiguiendo borrar la sonrisa impresa en el rostro del rubio, el cual, adquiere un tono colorado.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!... Dios no puedo creer lo bien que los conoce ¡Ja, ja, ja! —ríe el más grande con su voz estridente.
—¡Callate! —dice el viejo quitándose su pasamontañas.
—Supongo que tú debes ser Paraguayo, verdad —dice ella al hombre más grande, quién se deja de reírse para seguidamente quitarse su pasamontañas y mostrar justamente su el rostro que ella imaginaba.
—Bueno querida. Acaso no somos buenos partido. Puedes decirme RS por cierto —saluda el rubio antes de darse cuenta de que un apretón de manos es imposible estando ella atada como lo estaba.
—Puedes desatarme sabes. ¿Amenos qué tengas miedo de una Pantera como yo? —dice ella alzando la cabeza, con su más picara sonrisa.
—Pues aunque normalmente preferiría no arriesgar nuestros pellejos. Usted parece lo suficientemente lista para saber que cualquier intento de huida será infructífero —le advierte Mosca, como lo había llamado RS.
—Prometo portarme bien... por ahora —añade ella y al parecer eso desalienta al más joven y también al más viejo.
Pero el más grande no duda en acercarse a ella y desatar las cuerdas que le mantenían unida a la silla.
—Buen chico, acabas de ganarte cincuenta puntos a tu favor —dice ella masajeando su antebrazo—. Ustedes podrían ganarse los suyos si aplican un masaje en los hombros y los pies.
Tanto RS como Mosca se le quedan mirando y preguntándose así mismo, si ella estaba o no hablando en serio.
—Es una broma —se ríe Brenda y ellos se ponen a reírse también.
—¡Interrumpo su fiesta! —gruñe el hombre con cabello castaño tan claro que podría ponerse rubio a la luz del sol, quién se le había hecho conocido.
—No Everest, solo conversamos un poco mientras vigilamos a la Pantera —responde RS al hombre de cabello castaño claro, quien parecía molesto de verla desatada y riéndose con RS, Mosca y al más grande
—Richard, te recomiendo que cierres tu puta boca antes de que te meta mi pistola dentro —le calla el hombre de cabello castaño a RS, quién no dice nada.
—Pero tranquilo macho que todo se puede solucionar hablando —dice ella con una sonrisa de lado a lado dejando la mente del hombre de gran tamaño sin municiones, sin ideas y con los ojos bien abiertos ante su forma de hablarle.
—Sauce hazme el favor de escoltar a la negrita a su cuarto temporal —le ordena al hombre más alto, cuyo apodo era Sauce.
—¿Dónde íbamos a alojar a la cenicienta? Pero ella se va a aburrir mucho en ese lugar que ni televisión tiene, Everest —dice Mosca y los otros dos asienten.
—Miren saben qué, lo haré yo mismo —declara Everest bien cabreado, jalando de su brazo.
—Haber momento Macho, que yo puedo caminar sola —dice ella rasguñando al hombre, obligándole a soltarle y a que la mire enojado—. Y te repito que yo no voy a correr ni nada.
—Sabes que podemos matarte ¿Verdad? —le pregunta el hombre a modo de advertencia.
—No creo que lo hagan. Soy demasiado encantadora. Tu jefe con traje de marca ya me ha echado el ojo ¿Sabes? —pregunta ella está vez, mintiendo. Pero si el molesto hombre lo sabe, demuestra todo lo contrario.
Mientras van al que al parecer sería su cuarto, ella puede de ver las facciones de su cara cambiar de enfado a sorpresa, en menos de lo que tarda en aletear un colibrí. Él en serio se le hacía conocido, como los ojos de un primer amor, la raza de la mascota que tuviste en tu infancia o el juego favorito que tenías y que siempre jugabas con tus amigos, en casa, la plaza, la calle o el patio de recreo. Pues claro, tenía que ser uno de sus abusadores.
La morocha de rulos rebeldes se lleva la mano al pecho, donde cicatrices viejas le impedían dejar el pasado atrás.
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